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La FIV y otros programas de fertilidad pueden tener una cara más oscura y menos feliz

Tanques de nitrógeno que albergan miles de embriones y óvulos congelados en un laboratorio de fertilidad. FOTO: Washington Post por Carolyn Van Houten.

Especial Para The Washington Post - Blake Turck

Cuando era niña, nunca soñé con la maternidad. Cuando me casé a los 36 años, asumí que el embarazo sería fácil. Un año después salí en estado, aunque a las 18 semanas experimenté un aborto espontáneo devastador. Y otro aborto espontáneo poco después.

Aproximadamente 1 de cada 4 mujeres experimenta la pérdida de un bebé; 1 de cada 8, infertilidad. A medida que me acercaba a los cuarenta, recurrí a la fertilización in vitro (FIV), como muchas mujeres de mi edad con experiencias de pérdida similares. Según un estudio de 2018, el 33 porciento de las estadounidenses han utilizado la FIV u otra forma de tecnología de reproducción asistida (TRA) para quedar embarazada, o conocen a alguien que lo haya hecho. La tendencia de esa cifra es creciente.

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Pero más allá de las dulces imágenes de recién nacidos sanos que se utilizan para ilustrar los folletos de servicios de FIV, hay un lado más oscuro y menos feliz de la FIV que algunas personas no conocen. Lo más significativo es que no es tan fácil tener un bebé utilizando TAR. La realidad, según ahora entiendo, es mucho más complicada y dolorosa.

Nunca había oído hablar de los acrónimos que se usan a menudo durante este proceso de fertilidad, como TWW (“Two Week Wait” - una espera de dos semanas para ver si un tratamiento ha funcionado) o FSH (Follicle-Stimulating Hormone / Hormona Foliculoestimulante, una de las hormonas más importantes para quedar embarazada). Tampoco sabía qué era un blastocisto (un embrión con cinco a seis días de desarrollo, considerado viable para las pruebas genéticas). También asumí que mi seguro médico cubriría todo, lo que resultó en un costoso error.

Hace poco en un bautizo, el sacerdote exclamó que los bebés eran la felicidad de la vida y que no se podían comprar. En realidad, una mujer estadounidense que se somete a FIV para tener un bebé gasta, en promedio, más de $12.000 sin contar el costo de los medicamentos, según varias estimaciones, sólo para intentar crear una vida, sin ninguna garantía de que vaya a funcionar.

Esa cantidad aumenta con las pruebas genéticas, así como con los innumerables costos adicionales que enfrentan muchas personas, desde biopsias de células hasta el transporte de embriones congelados. Hacer FIV sin cobertura de seguro, o sólo con cobertura parcial, como suele ser el caso, hace que un intento fallido de FIV sea aún más perturbador.

"Sólo se necesita uno", es decir, la implantación exitosa de un embrión, es un mantra que se repite a lo largo de cualquier incursión en FIV/TAR (a menos que el primer intento sea exitoso). Esto puede resonar en algunas personas, brindar consuelo o ser irritante, y a veces las tres cosas juntas.

Lo que no se comunica muy bien es que en cada etapa del proceso, la cantidad de embriones disminuye. Por ejemplo, los tratamientos de FIV con hormonas pueden producir 20 óvulos, pero tal vez sólo la mitad logre fertilizarse con esperma para crear un embrión. De ellos, la otra mitad sobrevivirá hasta el quinto día, cuando se prueben genéticamente. Y es posible que una vez probados, todos sean anormales o no viables.

El paso final tan esperado de implantar el embrión en el útero – denominado la transferencia - a veces es tan difícil de lograr como concebir naturalmente un bebé.

Aprendí todo esto por las malas.

En ocho meses, hice cuatro rondas de FIV. Lo que era mi estómago plano, ahora es blando, a merced de los numerosos exámenes y hormonas que inducen fluctuaciones constantes. Mi cuerpo no es un templo. He gastado casi $50.000 de mi bolsillo, ya que mi seguro médico se agotó después del primer intento. Cuatro ciclos de inyecciones de hormonas diarias durante dos semanas. Extracciones de sangre y ecografías periódicas, días de ansiosa espera de resultados y llamadas telefónicas.

Me familiaricé tanto con el techo de la clínica mientras me acostaba boca arriba para los chequeos y procedimientos que conocía cada grieta y hendidura.

Mi primera ronda de resultados fue prometedora al contar con cinco embriones recuperados y fertilizados. Pero ninguno llegó al quinto día necesario para realizar las pruebas genéticas. Mi segunda ronda de FIV produjo dos embriones que las pruebas genéticas determinaron anormales. La tercera vez fue un fracaso total: se recuperaron cinco huevos pero no se fertilizó ninguno. La cuarta ronda, sin embargo, fue diferente: un embrión sobrevivió y llegó a la prueba. Cuando una enfermera llamó con los resultados, sentí un nuevo tono: entusiasmo. Tienes uno bueno, dijo. Así que finalmente, posiblemente, tendré mi turno.

