Ciudad de México, México. - El turismo mexicano ofrece a los visitantes americanos la experiencia de un viaje inolvidable, alegre y colorido, para que regresen luego. Sin embargo, ese gancho ha logrado que muchos en lugar de volver prefieran no irse.
Cada uno tiene su historia, pero en común comparten cierto desapego a lo que usualmente ellos mismos llaman la "rigidez" o "frialdad" de sus costumbres de origen. Ellos llegan y se mantienen atraídos por la cultura, estética, las maleables concepciones de tiempo de los mexicanos y hasta el recibir los "buenos días" de cualquier desconocido cada mañana.
Vivir en México es para ellos un viaje de redescubriendo propio en el cual la certeza anglosajona quedó en el pasado. Cruzar al sur de la frontera prioriza la riqueza de estímulos y experiencias.
De acuerdo al Censo de Población y Vivienda de 2020, en México se encuentran residenciados al menos 797 mil 243 personas nacidas en EEUU. Casi la mitad vive en estados de la frontera norte y el resto tiende a repartirse en grandes ciudades y balnearios.
La proximidad con EEUU parece ser un seguro contra el completo desarraigo de quienes cruzaron primero sus horizontes mentales.
Amor a la mexicana
A menos de una hora de Puerto Vallarta, frente del Pacífico en el centro de México, en una pequeña localidad turística llamada Saluyita, Jeffrey Stevenson, de 36 años, ejerce como productor ejecutivo de una casa musical.
Hace cerca de una década todo comenzó con constantes estadías en diferentes ciudades y terminó en una residencia permanente en México. Decidió mudarse desde la legendaria capital musical estadounidense de Nashville, Tennessee, a una vida más cálida junto su esposa Erin.

"México tiene realmente una cultura muy diferente y eso es refrescante", asegura Stevenson, quien también vivió en el turístico La Paz, Baja California, y posee gratos recuerdos de Tulum en la cuenca del Caribe. Es decir, ha visto de costa a costa el país y ahora vive en una de sus orillas.
"Amamos los viajes", cuenta, y es que cierta tendencia a aventurarse es algo que caracteriza al americano en México, inclusive para quienes se describen como poco "osados" o más retraídos.
Uno es Gabriel Bierwirth, quien es originario de un pequeño poblado en el centro de Texas a horas de Houston, nunca vivió en una gran ciudad, pero terminó establecido en una de las más grandes del mundo: Ciudad de México.
"Me vine aquí por primera vez hace 7 años y me sentí en casa", asegura Bierwirth, para quien el cambio de aires le hizo enfocarse en apreciar la naturaleza, sus seres queridos y envolverse en su comunidad de personas con trastorno obsesivo (TOC), sobre la cual administra cuentas en redes sociales.
Prácticamente ha conocido todo México y en un primer momento no pensó vivir en la capital, pero hace tres años conoció el amor en un dibujante y la pandemia los unió bajo el mismo techo.
No es el único caso en el que las particularidades de México se unen a un romance que lleva a otro. Nicki Ortiz, de 30 años, tomó como residencia Ciudad de México al enamorarse del dueño del Airbnb en el que se hospedó por primera vez hace tres años.
Aquella relación, para esta instructora de inglés apasionada por el muralismo, terminó hace unos cinco meses, pero le encanta el país porque "lo tiene todo, tiene esta cultura de todo el mundo, combinada hasta con prehispánica y esa mezcla me fascina", asegura.
Aunque lamenta que haya sitios que "no están bien cuidados por el gobierno", mantiene su propósito de vivir en México por ser "vibrante, da una energía, más que todo en las fiestas", afirma Ortíz.
Todas estas decisiones exponen que detrás hay una "necesidad emotiva", así lo expresa la psicóloga Adriana Jiménez, en base a su experiencia en la cooperación internacional y ser también ella una migrante de Venezuela en Suecia. Reconoce que la mayor parte de lo que mueve a este tipo de migrantes es "que siempre demuestran estar cansados una vida monótona y eso es típico de muchos ciudadanos de países desarrollados", asegura.
La generalidad de las sociedades del primer mundo se identifica "por horarios rígidos, vecinos que no conoces y mucho aislamiento", expone la psicóloga que compara a sus pacientes de países de altos ingresos con los de bajos.

