Dos mundos paralelos
Dos eventos casi simultáneos recientes revelan que el mundo de hoy es radicalmente distinto del que vivíamos hace apenas una semana. Mientras misiles rusos destruían un edificio gubernamental y la principal antena de TV, y la caída de Kiev y Járkov luce inminente, Anthony Blinken, Secretario de Estado, lanzaba una fuerte diatriba contra la invasión en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, pidiendo la salida de Rusia del Consejo de Seguridad. Ambas circunstancias no hacen sino constatar que EE. UU. (y en buena medida Europa) y Rusia viven dos mundos paralelos. El orden internacional construido durante la Guerra Fría y rehecho tras el colapso del imperio soviético se ha cerrado. Incluso las Naciones Unidas como principal organismo mundial, cada día luce más irrelevante. De caer el telón en Ucrania se abre uno nuevo que todavía no terminamos de comprender.
¿A dónde va la invasión?
No está claro todavía el desenlace de la invasión, pero dos cosas parecieran claras: por una parte, el ejercito ruso ha tenido inconvenientes importantes en el despliegue de sus fuerzas, pero esperan ocupar total o parcialmente a Ucrania. Por la otra, los ucranianos, de la mano y el espíritu de su presidente Zelensky, van a luchar denodadamente hasta el final.
En el avance ruso hay muchas especulaciones, sobre conscriptos con escasa experiencia, la casi inutilidad de su aviación y el alto número de muertos (algunas fuentes hablan de 6 mil), que por supuesto Rusia niega. Lo que sí es cierto es que el avance ha sido lento, sus primeras incursiones obstaculizadas, salvo en el sur, donde cayó Kherson, primera ciudad importante. Al parecer el uso cauteloso de la aviación se debe a la disponibilidad por parte de Ucrania de armamento antiaéreo muy efectivo, especialmente drones provenientes de Turquía.[1] Pero probablemente sea cuestión de tiempo antes de que se movilice con mayor fuerza. En resumidas cuentas, la ofensiva rusa ha pasado a una segunda etapa donde predominan los ataques con misiles y bombardeos, para producir el máximo de daño a la infraestructura e incluso a edificios públicos y civiles. Como consecuencia, el número de bajas civiles se ha incrementado.
Ucrania, en tanto, ha resistido heroicamente, logrando obstaculizar el avance ruso y esa situación pudiera hacerse más grave cuando las tropas rusas entren a las grandes ciudades, donde redes de civiles probablemente se incorporen activamente a la resistencia, con apoyo externo. Pero los dados están cargados. La superioridad militar rusa es evidente y Putin tiene la voluntad de seguir hasta cumplir su voluntad.
Geopolítica, el principal alimento de Rusia
Al parecer, todo el mundo se equivocó con Rusia. Las continuas amenazas y la negación del derecho a la existencia de Ucrania como nación independiente fueron tomadas como un forcejeo para conseguir concesiones de la OTAN, hasta que se hizo evidente que la acumulación masiva del ejército ruso en la frontera con Ucrania y en Bielorrusia y las informaciones obtenidas del Kremlin tenían como propósito aplastar a Ucrania.
¿De dónde proviene esa visión sobre la carencia de seguridad de Rusia, que pudiera interpretarse como paranoide? Ella está basada en el mapa resultante de la caída del imperio soviético, que vio disminuir radicalmente las fronteras de protección rusas de las que disponía tras la Segunda Guerra Mundial. Piénsese solamente en que buena parte de los países de su periferia se incorporaron a la OTAN: la República Checa, Hungría y Polonia a finales de los 1990 y Bulgaria, Estonia, Letonia, Rumanía, Eslovaquia y Albania en la siguiente década. En 2004, tras doce años del colapso de la Unión Soviética, salvo Rusia todos los países del Pacto de Varsovia se hicieron miembros de la OTAN o de la Unión Europea. Esa expansión de la OTAN sirvió para alimentar los recelos rusos sobre su fragilidad. La invasión de Ucrania persigue cambiar el teatro geopolítico de esa parte de Europa a su favor.
La otra cara de la moneda es el destino vivido por los países bajo la órbita soviética. Basta pensar en el Holodomor, la hambruna de Ucrania de 1936 inducida por la Unión Soviética, las invasiones de Hungría y Checoslovaquia y en general el aplastamiento de las libertades civiles en todo el imperio.
¿Y si se sale con la suya?
De triunfar la invasión, depuesto Zelensky y sustituido por algún títere, el panorama geopolítico en Europa cambiaría de un plumazo. ¿Se conformará Putin con sumar por la fuerza a Ucrania a la lista de los gobiernos cercanos que lo apoyan? ¿Optará por desestabilizar a otros países limítrofes? Esas son preguntas que deben estar rumiando diariamente los líderes de Occidente. Por lo pronto las naciones del Báltico (Estonia, Latvia y Letonia) estarían a merced de la voluntad de Putin. Lo mismo puede decirse de Polonia, país que todavía guarda una negra memoria de los tiempos cuando Hitler y Stalin se dividieron el país en dos.
