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Desmitificando a Pablo Escobar: el oscuro legado que dejó el narco más sanguinario de la historia, a 30 años de su muerte

El narcotraficante colombiano fue abatido por la Policía de Colombia el 2 de diciembre de 1993

Pablo Escobar fue abatido por la Policía de Colombia en 1993 Foto (Captura Youtube Argos Tops)

El 2 de diciembre de 1993 es una fecha que quedó marcada a fuego en la memoria de Colombia. Ese día, Pablo Emilio Escobar Gaviria, el narcotraficante más famoso de su historia y al mismo tiempo el más sanguinario, fue abatido a tiros en el tejado de una casa del barrio Los Olivos, de la ciudad de Medellín, por agentes de la Policía Nacional.

Aquel día, hace ya 30 años, los colombianos y el mundo entero, escribieron el último capítulo de una saga de corrupción, horror, sangre y poder desmedido que se cobró la vida de miles personas. Una historia que aún hoy sigue deslumbrando y al mismo tiempo horrorizando a todos por igual.

Alrededor de la vida de Escobar se tejieron cientos de mitos y leyendas. Algunos relativamente ciertos, otros alejados de la realidad. Durante años, muchos -especialmente en Medellín- lo idolatraron como un falso Robin Hood que simulaba robarle a los ricos para darles a los pobres.

Pero lo cierto es que detrás de su imagen no se esconde otra cosa más que muerte y un legado de oscuridad que Colombia todavía no ha podido enterrar para siempre. Su interés nunca fue compartir su fortuna con los desposeídos. Su objetivo siempre fue controlar el país en todos sus estamentos. Y estuvo a punto de lograrlo.

El mito en base a mentiras y muerte

La realidad es que sus métodos violentos y la devastación causada por sus actividades delictivas pintaron un cuadro mucho más sombrío. Una herencia que aún pesa. No hay un ciudadano colombiano en el mundo al que no le hayan preguntado algo acerca de Escobar. Un estigma que llevarán para siempre.

Su muerte marcó el fin de una era, pero también planteó preguntas sobre el vacío de poder que dejó y del potencial surgimiento de nuevos líderes del crimen organizado. Se creyó por un momento que el narcotráfico en ese país -y en el mundo entero- había recibido un golpe letal.

No fue así. Con su caída, surgieron otros y después otros más. La lucha de los Estados contra el narco, especialmente en Latinoamérica, sigue más intensa que nunca. Por ahora, la guerra la están perdiendo los gobiernos.

Nacido el 1 de diciembre de 1949, en la ciudad de Rionegro, departamento de Antioquia, Escobar llegaría a ser conocido como el "Rey de la Cocaína", o simplemente como “El Doctor” o “El Patrón”, apodo con el que se dirigían hacia él sus lugartenientes, sus empleados y el ejército de sicarios que creó para impartir terror en todo el país.

Sus primeros pasos como capo mafioso bajo las sombras

Comenzó su carrera criminal en las sombras del contrabando y el robo de tumbas en la década de 1960. Sin embargo, su verdadero salto a la fama y al poder real ocurrió en los años 70, cuando ingresó al mundo del tráfico de drogas. Pero no lo hizo de manera improvisada.

Entendió que debía crear una fachada con el objetivo de proteger su lucrativo negocio. Por eso, comenzó a cultivar una imagen de hombre respetable. Se contactó con políticos, hombres de finanzas y abogados. Se casó una sola vez, tuvo un hijo y una hija y cientos de amantes.

Pablo en su época en la vida política colombiana (Foto: Captura Youtube Argos Tops)

La pantalla más importante que montó es que construyó un sinfín de obras benéficas para los más necesitados, entre ellas 60 campos de fútbol, y desarrolló el programa “Medellín sin tugurios”, una iniciativa ideada para darle vivienda a los más pobres.

Por eso muchos, después de su muerte, lo idolatraron sin tener en cuenta su lado más oscuro. Un porcentaje de la población -cada vez menor- lo recuerda increíblemente con cariño.

En medio de ese plan, se erigió como el fundador y líder del Cartel de Medellín, donde estableció rápidamente su reputación como un estratega astuto y despiadado. Para la mitad de la década de 1980, su organización controlaba el 80% del comercio de cocaína a Estados Unidos.

Consolidación de la fortuna de Pablo Escobar

Su fortuna ascendió a niveles siderales. Aún hoy no hay certeza del dinero que logró amasar. Según la revista Forbes, en su momento fue uno de los hombres más ricos del mundo. Su ostentación fue tal, que incluso en la entrada de su finca, llamada la Hacienda Nápoles, puso la avioneta con la que logró llevar a Estados Unidos su primera cargamento de droga. Adentro, tenía un zoológico lleno de animales traído desde África.