En el contexto de los americanos, con las posibilidades de trabajar remotamente y con recursos que se pueden gastar en países con tasa de cambio favorable al dólar, se abren las posibilidades para muchos ciudadanos que prefieren vivir en naciones más coloridas y con menos certezas.
Tracy Barnett, periodista de carrera en prestigiosos medios de comunicación de EEUU, quien vive en Guadalajara, confirma la apreciación y asegura que su país "es muy previsible, literal, le falta magia, esa chispa... porque el estadounidense tiene la estructura y organización, pero creo que combinándose (con la cultura mexicana) se puede lograr algo más rico", asegura quien tuvo sus primeros acercamientos al tratar con migrantes latinoamericanos y ahora busca "ser un puente".
Según Jiménez, lo colectivo "impacta en cómo un individuo decide vivir su vida", así no quiera ser consciente de ello. Por eso, cierto calor de comunidad o de "convivencia amigable" es algo constante en estos migrantes.
Una vida más fácil
"Aquí puedes ahorrar, en EEUU yo no podría ni alquilar", cuenta Bierwirth en base a los ingresos que percibe como profesor de inglés en línea.
El trabajo remoto es una constante en los ciudadanos americanos que viven en México. Aunque ese tipo de empleo no es para todo el mundo porque, según expone Jiménez, esos trabajos ameritan "cierta capacidad para establecerse rutinas, pero una persona con mucha energía seguramente no va a tener mucho éxito en ellos".
Por ejemplo, Sonny Scott, de 28 años, es graduado de la Universidad de Arizona y ejerció como reportero televisivo por un tiempo, pero notó que con un trabajo remoto desde México podría apercibir mejores ingresos al hacerlos rendir con el cambio de moneda al vivir en Tijuana.
Scott presenta en sus redes todo un repertorio fotográfico de las ciudades de México que ha visitado. Dice que solía pensar "que EEUU era el mejor país", pero estos viajes lo hicieron cambiar de opinión, asegura. Además, le han servido para reencontrarse y enorgullecerse de las raíces su tátara abuelo.
Nicki Ortiz también es la lejana nieta de un mexicano. Cree que los grandes incentivos concretos que le han hecho reencontrarse con esta nación están en el cambio de moneda y la documentación fácil que necesitan los americanos.
Entre ellos, especialmente los más jóvenes, es muy común que muchas veces ni siquiera se queden registrados como residentes, la explicación es "por pura flojera", dice Tracy Barnett - quien sí es legalmente residente en México- en medio de una carcajada.
Usualmente solo agotan su tiempo de turistas y regresan a EEUU para marcar su pasaporte y retornar a México como si nada. "Quizás por eso son difíciles de cuantificar", asegura Rafael López Vega, Director de Estudios Socioeconómicos y Migración Internacional del Consejo Nacional de Población de México (Conapo).
"Sin embargo, esta población legalmente residenciada en el país no ha variado mucho en cuanto a su número en los últimos 10 años", asegura.
El dato más resaltante es que la edad de estos residentes promedia cerca de los 40 años, lo cual quiere decir, que hay americanos de todos los rangos de edad habitando el territorio mexicano.
No obstante, su impacto en aspectos como la tasa de natalidad es bajo debido a que una buena parte de ellos, prácticamente la mitad, supera las edades reproductivas. Esto es debido a que muchos toman a México como sitio de retiro, confirman todos los entrevistados.
"Muchos de ellos suelen hacer grupos de gente mayor", comenta Jeffrey Stevenson. Los grupos de comunidades de estadounidenses en México son muchísimos en redes sociales como Facebook.
Estos grupos de mayores tienden a concentrarse en balnearios o cerca de la frontera porque "con sus pensiones, en EEUU, serían pobres", sentencia Barnett por su parte.
Sin importar sus edades, para estos migrantes los titulares de prensa sobre la inseguridad en México no son lo que caracteriza al país. Unos los consideran "exagerados", otros aseguran que tienen cierta carga de "racismo" y algunos simplemente las consideran como algo por lo hay que estar "atento".

Bierwirth, quien ama montar bicicleta de montaña, dice que ese tema lo empezó a tener latente al llegar a la Ciudad de México, mas no lo ve como algo principal y prioriza, en cambio, que tiene un buen sistema de transporte público, parques, precios bajos y otras facilidades.
Tracy Barnett, establecida en Guadalajara, adelanta un emprendimiento periodístico que fomenta el cambio social: Proyecto Esperanza, centrado en comunidades indígenas de toda América Latina. Ello llena una necesidad personal y hasta espiritual, asegura.
Con su ojo de reportera observa que, sin duda, para el promedio de sus compatriotas la playa y los precios "atraen", pero "una vida más relajada, más agradable y con gente gentil", no está fuera de la ecuación.
Scott asegura lo mismo, en México "tú te sientes bienvenido y te dan los buenos días", narra con asombro.
Para él los principales problemas han venido desde EEUU, relata que durante 2018 - cuando la administración Trump inició la toma de medidas migratorias severas- las autoridades de su país le llegaron a interrogar sobre "por qué iba" a su propio país. "Algo absolutamente loco", comenta.
Bierwirth y Ortiz, relatan que ahora, en cambio, en los últimos tres meses las autoridades de migración de México han empezado a exigir a los americanos mayores certezas sobre sus tiempos de estadía en la nación.
Solo el aeropuerto de Cancún, estado de Quintana Roo, reportó para el mes de noviembre 3 millones 338 mil visitantes de EEUU. Unos 300 mil más que antes de la pandemia y se espera sumar los datos que pueden llegar para este diciembre; no importa cuántas alertas publique la embajada de americana en su portal sobre el Covid-19.
"La emoción incentiva al placer", expone Jiménez, quien insiste que los fríos argumentos racionales no bastan para explicar este fenómeno migratorio.
"Los países desarrollados ofrecen una calidad de vida que se compensa con el alto costo de servicios e impuestos", comenta, "pero para alguien que creció en ese entorno, posiblemente eso no basta para tener la vida que quiere".
Todo gringo mexicano es...
El arte, las tradiciones, la comida, los paisajes, el "calor humano" son conceptos que se repiten en las conversaciones con ciudadanos americanos que señalan estos aspectos con clara reverencia y admiración por la cultura local.
Para cualquier caso, la frontera norte y la estabilidad que brinda el acceso a ingresos desde su país natal es el cimiento de la tranquilidad material que los hace enfocarse en otros aspectos menos racionales.
"Cuenten conmigo para todo tema que sea de educar", señala Stevenson al terminar la conversación, para él México sí sería un buen sitio para tener y criar a sus hijos.
Estos migrantes no representan ningún tipo de psicología particular, todos ellos también han tenido sus "choques culturales o los tendrán", expone la psicóloga, porque son personas que como todos los seres humanos han desarrollado y construido sus "deseos y fantasías" en base a una combinación de componentes sociales, psicológicos y de contexto que les predispuso a buscar un sitio estimulante, en ese caso un país.
Para todos ellos México es un sitio que provoca sonrisas y cierta alegría al hablar. Además, se plantean a la nación como un lugar para una vida donde no "solo sea trabajar", porque para ellos: "the time is vida".