Sin embargo, ante el emocionante próximo paso, algunas crudas verdades quedaron expuestas. Fueron necesarios cuatro extenuantes intentos para conseguir una preciosa oportunidad. Y un potencial niño congelado y esperando es maravilloso, pero no equivale a un bebé real y sano, como me quedó demostrado poco después cuando la "transferencia" de mi embrión congelado se retrasó inesperadamente unos meses debido a que tuve que someterme a otro procedimiento médico que requería.

Cualquier cantidad de obstáculos puede retrasar el proceso. Un ciclo puede cancelarse debido al descubrimiento de quistes, fibromas o niveles hormonales desequilibrados. Los ciclos de fecundación in vitro fallidos suelen generar más exámenes que pueden revelar condiciones previamente desconocidas, como el tejido cicatricial o la endometriosis, donde un tejido similar al revestimiento uterino crece fuera del útero.

Las pruebas genéticas tampoco garantizan un bebé. Un embrión que resulte normal aún puede no implantarse. Una transferencia “fresca” (con embriones que no se han analizado o congelado) también puede fracasar o provocar la pérdida del embarazo. Cualquiera de estos resultados es devastador.

Pero menos mencionadas son las mujeres que no llegan a esa etapa de transferencia, o no obtienen un embrión implantable "bueno". Eso es profundamente doloroso. Los médicos aprenden con cada ronda, pero eso no siempre es reconfortante para la mujer que se somete al procedimiento y se enfrenta a la decepción.

Las mujeres adquieren conocimientos sobre su cuerpo de formas que nunca imaginaron. Aprenden sobre cosas que alguna vez les parecían extrañas. El estilo pasa a un segundo plano frente a la comodidad. Los accesorios favoritos se convierten en una almohadilla térmica o una máscara para los ojos. Los problemas de fertilidad pueden afectar la confianza y el reflejo en el espejo.

A pesar de los muchos desafíos, hay formas de navegar los altibajos emocionales, a menudo extremos, de la FIV. La psicoterapeuta Helen Adrienne recomienda practicar algo llamado respuesta de relajación, un tipo de meditación respiratoria que combina el trabajo respiratorio con la repetición de refuerzo positivo.

"Ayuda a combatir la avalancha de cambios al combinar el impacto de nuestra respiración con el esfuerzo por prevenir pensamientos negativos intrusivos", dice Adrienne. La práctica es sencilla. Elija una palabra, frase u oración y repita con cada exhalación, durante 10 a 20 minutos al día. El refuerzo positivo repetido puede ayudar a evitar la espiral de ansiedad y depresión que desafortunadamente puede sentirse durante el tratamiento de la infertilidad.

Un estudio de 2018 señaló que algunas investigaciones recientes han encontrado una asociación entre una menor angustia y un aumento en las tasas de embarazo.

"La evidencia de cuán crucial es la salud mental para los resultados de la FIV es convincente", dice Aimee Eyvazzadeh, una endocrinóloga reproductiva de California (a quien también se le conoce como la susurradora de óvulos por sus éxitos en la FIV).

"La salud emocional, la atención plena, la nutrición y el estilo de vida son imperativos", dice. "Este tipo de programas deberían ser obligatorios con el tratamiento. Son útiles para comprender cómo cambian los pensamientos a lo largo del viaje. Además, para aprender a conectarse mejor con una pareja, procesar malas noticias o manejar un nuevo diagnóstico. Tener un psicólogo de fertilidad, y acupunturista [si es posible], también es beneficioso para brindar apoyo adicional".

Pero a veces incluso todo eso no basta.

Muchas parejas interrumpen el tratamiento con FIV/TAR por motivos económicos o por el inmenso vaivén de emociones que genera. Pero no seguir el FIV no tiene por qué significar el final del camino. Los óvulos de donantes, la adopción de embriones o espermatozoides, la subrogación y la adopción son también formas de hacer crecer una familia. Y no atenerse a ninguna de estas opciones también es aceptable.

Los expertos señalan que hay razones por las cuales quienes persiguen la FIV pueden seguir esperanzados.

La cantidad promedio de tratamientos es de tres a cuatro, pero estudios recientes dicen que las posibilidades de partos exitosos aumentan con los ciclos acumulativos. Las mujeres de 40 a 44 años tienen un 11 porciento de probabilidades de dar a luz a un bebé con vida en su primera ronda, lo que aumenta a 37 porciento después de ocho rondas. En general, según algunas estimaciones, del 54 al 77 porciento de las mujeres quedan embarazadas y tienen un bebé así sea en su octavo ciclo.

La FIV es un club con socias ocultas en todas partes. Al menos así parece por lo abarrotada que siempre está la sala de espera de mi clínica de FIV. Esta experiencia puede ser alienante, pero incluso como extrañas, un vínculo común de perseverancia nos une a todas.

En cuanto a mí, la FIV ha sido un camino lleno de dolor y frustración, pero también de gratitud porque esta tecnología puede ayudarme tanto a mí como a muchas otras. También me ha dado la voluntad de luchar apasionadamente por algo como nunca lo había hecho.

Pensar en mi embrión congelado, que espera por mi marido y yo, me llena de emoción y angustia. Y aunque el viaje para llegar a él parece no tener fin, la esperanza aún permanece, y eso es suficiente para mantenerme en el trayecto.

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