El cardenal Pierbattista Pizzaballa, máximo representante de la Iglesia católica romana en Tierra Santa, es decir, del Patriarcado Latino de Jerusalén, se mostró el lunes dispuesto a realizar un intercambio de rehenes con Hamás, ofreciéndose a sí mismo como voluntario para la liberación de algunos de ellos.
Su audaz compromiso transmitió un mensaje claro: está dispuesto a prestar todo su apoyo a cualquier iniciativa que pueda liberar a los cautivos, especialmente a los niños.
A pesar de la noble propuesta del cardenal, su realización parece improbable. Hamás, el grupo militante que presuntamente retiene a unos 199 cautivos israelíes tras su incursión por la fuerza en Israel el 7 de octubre, no ha dado ninguna respuesta al respecto.
La iglesia católica se manifiesta desde diferentes frentes, en este caso directamente en su representación en Tierra Santa. La desesperada medida o propuesta sucede luego del salvaje asalto a las comunidades del sur, que se saldó con la desgarradora pérdida de unas 1.300 vidas, la mayoría civiles.
Ya los líderes cristianos de Jerusalén, incluido Pizzaballa, emitieron una declaración en la que denuncian cualquier acto dirigido contra civiles, sin referirse explícitamente a la embestida de Hamás.
Esto llevó al ministro israelí de Asuntos Exteriores, Eli Cohen, a pedir al Vaticano que condenara categóricamente los "inhumanos actos terroristas de Hamás". Y no dejara lugar a interpretaciones ni ambigüedades.

Cohen expresó su descontento por el hecho de que el Vaticano se centrara en los civiles de Gaza, subrayando la horrible pérdida de vidas israelíes y exigiendo una condena directa de Hamás por parte del Vaticano.
Las respuestas de la Iglesia católica a la masacre del 7 de octubre han sido diversas: desde el Papa Francisco, que expresó su dolor y solidaridad con los familiares de las víctimas, hasta el Patriarcado Latino, que advirtió contra el aumento de la animosidad y la división tras semejante brutalidad.
En medio de estas tensiones diplomáticas, el Papa ha pedido la liberación inmediata de los rehenes, expresando su preocupación por las terribles circunstancias en Gaza y la angustia de las víctimas inocentes. Subrayó que el terrorismo y el extremismo sólo avivan las llamas del odio, la violencia y la venganza, infligiendo sufrimiento a todas las partes.
El llamado del Papa a una resolución pacífica del conflicto palestino-israelí refleja sus expresiones anteriores. Subrayó la urgente necesidad de paz en Oriente Medio, una paz basada en la justicia, el diálogo y el valor de la fraternidad.
Aunque la oferta de intercambio de rehenes ideada por el Cardenal pueda parecer irrealizable, pone de relieve una significativa muestra de solidaridad con los cautivos.
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