A medida que las temperaturas siguen alcanzando nuevos máximos en todo Estados Unidos, el impacto sobre la mano de obra es cada vez más perceptible.
Las olas de calor que baten récords han provocado protestas entre los conductores y el personal del Amazon Warehouse, que expresan su preocupación por las condiciones de trabajo, que con frecuencia superan los 100 grados Fahrenheit.
En ciudades como Orlando, donde las temperaturas de tres dígitos son la norma, las cuadrillas de servicios públicos se ven obligadas a posponer inspecciones críticas de fugas de gas.
Llevar a cabo estas operaciones con equipos de seguridad muy resistentes y bajo un calor extremo supone una amenaza considerable para la vida de los trabajadores.
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Esta situación no se limita a los estados tradicionalmente más cálidos; incluso en estados septentrionales como Michigan, los trabajadores de la construcción están reduciendo sus horas de trabajo debido al calor abrasador.
La actual tendencia al calentamiento global, responsable de las temperaturas más altas registradas en la Tierra, no muestra signos de remitir. Las predicciones indican un aumento constante de los niveles de calor.
Esta escalada de calor afectan profundamente a la productividad laboral, con estudios recientes que muestran su impacto en toda la economía.
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Las repercusiones del calor extremo ya no se limitan a sectores como la agricultura y la construcción, donde los efectos eran tradicionalmente más notables. Los efectos del aumento de las temperaturas se dejan sentir ahora en una amplia gama de sectores.
Fábricas, almacenes y negocios de restauración se enfrentan a las consecuencias. Del mismo modo, los empleados de los sectores del transporte aéreo, las telecomunicaciones, los servicios de reparto y la energía también están lidiando con las consecuencias del calor extremo.
El problema es tan grave que incluso el personal médico que trabaja a domicilio se enfrenta a dificultades.
Este problema generalizado sirve de cruda advertencia de las amplias repercusiones del cambio climático.
Destaca la urgente necesidad de que tanto las industrias como los responsables políticos reconozcan y afronten estos retos, formulen estrategias para proteger a la mano de obra y a la economía del calor cada vez más intenso.