El misil, bomba o cohete del miércoles 9 de marzo fue certero. Dio en el perfecto blanco de una maternidad y hospital infantil en Mariupol, ciudad ubicada en el sur de Ucrania y que hasta el momento se encuentra sitiada, sin acceso a agua, electricidad y muy pocos otros servicios públicos. No es el primero ni será el último en causar la destrucción de edificios civiles, difícilmente un objetivo militar en la brutal guerra que libra Putin contra Ucrania. Habría que recordarle a Putin: si así son los “hermanos”, ¿qué podemos esperar del resto? En todo caso, ¿a qué estrategia atiende? ¿Qué busca Putin con una ofensiva de tierra arrasada? ¿Tendrá Putin y el alto mando militar ruso que dar cuenta de sus acciones frente a la justicia internacional?
Una guerra torcida
Cada día que pasa en una guerra que minuto a minuto luce más absurda lleva a pensar que Putin se equivocó de largo a largo. Como ocurre a veces con ciertos líderes mundiales que creen tenerlas todas consigo, Putin subestimó cosas que no debía subestimar y sobrestimó otras que resultaron un mentís a su aureola de hombre de cabeza y fría y sentido estratégico. Subestimó a los ucranianos—incluyendo a su presidente Zelensky, quien se ha revelado como un gran líder para tiempos de guerra—y a su pasión por defender lo logrado en el poco tiempo que lleva la nación en una trayectoria democrática. Pero también subestimó la capacidad de los países occidentales—de hecho, sus verdaderos enemigos en su enloquecida percepción de los hechos—en ponerse de acuerdo para enfrentarlo. Lo que ha conducido a sanciones económicas y financieras que cada día condenan a Rusia a un aislamiento casi total del resto del firmamento mundial. Logró Putin así el milagro de lo que pudiéramos llamar una globalización al revés, conduciendo como ha dicho Tom Friedman, en el New York Times[1], una potencia como Rusia terminando muy pronto como una Corea del Norte gigante.Pero igualmente sobrestimó la propia capacidad militar de Rusia. Lo que inicialmente quiso que fuera un blitzkrieg, a la manera como operaba el ejército nazi durante buena parte de la Segunda Guerra Mundial, se ha convertido en una operación lenta, difícil de avanzar, con una logística costosa y complicada y con la moral muy baja de sus soldados. De allí que se haya visto obligado a lo que presenciamos hoy: a una estrategia de tierra arrasada que vaya destruyendo ciudad tras ciudad, hasta que pueda lograr controlar la porción oriental de Ucrania e incluso—difícilmente según parece—al país todo. Y ello ha obligado al ejército a bombardear azarosamente infraestructura y edificaciones civiles que han ido colapsando las ciudades en un esfuerzo por reducir a cenizas la resistencia del ejército de Ucrania y la ciudadanía ucraniana.
A lo mejor Putin piensa que no habrá consecuencias, que, una vez logrado su objetivo, si es que lo logra, habrá cambiado el tablero geopolítico europeo, consagrando su dominación de una parte del espacio que perdió Rusia cuando encabezaba el imperio soviético y que se ha ido incorporando lentamente al mundo occidental.
Pero sí hay consecuencias
Si algo ha aprendido Europa y una parte creciente del mundo es que una guerra mal manejada que dirija sus objetivos a la población civil tiene consecuencias. La experiencia más reciente en el teatro europeo fue la guerra en los Balcanes. Aunque allí se reunieron otros elementos—religiosos y raciales—que no están presentes en la guerra de Ucrania, el resultado fue la creación de un tribunal especial (el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia) en 1993 que duró hasta 2017 y que levantó acusaciones a 161 individuos, sentenciando a 91 de los perpetradores, entre los cuales se incluye a Radovan Karadzic, también conocido como “el carnicero de Bosnia”, expresidente de una república autónoma dentro de Bosnia y Slobodan Milosevic, presidente de Serbia entre 1989 y 1997,[2] quien murió en una celda mientras era juzgado por el Tribunal.
Una consecuencia inmediata de la actuación del Tribunal de la ex Yugoslavia fue la creación de la Corte Penal Internacional (CPI), tras la aprobación del Estatuto de Roma para su actuación en tres tipos principales de crímenes: genocidio, crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra. Los crímenes de guerra, que pareciera son los que aplican principalmente en el caso de la invasión rusa a Ucrania incluyen, entre otros, “dirigir intencionalmente ataques contra hospitales, monumentos históricos o edificaciones dedicadas a la religión, educación, arte, ciencia o propósitos caritativos… La Corte tendrá competencia respecto a los crímenes de guerra en particular cuando se cometan como parte de un plan o política o como parte de la comisión en gran escala de tales crímenes”.[3]
Cualquiera que mire las noticias internacionales por televisión habrá podido observar en directo la comisión por parte del ejército ruso de innumerables de esos crímenes: hospitales, monumentos, edificios de habitación de civiles, suministro de agua y electricidad principalmente para su uso por la población civil y pare de contar.
