“En ese momento sentí como un golpe y la vista se me nubló por completo. Quedé totalmente a oscuras, pero podía escuchar cómo mis compañeras pedían ayuda y a la policía, que me preguntaba cómo me llamaba; que no me durmiera”. Ese es el primer recuerdo que tiene Marisol García Alcántara sobre lo que le pasó la tarde del 16 de junio de 2021 en la ciudad de Nogales, Arizona, mientras intentaba cruzar de manera ilegal la frontera entre su México natal y Estados Unidos.
Pero lo que recibió Marisol no fue un golpe. Fue un disparo en la cabeza por parte de la Patrulla Fronteriza de Arizona, que atacó a balazos la camioneta Kia blanca que intentaba llevarla a su nuevo destino.
En una conmovedora entrevista concedida a El Tiempo Latino, la mujer -hoy de 39 años- relató casi minuto a minuto cómo sobrevivió al brutal ataque policial que le dejó secuelas de por vida.
Además contó cómo fueron los 22 días que estuvo retenida en un centro de detención pese a la gravedad de su estado de salud y los detalles de su pelea diaria por justicia. Incluso, hasta dejó un mensaje a los inmigrantes que quieren cruzar del otro lado.
Por todo lo que pasó, el caso de Marisol se convirtió en un emblema para millones de inmigrantes latinos que intentan entrar a Estados Unidos con el sueño de buscar un mejor futuro.
Pero al mismo tiempo, su historia también se transformó en un ejemplo de lucha para otro tanto de víctimas que sufrieron la violencia policial y familiares de personas asesinadas por las fuerzas del orden que nunca lograron justicia.
Es que Marisol, además, lleva adelante una disputa legal hace más de un año y medio en contra del gobierno de Estados Unidos por lo que tuvo que atravesar. No es lo único. La mujer hace parte de un grupo de víctimas de agentes policiales que demandarán al país ante la ONU por violar los derechos humanos.
La presentación se hará en la sede del organismo internacional en Ginebra, Suiza, entre el 12 y 19 de octubre. García Alcántara tiene todo listo para su viaje a Europa. Quiere que la escuchen.

Un impacto que cambió su vida
Marisol García Alcántara viajó a Estados Unidos de manera irregular para visitar a su mamá, a la que no veía desde hacía 16 años. Pero principalmente lo hizo para buscar trabajo y ayudar a su hija a que terminara de estudiar en México. Sin embargo, el tiro de la Patrulla Fronteriza se interpuso en su camino.
La mujer sobrevivió al balazo en la cabeza y pese a que ya pasaron más de dos años, todavía está en su memoria todo lo que le pasó. El recuerdo está intacto. "Desde el momento en que recibí el balazo, sentí un golpe. Puedo decir la hora y todo. Recuerdo absolutamente todo", dijo.
El ataque ocurrió un miércoles y Marisol despertó dos días después de la operación. Habló con sus familiares, quienes estaban preocupados por su salud y con incertidumbre sobre las posibles secuelas. Su relato simplemente estremece.
“Me decían ‘no te duermas, ya viene la ambulancia’. Recuerdo que cuando mi visión regresó, me saqué unos coágulos de sangre de la boca. Llegó la ambulancia, me llevaron a un hospital y me empezaron a hacer estudios. Una enfermera en ese momento me dijo que yo tenía un ángel muy grande en el cielo porque me habían dado un balazo en la cabeza y yo estaba viva. No entendía cómo pasó”, contó.
Por la complejidad del cuadro de salud, la mujer tuvo que ser trasladada de urgencia al Hospital St Joseph, en Phoenix, en helicóptero.
Los 22 días de tortura interminable de Marisol García Alcántara y una deportación irregular
Después de ser operada y despertar, fue llevada un día después al Centro Penitenciario Florence en Arizona, gestionado por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés).
Allí pasó 22 días alojada mientras curaba sus heridas. Las condiciones en las que estuvo -recuerda- no fueron las más idóneas para una paciente que recién había sido baleada en el cráneo.
La mujer expresó su frustración por la falta de atención médica y la negativa de las autoridades a proporcionarle el cuidado necesario.
“Allí no tenía atención médica. Si me dolía la cabeza, pedía una pastilla más fuerte porque sólo en ese momento me daban paracetamol o ibuprofeno. Les decía que no podía dormir. A mí me dolía muchísimo la cabeza. Ellos me decían ‘no, español, no español’. Necesitaba un médico que me revisara, que me dijera si estaba bien o si me estaba cerrando bien mi herida”, dijo. Sin embargo, no logró algo de empatía por parte de los agentes.

