El drama de la violencia se transformó en el de ser migrante. Así evolucionó la historia de miles de personas como Ernesto Lima, de 46 años, quien logró llegar con un hijo menor de edad a la frontera sur de los Estados Unidos, sin pensar que una separación forzada les marcaría.
Lima -apellido con el que identificaremos al afectado- decidió huir de un poblado rural de Guatemala con su hijo de 16 años; después de más de media década de disputas, cada vez más violentas, por unos terrenos.
Para llegar al campo donde trabajaba debía tomar la única vía de tránsito, que se convirtió en un punto de tensión agravada cuando un candidato a alcalde, apoyado por Lima venció al anterior, quien era familiar de los lugartenientes armados de esa ruta rural.
El nuevo alcalde reparó la vía, lo cual benefició al negocio de otros agricultores, pero esto no le gustó a los hacendados. Un día, a principios del año 2018, dos hombres con escopetas apuntaron a Lima, su hermano e hijo adolescente cuando transitaban por allí. Pudieron negociar, pero el mensaje fue evidente.
Su hijo también estaba sellado por sus propias amenazas. Las maras le apuñalaron con un metal en el estómago a los 15 años por negarse a vender drogas para ellos, por eso Lima se lo llevó a vivir al campo.
Entre la vida y la muerte, Lima escogió un largo viaje de 20 días y $5 mil a través de México. Una experiencia dura, aunque no tan inaccesible como la política de “tolerancia cero” que durante aquel trayecto se implementó por la administración Trump y tomó por sorpresa a muchos migrantes como él.

"Nos llevaron a El Paso, Texas, y allí nos dijeron que nos despidiéramos de nuestros hijos", contó Ernesto Lima al recordar lo repentino que fue decir adiós esposado, frente a su hijo y al unísono del ruido de cientos de niños llorando por sus padres.
Política de largo impacto
La "tolerancia cero" hizo que cruzar la frontera dejase de ser una falta administrativa para volverse un delito penal, por ello la separación de los niños de sus padres era una acción implícita de aquella política.
"La presentación de cargos penales debe involucrar no solo una determinación de que se ha cometido un delito federal y que la evidencia admisible probablemente será suficiente para obtener y sustentar una condena; sino que también debe tomar en cuenta otros factores individualizados, incluidas las circunstancias personales y los antecedentes penales, la gravedad del delito y la probable sentencia u otras consecuencias que resultan de una condena", interpretó en retrospectiva el fiscal general interino, Monty Wilkinson, días después de finalizar la administración Trump.
El expresidente Donald Trump comenzó la política el 6 de abril de 2018 y no solo tomó a migrantes como Lima por sorpresa, la orden ejecutiva se aplicó sin aviso o capacitación para la mayoría de las agencias federales y organismos judiciales implicados.
Sus más duros críticos argumentaron que no se había aplicado una separación forzada masiva de padres e hijos en EEUU desde el siglo XIX, cuando los niños indígenas eran internados en escuelas administradas por el gobierno o la Iglesia.
Cuando el mismo Donald Trump, en junio de 2018, eliminó por presión de un juez y la opinión pública la política de separar a padres e hijos, el impacto que tuvo no fue enmendado.
Las agencias federales y los tribunales no tenían protocolos de cómo hacer una reunificación familiar con los representantes deportados. Cientos de casos se solucionaron en las siguientes semanas, mas la mayoría no.
Aunado a ello la crisis migratoria no cesó. En un año se detuvo a la cifra récord de 1 millón 700 mil migrantes, según informó el Departamento de Seguridad Nacional en octubre de 2021.
"A diferencia de lo que dicen los medios de derecha, la frontera está cerrada", señaló Carol Anne Donohoe, abogada directora de Family Reunification Project, una iniciativa asociada a la ORG Al Otro Lado. Según ella las políticas restrictivas a la migración no han cambiado con Biden, "más bien ha expandido lo hecho por Trump", como la política de Remain in Mexico o la aplicación del polémico Título 42, que sirvió para expulsar inmediatamente por "temas sanitarios" a más de 1 millón 100 mil migrantes hasta octubre de 2021.
Estas medidas no han cerrado el flujo migratorio, aunque posiblemente lo han precarizado incluso más como intento de medida disuasoria.
No obstante, las autoridades migratorias se han mantenido saturadas, debido a ello el gobierno creó el Grupo Operativo para el Reencuentro Familiar, que hasta un portal web llamado Juntos.gov/es ha puesto a disposición de las familias separadas.

