
Los latinos en Estados Unidos somos muchos, pero votamos poco. De los 32 millones de latinos que pueden votar en este país, la mitad o 16.1 millones, lo hicieron en la elección presidencial del 2020. Se trata de una cifra récord, pero todavía por debajo del potencial que tiene este grupo, si consideramos que el porcentaje de participación nacional superó el 66% del padrón electoral. De ahí surge el término del “Gigante Dormido”. Pero aceptar la idea de que los Latinos no estamos interesados en participar activamente de la vida política en este país, es perder de vista las barreras estructurales y culturales que restringen esa participación. Sería más justo decir que los latinos en Estados Unidos somos muchos, pero nos limitan a votar poco.

Uno de los mejores ejemplos de esto ocurre en el estado de Texas. La población latina representa casi el 40% de los 29 millones de habitantes de Texas, pero históricamente ha tenido los niveles de participación electoral más bajos en todo el estado. Lo mismo ocurre con la representación política de la comunidad. Apenas uno de cada diez puestos de elección popular es ocupado por funcionarios latinos.
Claro, no es coincidencia que Texas tenga una de las leyes electorales más restrictivas del país y que el diseño de sus distritos electorales busque diluir el poder político de los latinos. Es como si el partido empezara 5 goles a cero y luego culpáramos al equipo perdedor por no echarle ganas.
Lina Hidalgo es una inmigrante colombiana que llegó a Estados Unidos cuando tenía 15 años. En 2018 se convirtió en la primera mujer y la primera latina en gobernar el condado de Harris, el más poblado de Texas. Desde entonces una de sus prioridades ha sido fomentar la participación de los votantes latinos y aumentar la representación de su comunidad en el gobierno. Gracias a una serie de reformas implementadas durante su administración más de 2.3 millones de personas en el condado de Harris pudieron votar en la casilla electoral de su preferencia en 2020. Para lograr esto, Hidalgo asignó más de $17 millones para contratar a 12,000 trabajadores electorales, triplicó la cantidad de lugares de votación anticipada en todo el condado, amplió el horario de votación y proporcionó transporte gratuito a las urnas.
El condado Harris que incluye la ciudad de Houston y tiene la segunda población hispana más alta en Estados Unidos después de Los Ángeles, registró niveles de participación nunca vistos durante las elecciones presidenciales de 2020.
“En el condado Harris, ubicado en el estado con una de las leyes de votación más restrictivas del país, organizamos la elección más accesible de nuestra historia en 2020. Tuvimos casillas para votar desde el auto y casillas que permanecieron abiertas las 24 horas. Abrimos más lugares para votar en todo el condado y los electores en ambos lados del espectro político respondieron con niveles de participación que rompieron todos los récords. Este esfuerzo provocó la creación de una serie de leyes que buscan suprimir una mayor participación electoral en Texas y que están logrando justamente eso”, comentó Lina Hidalgo.
El aumento en la participación de los latinos en lugares como Texas es crucial, pero también lo es su presencia en otros estados en donde un pequeño porcentaje de votos puede cambiar el rumbo de una elección general. Cada vez más latinos se han establecido en partes del país en donde tradicionalmente no existía mucha diversidad. Estados como Ohio, Pensilvania, Iowa, Virginia, Carolina del Norte y hasta Georgia empiezan a tener una población latina cada vez más organizada y activa.
La elección presidencial en 2020 se decidió justamente en estados como Pensilvania en donde la diferencia entre los candidatos fue de poco más de 80 mil votos. Lo mismo en el estado de Georgia en donde la diferencia fue de 11,779 votos. Los electores latinos en estas entidades pueden marcar tanta o más diferencia que en lugares en los que tradicionalmente han representado un bloque importante de los votos.
Por eso la noción de que estamos desconectados del proceso político ignora los impedimentos específicos para el libre ejercicio del voto. Muchos latinos no emitieron sus primeros votos hasta 1975, cuando finalmente los estados fueron obligados a ofrecer boletas en español luego de que el Congreso aprobara una enmienda a la Ley de Derechos Electorales de 1965.
Una buena forma de remediar esto sería comprender mejor los temas motivan a los latinos. Las encuestas muestran constantemente a una comunidad que comparte las mismas preocupaciones que el resto de los estadounidenses: empleo, salarios, salud y educación.
Estas prioridades resultaron evidentes durante la pandemia que impactó desproporcionalmente a los latinos. Según los Centros para el Control de Enfermedades, los latinos son más propensos a ser hospitalizados y a morir a causa del Covid-19 que otros sectores de la población, y según una encuesta de NPR, el 63% de los latinos dicen que han perdido ingresos desde el comienzo de la pandemia.
En vez de impulsar sus campañas solo meses antes de cada elección, los actores políticos deben tener una presencia constante en nuestras comunidades. Los latinos se comprometerán con el proceso político en la medida en que el proceso se involucre con ellos, y actualmente el grado de ese compromiso se puede caracterizar como demasiado poco, demasiado tarde.
No obstante, las restricciones al voto no deben ser vistas como un problema latino, sino como un problema estadounidense. El historiador presidencial Jon Meacham decía que hasta 1968 todas las elecciones en este país se llevaron a cabo bajo alguna forma de “apartheid electoral” que discriminaba a las llamadas minorías raciales. Esta historia es particularmente importante hoy, ante los esfuerzos de algunos políticos republicanos que buscan crear barreras de votación para los electores de tendencia demócrata, incluidos, y quizás en particular, los latinos.
Es el deber cívico de todo ciudadano estadounidense votar, pero un gobierno que se dice democrático tiene que encontrar a sus ciudadanos a mitad de camino y facilitar el acceso al proceso. Si el proceso electoral no es un ejercicio inclusivo, entonces no es democrático. O todos vivimos en una democracia, o ninguno de nosotros lo hace.