El inicio de clases del hijo de Mary Sirvent en la Belmont Ridge Middle School del condado de Loudoun en Virginia, marcó también el comienzo del bullying para este niño latino y un viacrucis para esta familia.
El acoso
Desde la primera semana del sexto grado uno de los niños se hizo notar con burlas y ataques a José*, de 12 años para ese entonces. Sin embargo, hasta ese momento se trataba solo de un bravucón que lo molestaba, pero se le fueron añadiendo otros más y la situación empeoró, incluso dentro del aula de clases bajo la mirada de los maestros, narra la madre.
Ante la situación Sirvent habló con el director y expuso la situación del joven, que en un punto determinado ya había entrado en un estado de estrés y depresión preocupante. “Él es un niño muy sociable y exponerse a esa realidad fue duro”. Sin embargo, el colegio, asegura la representante, manejó la situación de forma “muy superficial” y no prestaron la atención adecuada.
El siguiente año el acoso persistió y José fue llevado a terapia psicológica para que pudiera tener herramientas de defensa ante las circunstancias. No obstante en la actualidad, a pesar de tener dos años recibiendo ayuda profesional, el niño sigue viéndose afectado y la escuela no responde adecuadamente, denuncia Sirvent. “Ellos niegan la existencia de bullying”. Hoy día (cursando el último año en esta institución) recibe quejas de que el niño fue atacado por sus compañeros al menos unas tres veces por semana.

“Tuvimos una reunión con el director de la escuela y la actitud de él fue sorprendente, pues negó que había bullying. Me dio algunas soluciones que no se han aplicado, ellos hablan mucho, pero no ejecutan. Entonces, yo estoy en un momento en el que he vendido mi casa para poder irme a otro colegio y así mi hijo no siga expuesto a ese grupo de niños fuera de control. He pensando en sacarlo del colegio y ponerle un Homeschooling. ¿Por qué mi familia tiene que vivir una situación tan extrema… un estrés tan extremo. Todos los días que voy a buscar a mi hijo a mi colegio yo rezo para que haya tenido un buen día y no haya sido víctima de bullying”, relata la mamá.
Los muchachos que cometen estas acciones “son muy inteligentes”, pues a juicio de Sirvent no aplican agresión física porque saben que así se meterían en problemas. Así que el ataque es psicológico “a través del chantaje y la burla”. Le arrebatan el celular de las manos, lo tropiezan, se burlan por el tipo de zapatos que usa y lo último que ocurrió (a la fecha del testimonio), fue en la clase de español. Mary nunca había sentido discriminación o racismo hacia ella por ser latina, pero su hijo sí. “En la clase de español me dijo que lo estaban discriminando y se burlan porque él puede hablar un poco más el idioma, pero no hay corrección”.
En la actualidad es un niño deprimido y con apatía de ir al colegio, al punto que la madre confiesa que las consecuencias han sido “bastante fuertes”, pero prefiere reservarse los detalles para no exponer su privacidad. “Ese muchachito que ha sido víctima de bullying, si no ha sido tratado con terapia o psicólogos, al final puede agarrar una pistola, va a un colegio y le mete cinco tiros a los compañeros por la frustración y la ira que carga por dentro. Ahí cae tu hijo, el mío y el del vecino. El problema del bullying se ha tomado muy por encima, pero tiene unas consecuencias muy graves. Eso lo que demuestra es una sociedad que tiene problemas”, dice Sirvent.
La respuesta de LCPS
El Tiempo Latino consultó al Sistema de Escuelas Públicas del Condado de Loudoun (LCPS), al cual pertenece la institución involucrada, pero la respuesta fue que, según la ley, no podían emitir algún comentario individual sobre uno de los estudiantes, “especialmente cuando las preguntas están llegando a través de un tercero”. Sin embargo enviaron un comunicado genérico.
“La seguridad física y psicológica de nuestros estudiantes es una prioridad para las Escuelas Públicas del Condado de Loudoun”. Apoyamos “un sistema de múltiples niveles de programas integrales que establecen y mantienen un entorno escolar seguro. Específicamente en el nivel de la escuela intermedia, el equipo de Salud Mental Unificada incluye la administración escolar, el consejero escolar, el psicólogo escolar, el trabajador social escolar, la enfermera escolar y otros miembros de la facultad para apoyar las necesidades individuales de los estudiantes, así como las necesidades de toda la escuela”, respondió por correo electrónico la institución, mientras que aseguró que los consejeros “trabajan en estrecha colaboración con los administradores escolares para facilitar la implementación de los planes de acción de prevención del acoso escolar que incluyen lecciones, actividades en toda la escuela y recursos para los padres”.
Un problema en aumento
Para María Clara Cuevas Jaramillo, doctora en psicología clínica y de la salud, profesora titular del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Javeriana de Cali en Colombia, aunque el bullying siempre ha existido – tiene 16 años investigándolo – últimamente se ha visibilizado más porque se ha intensificado e interfiere de manera significativa con la convivencia escolar.
