En su sede de Kiev, el presidente de Ucrania habla con The Economist sobre la batalla de su país y la lucha de la luz sobre la oscuridad – El Tiempo Latino te trae la traducción de la reseña.
Él NUNCA QUISO una guerra y no preparó a su país para una. Puede citar a Winston Churchill, pero no es Churchill. Viste de caqui, pero les deja los planes de batalla a los generales de Ucrania. "El pueblo es el líder", declara Volodymyr Zelensky. El hombre que el pueblo ucraniano eligió como presidente en 2019 por su papel protagónico en una serie de televisión llamada "Servidor del pueblo" se ha convertido en la vida real en un servidor de su pueblo—su representante y la encarnación de su espíritu.
Mientras habla con The Economist dentro un edificio gubernamental fortificado con sacos de arena y rodeado de trampas para tanques, a Zelensky se lo ve irresistiblemente auténtico y humano (lea cómo era la sala de guerra). Es tan grande la tragedia real que vive su nación que no hay lugar para la actuación. Habla de la necesidad de armas que tiene Ucrania, de su opinión sobre el presidente Joe Biden y otros gobernantes occidentales que lo apoyan, de lo que significa la victoria (vea nuestra transcripción editada de la entrevista). Sin embargo, Zelensky habla con más firmeza de la inhumanidad de los comandantes rusos que se enfrentaron a él.
"Los invasores ni siquiera lloran a sus propias víctimas", dice. "Esto es algo que no entiendo. Unos 15.000 [soldados rusos] han sido asesinados en un mes...[Vladimir Putin] está arrojando a los soldados rusos como troncos en el horno de un tren. Y ni siquiera los entierran... Sus cadáveres quedan en las calles. En varias ciudades, ciudades pequeñas, nuestros soldados dicen que es imposible respirar por el... hedor a carne podrida".
Compara la crueldad de la maquinaria bélica de Putin con la compasión de los soldados y voluntarios que defienden las ciudades ucranianas. "Nuestros intrépidos soldados están defendiendo Mariupol ahora... Podrían haberse ido hace mucho tiempo, pero no van a abandonar la ciudad". Tras 31 días de bombardeo y asedio, siguen luchando—no porque Zelensky lo haya ordenado, sino porque "dicen que deben quedarse y enterrar a los muertos en acción y salvar la vida de los heridos... [Y] mientras haya gente viva, debemos seguir protegiéndola. Y esta es la diferencia fundamental en la forma en la cual los bandos opuestos de esta guerra ven el mundo".
Putin y Zelensky hablan ruso nativo, pero hablan un lenguaje de poder diferente. En el mundo de Putin, donde la vida vale poco y la historia pertenece a los grandes hombres, no hay lugar para la piedad ni para Ucrania. "No creo que visualice en su mente la misma Ucrania que nosotros vemos", dice Zelensky. "Ve a Ucrania como una parte de su mundo, de su visión del mundo, pero eso no se corresponde con lo que ha ocurrido en los últimos 30 años. No creo que Putin haya estado [en] un búnker durante dos semanas o seis meses, sino más bien durante dos décadas".
Para Putin, fortaleza es igual a violencia. Cualquiera que sufra nauseas al derramar sangre es débil. Eso explica por qué el ejército ruso está utilizando en territorio ocupado los mismos métodos que utilizó en Donbás en 2014. "Están secuestrando a los alcaldes de nuestras ciudades", dice Zelensky. "Mataron a algunos de ellos. A algunos no los encontramos. A otros ya los hemos encontrado, y están muertos. Y algunos de ellos fueron reemplazados... Las mismas personas están llevando a cabo estas operaciones".
Pero si la debilidad significa humanidad, entonces es esta debilidad la que hace fuerte a Zelensky—y es la razón por la cual la bandera ucraniana ondea tanto en Whitehall como en la Avenida Pensilvania. Él celebra la manera en la cual los ucranianos de a pie "agitaban sus manos en medio de las calles para detener a los tanques", como hicieron en Jersón, una de las ciudades ahora ocupadas por las fuerzas rusas. "Decidieron levantarse y hacer esto por su propia voluntad. No podría haberles ordenado que no lo hicieran ni que se lanzaran bajo las bandas rodantes de los tanques", dice. "Me quedaré con esta gente hasta el final".
Es enfático en cuanto a cuál será ese final: "Creemos en la victoria", dice. "Es imposible creer en otra cosa. Ganaremos sin duda porque ésta es nuestra casa, nuestra tierra, nuestra independencia. Es sólo cuestión de tiempo". Sin embargo, conseguirlo no sólo depende del espíritu de lucha de los ucranianos, sino también del apoyo de Occidente. Si Ucrania quiere defender su modo de vida, necesita tanques, vehículos blindados y aviones militares; y los necesita ya.
"[Occidente] no puede decir: 'Los ayudaremos en las próximas semanas'", argumenta Zelensky. "No nos permite desbloquear las ciudades ocupadas por Rusia, llevar alimentos a los residentes allí, poner la iniciativa militar en nuestras manos". Y por muy fuerte que sea el espíritu del pueblo ucraniano, Rusia tiene más armamento. "Los rusos tienen miles de vehículos militares, y siguen llegando constantemente. Aunque no debemos bromear en esta situación, a veces me parece algo cómico. Hay algunas ciudades en las cuales hay tantos tanques que no pueden salir de ellas. Tienen atascos de tanques", señala.