Este equipo señaló que 1 mil 717 niños aún no habían sido reunificados para septiembre de 2021, el mes de su creación.
Dificultades logísticas complican los reencuentros. Frank Zavala, de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), comentó que para enero de 2022 ellos habían intervenido en la reunificación de 64 casos de 100 que el gobierno estadounidense ha resuelto desde septiembre.
En un intento por abordar el tema desde la raíz, la vicepresidenta Kamala Harris viajó a mediados de 2021 a Centroamérica y dijo a los potenciales migrantes "no vengan", sin lograr un cambio observable.
Igualmente los acercamientos con los países del Triángulo Norte -Guatemala, Honduras y El Salvador- enfocados en reducir la corrupción y la pobreza tampoco arrojan indicios de lograr frutos significativos.
Políticas de ensayo y error son una constante bipartidista con consecuencias a largo plazo en miles de personas.
Un informe del inspector general del Departamento de Justicia, publicado en enero de 2021, encontró que la "tolerancia cero" condujo a un déficit de fondos de $227 millones en sus tres meses de vigencia, aunque ese monto no es lo único que dejó pendiente.
Ya separado de su hijo, Ernesto Lima fue uniformado de azul en una cárcel federal de Texas, "la parte más triste de todo", se lamentó.
Le tomaron huellas con las manos y pies esposados; así como los datos biométricos de su rostro. Hasta su deportación estuvo 40 días rodeado de auténticos maleantes y siendo "tratado como un perro", según denunció.
No pudo saber dónde estaba su hijo hasta llegar a Guatemala. "Mucha gente no tuvo la oportunidad de hablar con ellos", dijo.
Cautivos, fuera del encierro
El hijo de Lima pudo conversar con su madre en Centroamérica a través del teléfono de una trabajadora social. Él aseguró haber sido obediente durante los cuatro meses de encierro que estuvo.
"Todo aquello le hizo daño, no podía dormir por noches enteras. Recordaba que si no se podían quedar dormidos venían y los inyectaban", señaló Lima, quien tuvo su reunificación 11 meses después. "No son cosas que se olvidan de un día para el otro", sentenció.
Las condiciones de alojamiento en el sitio de retención eran buenas, pero las relacionadas al acompañamiento psicológico de los menores no, afirmaron tanto los afectados como los especialistas consultados.
Para los menores "las figuras de apego" son esenciales para plasmarles patrones. El ejemplo afectuoso de un cuidado genuino es algo que la "frialdad'' de un albergue no puede brindar, señaló la psicóloga clínica María Gracia Adrián, quien por años ha trabajado en centros de niños y adolescentes.
"A lo mejor cuándo son más pequeños -como de un año de edad- es más llevadero", porque no tienen anclada una figura específica aún, dijo Adrián, pero aseguró que cuando ya los niños se han habituado a una, la separación se les hace más difícil.

Estar lejos de los padres o cuidadores introduce a muchos niños en un estado de estrés agudo suficiente para causarles un trauma por exposición temporal a alta tensión. Estas son condiciones internas que en ocasiones no se notan a simple vista y de las cuales muchos adultos tampoco son inmunes.
"Estos albergues tienen equipo de traductores (para la diferencia de idiomas), pero mientras más pequeño es el niño podrás notar que sus verdaderos primeros intérpretes son sus padres y en ese caso no los tienen", argumentó la psicóloga Adriana Jiménez, con base en su experiencia con niños y en cooperación internacional.
Según señalaron las psicólogas, cuando no hay referentes en padres o cuidadores, los niños empiezan a interpretar el mundo con las pocas herramientas que toman. Una precariedad emocional que inicia los traumas.
"Muchos niños lloraban, gritaban, le daban patadas a las paredes deseando saber dónde estaban sus padres y lo único que hacían en el albergue eran inyectarlos (con tranquilizantes)", comentó Lima con base en la experiencia de su hijo.
A largo plazo y de no tratarse estás problemáticas desde el punto de vista psicológico, según las especialistas, los traumas pueden ir carcomiendo a los niños y hacer que sean adultos con múltiples disfuncionalidades de cara a la sociedad y el tipo de relaciones interpersonales que establecen.
En defensa de los albergues, aseguran que no todo depende de estos: "Si un niño tenía un núcleo que lo sostenía, llámese padres o cuidadores, desde su primera infancia, tendrá más herramientas para sobreponerse a estas experiencias", señaló Adrián.
La resiliencia -capacidad de adaptarse a situaciones adversas- es algo que solo el tiempo dirá si muchos de los menores, que ya tienen años separados de sus padres, pudieron desarrollar. La mayoría de sus contextos de origen hacen imaginar entornos difíciles para ello, caracterizados por la miseria, marginación y violencia.
Así como su hijo, Ernesto Lima también dijo sufrir secuelas de estrés postraumático. Él no solo estuvo preso cuando lo separaron, también estuvo -por más de un mes- en Calexico al buscar su reencuentro en 2019. Aseguró que las secuelas le incapacitaron.
"A raíz de todos esos daños que tuve en mi cabeza no pude dormir bien nunca más, me detectaron una enfermedad que se llama vértigo y me solía desmayar. Hasta la fecha todavía estoy en recuperación, entonces mi hijo -ya de 18 años- es el que está trabajando", contó Lima.
Sueños y recuerdos repentinos lo llevan al momento en que estaba encadenado frente a su hijo, relató. Mientras tanto, muchas de las familias separadas también se sienten con las manos atadas.
Una crisis sobre otra
"Muchas familias no tienen cómo navegar por un proceso de defensa de su caso, o por lo menos conseguir un abogado", explicó Carol Donohoe, quién ha defendido a muchas de estas familias.
Ernesto y su hijo viven en Estados Unidos, pero los tribunales todavía no les dan un estatus migratorio estable ni para trabajar legalmente. Lo que han podido avanzar no hubiese sido posible sin organizaciones como Al Otro Lado, por sí solos estarían desvalidos.
"Estoy muy decepcionada porque no se puede hacer más. Hay familias esperando procesos por largo tiempo, nuestro propósito es que se resuelva tan pronto sea posible", comentó la abogada.
Cada caso de una familia separada de sus niños tiene sus propias aristas, complicaciones, señalamientos legales y hasta dificultades para el contacto con familias de bajos recursos en países pobres.
Las crisis inmediatas están en cada nuevo caso en la frontera sur, pero las futuras se pueden estar fraguando en las salas de espera de los tribunales y en los refugios de menores sin país, ni familia.