Fallar solo sirve si aprendemos a mejorar. En eso, nadie mejor que Kobe Bryant. En la historia de la NBA no ha existido otro jugador que errara tantos tiros al aro como él (14 mil 481). La estadística no es la más alentadora, pero todo sea para brillar.
La ambición por destacar, a veces, es obsesiva. Él lo fue. Lo hizo por años. Lanzó y falló. Lanzó y anotó. Pero la disciplina, persistencia y talento lo empujaron hacia una zona en donde poco se habla de sus yerros y en su lugar se aplauden sus hazañas.
Este 26 de enero se cumplen dos años de su muerte, una tragedia en la que él, su hija Gianna -de 13 años- y otras siete personas se fueron a destiempo en un accidente aéreo. No hay día que el deporte no recuerde su figura, así como todos aquellos que alguna vez disfrutamos de su grandeza sin saber que esa estrella se iría a donde pertenece de manera tan violenta.
Ser entusiasta del error no es para cualquiera. La frustración se asoma como ese visitante indeseado, pero que sabes que vive cerca y cuando menos lo esperas aparece frente a tu puerta. Kobe Bryant lidió con eso, abrazó el sentimiento y los transformó.
El estelar escolta no dejó de intentarlo, de tirar al aro y de fallar.
Pero con el error también llegó el aprendizaje. Quienes lo conocieron aseguran que no hubo otro como él, pues su ética de trabajo, aunque en ocasiones excesivamente recta, fue el ingrediente que lo catapultó a la gloria.
No en vano es ese eslabón entre la época del mítico Michael Jordan y sus todopoderosos Bulls de Chicago y este nuevo baloncesto de los triples.
En el medio, los Lakers de los Ángeles y sus cinco títulos.
Transformar la oscuridad de no hacer las cosas bien en éxito es un marte mas que un talento. Si sus fallos fueron sombra, sus aciertos se convirtieron en pura luz. El resultado, verlo en la lista de los mejores anotadores en la historia de la NBA como cuarto, con 33 mil 643 unidades.
Kobe Bryant ya no está, pero su legado está intacto y su juego hace recordar la frase del dramaturgo irlandés Samuel Beckett: “Siempre lo intentaste. Siempre fallaste. No importa. Inténtalo otra vez. Falla de nuevo. Falla mejor”.
Kobe Bryant fue siempre el mejor. El mejor cuando jugó, el mejor entrenador de su hija, el mejor compañero, el mejor campeón. Y, sí, también fue el mejor fallando.