La víctima sufrió una hemorragia intracraneal, fractura de cráneo y de los huesos que rodean el ojo. Además, la bala y algunos fragmentos de hueso se le quedaron incrustados en el lóbulo frontal izquierdo. Hoy sufre de dolores de cabeza, insomnio y pérdida de memoria. Toma un medicamento para la prevención de la epilepsia.
“Si me sacan la bala puedo morir”, aseguró para describir de la manera más simple, pero al mismo tiempo cruel, con lo que tiene que lidiar.
Con un relato pausado producto de las secuelas del balazo, Marisol contó que al cumplirse los 22 días, una policía que hablaba español le dijo a ella y a sus compañeras que serían trasladadas a otro centro de detención para hablar con un sheriff y luego con un juez. Una leve esperanza de poder entrar a Estados Unidos nació, pero rápidamente murió.
Las llevaron efectivamente una noche a otro centro de detención. Casi de madrugada, cansadas, se recostaron en las camas. De repente llegaron agentes de Migración, pero a diferencia de lo que creían, les dieron papeles para firmar en los que decía básicamente que las iban a deportar. Algunas por cinco años; Marisol, en cambio por 20.
“Me dice, ¿tú eres Marisol García Alcántara? Tú deportación por 20 años. Así, sin ninguna explicación más”, aseguró. La mujer pidió un abogado pero las regresaron de vuelta a Florence. Nunca imaginaron lo que estaba por pasar.
Cansadas luego de la odisea, las subieron de vuelta a una camioneta y creyeron que esta vez sí podrían hablar con alguna autoridad. Pero nunca pasó. García y algunos inmigrantes se durmieron profundamente. Horas después, cuando despertaron, estaban al costado de una garita de la policía de su país, en la ciudad de Nogales, pero en el estado mexicano de Sonora.
A Marisol, sin darse cuenta, la cruzaron de vuelta a su país. No tuvo la oportunidad de reclamar por lo que le habían hecho. “Hablé con un funcionario del consulado y nos dijo ‘ustedes no tenían que salir así. Ustedes no podían salir así’. O sea, ya no pudimos hacer más nada”, lamentó. Una secuencia, por lo menos, irregular.
Una ayuda inesperada desde el primer momento
Cuando estaba en Florence, su madre recibió una llamada de la Coalición de Víctimas de Patrulla Fronteriza para ofrecerle ayuda. Al principio hubo temor ante una posible represalia, debido a quien se enfrentaban. Pero finalmente, Marisol aceptó iniciar una pelea para obtener justicia.
En diciembre de 2021 entabló una demanda civil por daños y perjuicios, aunque no sólo busca que la indemnicen con dinero. Quiere un trato justo y que reconozcan del abuso policial. La organización la ayudó a obtener su expediente médico, ya que cuando la deportaron no le dieron un solo papel.

En México, los médicos descubrieron que tenía incrustada la bala en la cabeza. Con el apoyo legal y económico, Marisol comenzó a ver una luz al final del túnel, aunque sabe que el camino todavía es largo. Pero está dispuesta a convertir su dolor en lucha.
”Una cosa dije ‘si por algo Dios me dejó mi vida, pues vamos a hacer que esto no se quede así’, agregó. Luego sumó también el apoyo de la ONG Alliance San Diego, una organización civil que le brinda asistencia de todo tipo.
Su viaje a Ginebra y un mensaje a los inmigrantes latinos
Marisol también compartió sus expectativas para su viaje a Suiza, donde buscará que su historia sea escuchada y se encuentren soluciones para evitar casos similares en el futuro.
"Espero que nos escuchen y nos ayuden para que no haya más casos como el mío. Queremos que se respeten nuestros derechos y se nos trate con dignidad (...) Yo digo siempre que hay casos peores que el mío, porque yo estoy viva. Pero hay muchos que están muertos. Muchas familias sin sus padres. Es para que nos escuchen y que nos ayuden a hacer justicia”, expresó.
La experiencia de Marisol en Estados Unidos fue extrema y lo más fácil, dijo, sería recomendarle a sus hermanos latinos que no emigren de manera irregular. Sin embargo, sorprendió con su postura.
"No sé si la respuesta que yo doy será la correcta. No les puedo decir a los inmigrantes que no vayan. En su momento yo lo hice y todos lo hacemos por necesidad, no es por gusto. Pero si lo van a hacer, cuídense mucho", aseguró.
Marisol expresó su deseo de que las autoridades estadounidenses muestren más comprensión hacia los inmigrantes. "Ellos siempre encuentran una cosa tan insignificante para justificar lo que hacen. Todos debemos ser iguales. No importa la nacionalidad, no importa el color, no importa la estatura. Pero ellos no lo creen así", añadió.
La mujer mantiene la esperanza y el deseo de que su historia pueda hacer una diferencia y finalmente le dejó un mensaje al agente que le disparó: "Para el agente de la Patrulla Fronteriza que me hirió, en su momento lo único que pude hacer fue maldecirlo, pero hoy puedo decirle gracias. Gracias porque por él conocí a muchas personas, a muchos ángeles que me han ayudado. Ojalá algún día me mire a la cara y me pida perdón".
Te puede interesar:
¿Qué pasa en Eagle Pass? El pueblo de Texas en “guerra” por la crisis migratoria
Disparan a inmigrantes que dormían en las calles de Chicago
George Floyd no cambió nada: los latinos y los afroamericanos siguen en la mira de la violencia policial