Zelensky divide la OTAN en cinco bandos. En primer lugar están los que "no les importa que haya una guerra larga porque significaría agotar a Rusia, aunque eso implique la desaparición de Ucrania y sea a costa de vidas ucranianas". Otros quieren que terminen rápido los combates porque "el mercado ruso es grande [y] sus economías están sufriendo". Les gustaría que Rusia mantenga ciertos mercados. Un tercer grupo de países, más diverso, "reconoce el nazismo en Rusia" y quiere que Ucrania prevalezca. A ellos se unen los países liberales más pequeños que "quieren que la guerra termine pronto a cualquier precio, porque piensan que las personas son lo primero". Y por último están los países avergonzados que quieren la paz ahora y de cualquier manera posible, porque son "las oficinas de la Federación Rusa en Europa".
Zelensky alaba a Estados Unidos y a Gran Bretaña. Aunque señala que las complejidades de la política estadounidense han provocado a veces demoras, reconoce que Biden se compromete cada vez más. Pero Alemania, dice, está tratando de encontrar un equilibrio entre Rusia y Ucrania. "Tienen una larga relación con Rusia y están mirando la situación a través del prisma de la economía", dice. "Pueden ayudar, si hay presión interna para hacerlo, y pueden dejar de hacerlo cuando vean que lo que han hecho es suficiente". Cuando se le preguntó por qué líderes como el presidente de Francia Emmanuel Macron no suministran tanques para ayudar a que gane Ucrania, respondió que "le tienen miedo a Rusia. Es así de simple".
Zelensky se siente igualmente frustrado por la naturaleza reactiva de las sanciones, que están diseñadas para castigar a Rusia por lo que ha hecho y no para evitar que vaya más allá. Las sanciones existentes tienen lagunas. El mayor banco de Rusia, Sberbank, por ejemplo, no ha sido excluido del sistema de pagos SWIFT porque es una de las principales formas en las cuales Europa paga por el gas. Se mencionó un embargo de petróleo y gas, pero hasta ahora Europa no lo ha aplicado, aunque Estados Unidos sí ha ordenado uno. "Lo primero es ponerse en nuestro lugar y actuar de forma preventiva... Estamos escuchando que la decisión depende de si Rusia lanza un ataque químico contra nosotros. Ese no es el enfoque correcto. No somos conejillos de indias".
¿Y cómo cree Zelensky que será la victoria de Ucrania? Hace una pausa. Cada uno tiene su propia versión de la victoria y la derrota. Para Putin la victoria consiste en la destrucción de Ucrania como antítesis de Rusia, y en el asesinato de personas que tienen libre albedrío y que han puesto la vida y los sentimientos humanos por encima del Estado, la ideología o la religión. Cuando Zelensky finalmente habla, habla de la vida y de todo lo que conlleva -humanidad, compasión y libertad.
"La victoria es poder salvar tantas vidas como sea posible... porque sin eso nada tendría sentido. Nuestra tierra es importante, sí, pero en última instancia, es sólo territorio". Salvar a todo el mundo, defender todos los intereses y al mismo tiempo proteger a las personas y no ceder territorio es probablemente una tarea imposible, reconoce. No sabe cuándo ni cómo terminará, pero sabe que "terminará con nosotros aquí defendiendo" la vida en Ucrania.
Nadie sabe con certeza dónde estaba Putin cuando su ejército atacó Ucrania. Pero Zelensky estaba en casa con su mujer y sus dos hijos. Fueron ellos los que lo despertaron temprano el 24 de febrero. "Me dijeron que hubo fuertes explosiones. Después de un par de minutos, recibí la señal de que un ataque con cohetes estaba en camino". Poco después del ataque de Rusia, Estados Unidos le ofreció un pasaje a un lugar seguro. Eligió quedarse.
"No se trata de ser valiente", dice. "Tengo que actuar como soy". No se preparó para el papel de héroe de guerra. "Si no sabes hacer algo de esta o aquella manera, sé honesto y ya está. Tienes que ser honesto, para que la gente te crea. No hace falta intentarlo. Tienes que ser tú mismo... Y es importante no aparentar que eres mejor de lo que eres".
En el mundo de Putin, la honestidad es una debilidad. Su poder se basa en el secreto y el engaño. El misterio y la violencia alimentan su culto a la autoridad. Puede que Zelensky esté despachando desde lo que sus ayudantes denominan como una fortaleza, pero su fuerza reside en su apertura y en su capacidad para escuchar y reflejar lo que la gente quiere de él. Es la fuerza de las personas comunes y corrientes del pueblo.
Vasily Grossman, novelista soviético y corresponsal de guerra nacido en la pequeña ciudad judía de Berdychev, en el norte de Ucrania, lo expresó muy bien en "La vida y el destino", su vasta novela sobre la segunda guerra mundial: "La historia de la humanidad no es la batalla del bien que lucha por vencer al mal", escribe. "Es una batalla librada por un gran mal que lucha por aplastar un pequeño núcleo de bondad humana. Pero si lo que es humano en los seres humanos no ha sido destruido incluso ahora, con todo lo ocurrido, entonces el mal nunca vencerá".
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