La CPI ya decidió actuar
No estamos hablando de lo que podría ocurrir. La CPI, por intermedio de su Fiscal, Karim A. A. Khan, del Reino Unido anunció el 28 de febrero su decisión de solicitar autorización para abrir una investigación sobre la situación en Ucrania. Poco tiempo después treinta y nueve—sí, 39—países refirieron el caso a la Corte, con lo cual la Corte ha decidido abrir una investigación sobre la situación en Ucrania desde el 21 de noviembre en adelante,[4] lo que incluye cualquier alegato pasado o presente sobre crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad o genocidio cometidos en cualquier parte del territorio de Ucrania por cualquier persona.
Todos sabemos que la justicia es por naturaleza lenta. Apenas en los últimos meses, por ejemplo, se han determinado responsabilidades y se han dictado sentencias a múltiples personas involucradas en el asalto al capitolio de hace un año. La justicia internacional puede y suele tardar más. Pero la maquinaria legal internacional se ha puesto en movimiento y no va a ser difícil determinar que han ocurrido crímenes, sobre todo crímenes de guerra. Va a costar más establecer quiénes son los culpables, pero la experiencia de la guerra de los Balcanes y los múltiples casos tratados por la CPI sobre todo en África, son indicativos de que es posible.
Tampoco será imposible establecer la responsabilidad de Putin en esos crímenes. De hecho, pareciera que Putin, como todo dictador que se respete, está convencido de que se encuentra por encima del bien y el mal y que nadie logrará alcanzarlo en su Olimpo, y menos aún hacerlo responsable por crímenes ya cometidos y por otros nuevos que seguramente cometerá. Seguirán cayendo hospitales, escuelas, edificios de apartamentos y el nuevo Zar que Rusia estrenó con esta guerra se seguirá sintiendo inmune a cualquier acusación. Pero otros como él han caído antes: Pinochet, de Chile; Ríos Montt en Guatemala; Al Bashir en Sudán (aunque por cargos diferentes); Kadarzic y Milosevic en los Balcanes; Dominic Ongwen de Uganda; Jean Pierre Bemba, ex vicepresidente de la República Democrática del Congo y cientos más.
¿Un nuevo orden internacional?
Que nadie se llame a engaño. Con su guerra anunciada Putin hizo una jugada de varias bandas: por supuesto, controlar a Ucrania y abrir un nuevo teatro en Europa, pero al mismo tiempo quebrar el orden internacional heredado del fin de la Guerra Fría, asumiendo el liderazgo de los países autocráticos que han ido creciendo en número en el mundo en la última década y, me atrevería a sugerir, ganarle la delantera a China en quién los encabezaba. La primera jugada saldrá bien a medias en el mejor de los casos. Con la segunda y la tercera fracasó estrepitosamente. Al salir de esta guerra Rusia estará más debilitada que nunca, económica y militarmente y tan aislada como Myanmar o Corea del Norte, convertida en una nación paria y con su líder amenazado de cárcel. Finalmente, China, que ha actuado ambiguamente frente a la guerra, no se va a lanzar al precipicio por un aliado tan controversial e imprevisible. Finalmente, un nuevo orden comandado por autócratas no va a ocurrir. La mayoría de países pareciera preferir un mundo con mayores certidumbres y menos sobresaltos como los que ha traído la aventura de Rusia en Ucrania.Amanecerá y veremos.
[1] Tom Friedman, “Putin Has No Good Way Out, and That Really Scares Me, The New York Times, 8 de marzo, 2022. https://www.nytimes.com/2022/03/08/opinion/putin-ukraine-russia-war.html
[2] UN International Tribunal for the former Yugoslavia, Cases https://www.icty.org/en/cases
[3] Corte Penal Internacional, Estatuto de Roma https://www.icc-cpi.int/Publications/Estatuto-de-Roma.pdf
[4] Corte Penal Internacional, Statement of ICC Prosecutor, Karim A.A. Khan QC, on the Situation in Ukraine: Receipt of Referrals from 39 States Parties and the Opening of an Investigation, 2 de marzo, 2022
https://www.icc-cpi.int/Pages/item.aspx?name=2022-prosecutor-statement-referrals-ukraine