Dependiendo de que pueda garantizarse o no la seguridad de esos países, todos miembros de la OTAN, el equilibrio militar de Europa será frágil e imprevisible. ¿Nos lleva ese escenario a las puertas de una Tercera Guerra Mundial? No necesariamente. Europa y Estados Unidos no se quedarán de brazos cruzados. Está claro que no intervendrán directamente en la invasión, pero ya se están preparando para el mundo que viene, que el expresidente ruso Medvedev recientemente denominó “The Brave New World” (el nuevo y aguerrido mundo).[2]
Rusia no las tiene todas consigo
Una consecuencia de la invasión para Rusia, amén de las brutales medidas económicas y financieras de la mano de EE. UU. y la Unión Europea, es su casi total aislamiento internacional. La Asamblea de Naciones Unidas que aprobó la declaración condenando la invasión fue aprobada por 141 votos a favor, 35 abstenciones (entre ellas China, Irán, la India y Cuba), y sólo 5 votos en contra (Rusia, Bielorrusia, Corea del Norte, Eritrea y Siria).[3] Las medidas económicas siguen aumentando, como el cierre del espacio aéreo de numerosos países, el cierre de actividades de gigantes del comercio, la negativa de grandes compañías como Apple de seguir en el mercado ruso. Y la lista sigue. Aún obteniendo la victoria militar en Ucrania el mundo post-invasión va a ser muy duro para Rusia y su reconstrucción. Probablemente no haya una Tercera Guerra Mundial, pero lo que sí seguramente va a ocurrir es el inicio de una Segunda Guerra Fría.
Más allá de la geopolítica
Múltiples analistas se han enfocado en los cambios psicológicos de Putin, sugiriendo que lo que lo impulsa a invadir es la brutalidad de su gobierno, crecientemente dictatorial y personalista, o algún delirio producto de la necesidad de proyectar fortaleza internacional Es cierto que Rusia perdió ventajas geopolíticas que la hicieron pasar de un vasto imperio a una nación de segunda en lo económico y muy disminuida en su influencia mundial. Pero detrás de la obsesión de Putin hay más.
El colapso del imperio soviético dejó a Rusia en medio de un gran vacío, no sólo económico y político, sino también existencial. Rusia nunca ha formado parte de Occidente, eso lo sabemos. Ya el filósofo británico Isaiah Berlin,[4] de origen ruso y con un profundo conocimiento de ese mundo, lo advertía cuando analizaba a los grandes escritores rusos, Tolstoi entre ellos, y advertía la constante presencia de la lucha entre una tradición quebrantada y la modernidad elusiva. Incluso durante la era soviética, el comunismo fue la manera rusa de darle vida a un mundo espiritual que rechazaba los modos de occidente.
De modo que al disolverse el imperio cuyo centro era Rusia, y frente a la amenaza del modo de vida liberal y democrático, surgieron las búsquedas de nuevos caminos, más allá del comunismo perdido o del fascismo tan combatido. Este es un capítulo poco explorado por quienes se especializan en Rusia, pero hay indicios de que la procesión va por dentro. Un ejemplo de esa búsqueda de una vía distinta al liberalismo encarnado en Occidente es Aleksander Dugin,[5] el autor de La Cuarta Teoría Política, de quien se dice es una de las fuentes de inspiración de parte importante de la élite política y militar rusa. Hijo de varias generaciones de militares rusos, Dugin, tras incursionar sin éxito en la política postsoviética, publicó a fines de los años 90 uno de los manuales de geopolítica mas usados por los oficiales rusos y luego se acercó a ideólogos de la derecha francesa. Su planteamiento puede resumirse en que frente a la derrota de los enemigos del liberalismo (comunismo y fascismo), la hegemonía de este último terminó vaciando el mundo de la política. Frente a ese vacío Rusia tiene una oportunidad de liderar en los hechos esa nueva vía. Cuánto de ese tipo de pensamiento está tras las ambiciones de Putin es difícil de trazar, pero al parecer ha sido muy influyente en la manera de pensar de la élite rusa, que como ha quedado demostrado una vez más, rechaza la democracia y el derecho de los pueblos a su autodeterminación.
[1] “What happened to Russia's Air Force? U.S. officials, experts stumped” Reuters, 1 de marzo, 2022 https://www.newsbreak.com/news/2529420709707/what-happened-to-russia-s-air-force-u-s-officials-experts-stumped?noAds=1&_f=app_share&s=i3
[2] Dimitry Medvedev, “German Chancellor Olaf Scholz has issued an order to halt the process of certifying the Nord Stream 2 gas pipeline. Well. Welcome to the brave new world where Europeans are very soon going to pay €2.000 for 1.000 cubic meters of natural gas!” Twitter, 22 de febrero, 2022. https://twitter.com/medvedevrussiae/status/1496112456858574849
[3] “UN passes resolution condemning Russian invasion of Ukraine”, The Hill, March 2, 2022. https://thehill.com/policy/international/596532-un-passes-resolution-condemning-russian-invasion-of-ukraine
[4] Isaiah Berlin, The Proper Study of Mankind, Ferrat, Straus and Giroux, New York, 1997
[5] Aleksander Dugin, La cuarta teoría política, La nueva república, Barcelona, 2013