“Una persona que siempre ha visto en su casa una interacción agresiva, que todo el tiempo ha visto, sido víctima o participado en agresiones en la familia, lo que tiene en mente es que tratarse así es normal. También ocurre que cuando no se tratan de esta forma en el hogar, pero no dicen nada cuando saben de una interacción de este tipo o dicen: ‘los muchachos son así, no pasa nada, son cosas de muchachos, no me voy a meter en eso porque aquí en la casa no es problema nuestro’, pues están dejando pasar las situaciones de agresión en las que se están involucrando sus hijos en las escuelas o sus afueras”, comenta la experta al hablar sobre los niños que acosan y las causas de esta problemática, que engloba entre sociales, familiares, personales y escolares.
Por su parte, Astrid Gamez, psicóloga y directora ejecutiva de Family Services Network en Virginia, asegura que reciben denuncias de padres sobre acoso tanto en las escuelas, como en el autobús escolar o en las cafeterías. Es un problema latente que necesita más atención, pero también reconoce que hay directores que niegan su existencia en las instituciones. Frases como “pero aquí no hay bullying” o “no es tan grave”, son muy comunes. Sin embargo, cuando se presenta una situación que pone en riesgo la vida del niño o hay algún suicidio, es cuando se prenden las alarmas.
“No queremos magnificarlo, sino que el problema existe y necesita mayor atención, porque entonces estamos esperando que un niño de suicide para hacer bulla en la prensa y pasar una semana en el duelo y después se olvida. Debemos tomar parte en el asunto y poner las cartas sobre la mesa. Hay que enseñarle a los padres cómo proteger a sus hijos. Las familias tanto de la víctima como del bully tienen que estar involucradas en el asunto”, afirmó Gamez.
Las consecuencias más notorias según la experta colombiana, son sobre las víctimas, sin embargo, el agresor y los testigos también experimentan efectos. Los casos más extremos sobre las primeras han terminado en suicidio, con una tasa muy difícil de saber debido a los grados de confidencialidad que existen al respecto.
Cuevas Jaramillo, quien visita regularmente al área de DC para brindar talleres sobre el tema, también alerta que en las escuelas se hace muy común el ciberbullying, en el que se emplean las redes sociales para cometer el acoso. Así pues, empiezan a circular correos electrónicos en los que se agrede a un tercero, roban las claves e identidad para suplantar al joven y hacer publicaciones inadecuadas o que buscan perjudicarlo haciéndose pasar por la personas en cuestión.
“También está la difusión de fotografías íntimas o personales, noticias falsas de alguien que se publican deshonrando a personas involucrándolas en situaciones en las que no han estado. Tenemos el uso de los videos grabados con los teléfonos inteligentes que registran situaciones en las que están agrediendo a terceros y se suben a las redes o situaciones íntimas y personales entre los jóvenes”.
En las víctimas han observado depresión, ansiedad, estrés postraumático, trastornos del sueño y la alimentación. También se da la deserción escolar, aislamiento social, baja autoestima y rendimiento escolar deficiente. Ahora bien, al referirse a los acosadores o bully, así como los testigos que colaboran o son cómplices del ataque, la experta indica que tienen consecuencias parecidas, pues se normaliza el uso de la violencia para relacionarse con las demás personas.
Por su parte, los testigos que no están de acuerdo, pero no son capaces de decir nada, tendrán efectos psicológicos, pues el sentimiento de culpa se hará presente, así como la ansiedad a la espera de que les toque el turno de convertirse en la próxima víctima. De acuerdo a la experta, también es probable que haya depresión.
“Se ha descubierto que los que son agresores constantes se involucran mucho más en conductas de riesgo para los adolescentes: conducir sin licencia, iniciar a más tempranas edades el uso de alcohol, tabaco o sustancias prohibidas, tener sexo sin protección mucho más tempranamente, entre otras”, comenta Cuevas Jaramillo.
La organización que dirige Gamez planifica por lo menos cuatro talleres al año para padres sobre el bullying, uno de ellos con la Dra. Cuevas Jaramillo. La prevención, para ambas expertas juega un rol primordial y además de los representantes, debe alcanzar igualmente a maestros, consejeros, psicólogos y trabajadores sociales para que estén entrenados en cómo manejar estas situaciones en los planteles.
“Los padres son fundamentales para prevenir porque si yo crío a un hijo diciendo que las personas somos iguales, no a la agresión, por más que uno esté bravo no se debe agredir, si a uno no le gusta una persona no se le debe hacer daño, en esta casa no se agrede a las personas, pues es mucho menos probable que los niños y las niñas usen la agresión para relacionarse con los otros”, concluye la especialista colombiana.