La gira en Irlanda del presidente estadounidense será el telón de fondo de su campaña para 2024.
Opinión de Edward Luce
La palabra favorita del presidente estadounidense es "malarkey", un americanismo irlandés que significa tontería. Su poeta favorito es el irlandés Seamus Heaney, ya fallecido. La fiesta que más le gusta es San Patricio. Por tanto, no debería sorprender (ni siquiera al rey Carlos III de Gran Bretaña, a cuya coronación no asistirá Biden el mes que viene) que Biden pase cuatro días en Irlanda, tres de ellos en la república. Sin embargo, es destacable. Se trata de la visita más larga que ha realizado como presidente a otro país, y el país más pequeño en recibir una visita de Estado suya.
En política, el simbolismo es sustancia. La gira ancestral de Biden va dirigida a algo más grande que el sentimiento. El héroe de la juventud de Biden, John F. Kennedy, primer presidente de Estados Unidos de ascendencia irlandesa católica, también realizó un largo viaje presidencial a Irlanda, del que dijo que fueron "los cuatro días más felices de mi vida". Fue asesinado cinco meses después. Con 43 años, Kennedy fue el presidente electo más joven de Estados Unidos. A sus 78 años, Biden es el más veterano. Como segundo católico en convertirse en comandante en jefe de Estados Unidos, Biden siente ese vínculo.
Para las personas que no son estadounidenses es fácil burlarse de los políticos que buscan beneficios en sus árboles genealógicos. También puede dejar ver un atisbo de envidia. Pocos presidentes estadounidenses de ascendencia británica (que han sido muchos) han hecho mucho hincapié sobre sus ancestros. Esto se debe en parte a que Estados Unidos nació en oposición a la corona, pero también a que es difícil definir una identidad británico-estadounidense. Aunque las raíces de Biden son mayoritariamente irlandesas, su apellido desciende de un antepasado inglés originario de West Sussex. El voto sussex-americano no es un factor importante en la política estadounidense.
Lo importante es que la idea de lo irlandés de Biden toca algo más profundo que la herencia. El prolongado viaje a Irlanda enviará dos señales: una a los votantes estadounidenses y otra a los extranjeros. El lunes, Biden volvió a dar a entender que piensa postularse a la reelección. La única pregunta es cuándo lo anunciará. El mensaje central de su campaña girará en torno a su programa para la clase media, un tema que Biden entrelaza invariablemente con ascendencia.
Incluso más a menudo de lo que recita a Heaney, Biden dice a los votantes que ser de clase media es un "valor", no una medida económica. La manera en que describe ese valor (levantarse cuando te derriban, conseguir una vida mejor para tus hijos, juzgar la honradez de una persona por el sudor de su frente) es indistinguible de cómo describe el ser de ascendencia irlandesa. Hay un rastro de charlatanería en esa confusión, pero lo bastante auténtico como para que sea buena política. Por mucho que la prensa de la Casa Blanca no soporte escuchar las anécdotas de Biden, éstas tocan la fibra sensible de muchos votantes. En el idioma de Biden, los términos "indenfenso", "inmigrante" y "salir adelante" se mezclan alegremente. Ser estadounidense-irlandés es intuir el significado del credo americano.
Nada de lo anterior se aplica a Donald Trump, de quien las apuestas siguen diciendo que será el oponente de Biden en 2024. Biden será acosado adonde vaya en Irlanda. A Trump, cuya madre nació en Escocia, se le aconsejó que se mantuviera alejado del país debido a la hostilidad local. En la visita de Estado de Trump al Reino Unido, tuvo que rodear la mayor parte de Londres en helicóptero debido a la fuerza de las protestas en su contra. Es difícil imaginar que Trump quiera ayudar con el frágil Acuerdo de Viernes Santo, el acuerdo anglo-irlandés que fue en parte negociado hace 25 años por Bill Clinton, el predecesor demócrata de Biden.
No está claro si el mismísimo Dios Todopoderoso (como diría Biden) podría persuadir al Partido Unionista Democrático del Ulster de que acepte la fórmula de reparto de poder del acuerdo, que ha dejado a Irlanda del Norte sin rumbo durante poco menos de un año. Debido a la intransigencia de los irlandeses protestantes y a los efectos del Brexit, aún es demasiado pronto para proclamar el éxito de uno de los acuerdos de paz más célebres del mundo. Pero al intentar apoyarlo, Biden está haciendo algo más que un favor a Irlanda.
Su decisión de asistir al aniversario del Viernes Santo y no asistir a la coronación de Londres envía un mensaje a Gran Bretaña, Europa y más allá. El Reino Unido no conseguirá un acuerdo comercial con Estados Unidos si pone en peligro la frontera pacífica entre el norte y el sur de Irlanda. Rishi Sunak, primer ministro británico, se lo ha tomado muy a pecho en su reciente acuerdo Marco de Windsor con Bruselas para resolver los problemas fronterizos.
Además, Biden, a diferencia de Trump, valora la Unión Europea. En la mente de Biden (y sin duda también en la de Trump) el Brexit y la elección de Trump en 2016 fueron acontecimientos estrechamente vinculados. No tiene nada de malo que un presidente estadounidense recuerde a los ciudadanos de ambos lados del Atlántico que existen vías alternativas.
Edward Luce es el editor nacional del Financial Times para EEUU y columnista sobre temas de política y economía. Anteriormente era el jefe de la oficina de Washington y también ha desempeñado otros trabajos para el Financial Times alrededor del mundo. Anteriormente era el principal redactor de discursos para el secretario del Tesoro, Lawrence H. Summers, durante la administración del Bill Clinton.
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