El lugar fue convertido hace unos años en un sitio turístico.

Aplicó la denominada política de “plata o plomo”, qué básicamente consistía en corromper con dinero a quien fuera lograr sus objetivos. Aquel que no aceptara, le lloverían balas. Sus órdenes se cumplían a rajatabla y así creó un imperio casi indestructible.

Fue tal su nivel de impunidad que llegó a ser suplente en la Cámara de Representantes de Colombia. Fue invitado a la asunción de Felipe González como jefe de gobierno español. Pero para 1983 llegó el quiebre en la historia.

El entonces ministro de Justicia del país, Rodrigo Lara Bonilla lideró una investigación contra Escobar al comprobarse la presencia de dinero de dudosa procedencia en la política y en los equipos de fútbol nacionales. Lo acusó públicamente de ser uno de los fundadores del grupo paramilitar MAS. La guerra del Estado colombiano contra el capo mafioso había sido declarada.

El inicio de la guerra

Comenzaron con una serie de acusaciones mutuas en las que el ministro salió bien librado y demostró que Escobar mentía y que además sus dineros provenían de actividades poco claras. El país sabía que Escobar controlaba el negocio de la cocaína.

Además, a través de una investigación de la Policía, se logró desmantelar “Tranquilandia”, un megalaboratorio clandestino de producción de cocaína del Cartel de Medellín. El golpe fue certero y Escobar perdió su visa a Estados Unidos y el escaño en el Congreso nacional. Finalmente renunció pero no se quedó con la derrota.

El 30 de abril de 1984, Lara es asesinado a balazos por órdenes de Escobar, dando inicio a un período conocido como “narcoterrorismo”, en el que el líder narco y su séquito de asesinos cocretaron una serie de atentados y crímenes contra, líderes de la opinión pública, policías y políticos que se le enfrentaron.

En un momento, junto a otros capos mafiosos de su organización, huyó a Panamá. Tras declararle la guerra, crearon el grupo llamado “Los Extraditables”. El máximo temor de Escobar era ser detenido y purgar su condena en una cárcel de Estados Unidos. “Preferimos una tumba en Colombia que una cárcel en Estados Unidos”, era el lema de esa organización conformada por líderes narcos pesados.

Trató de negociar con el gobierno para volver al Colombia, pero las conversaciones no llegaron a buen puerto después de que se filtraran a la prensa. Los ataques se intensificaron a niveles nunca vistos. Por primera vez en la historia del país, el Estado tenía declarado a un enemigo público.

Pablo Escobar: herencia de terror

Entre su historial plagado de horror, se cuenta el asesinato a Gullermo Cano, director del diario El Espectador y crítico acérrimo de su actividad como narco. También es el autor del magnicidio más conmocionante de la historia reciente de Colombia: el asesinato de Luis Carlos Galán Sarmiento, líder del partido liberal y máximo candidato a ser el presidente del país en 1990.

Su grupo de asesinos hizo estallar la sede del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), algo así como la DEA local, un avión de la aerolínea Avianca con más de 100 pasajeros cuyo objetivo era asesinar a otro líder del partido de Galán. Se trató de César Gaviria, quien a la postre, se convertiría en presidente de los colombianos.

Fueron por más. El temor a ser capturados y llevados a una prisión norteamericana los llevó a cometer excesos inimiginables. Por ejemplo, secuestraron Andrés Pastrana, hijo del ex presidente Misael Pastrana y años después primer mandatario del país. Asesinaron al procurador Carlos Mario Hoyos y hasta le pusieron una bomba a la sede del periódico El Espectador.

En Medellín, por orden del “Patrón”, se ofreció una recompensa por la cabeza de cada policía de la ciudad. Muchos jóvenes humildes, con tal de ganar ese dinero fácil, aceptaron la propuesta y las calles se tiñeron de sangre.

Perpetró atentados con artefactos explosivos en varias ciudades del país, ordenó el secuestro de distintas personalidades de la vida civil y política. Asesinó a jefes policiales, dirigentes políticos -especialmente de la izquierda y del partido Liberal- y periodistas.

Pablo Escobar durante su estadía en La Catedral (Foto captura Youtube Mello Narco-historias)

La guerra entre 1986 y 1991 fue total. Jamás pudieron ponerse de acuerdo con el gobierno para establecer una tregua. Miles de de civiles perdieron la vida, más de 300 atentados se lograron y el horror invadió por completo el país.

La vergüenza de La Catedral

El 19 de junio de 1991, sorpresivamente y tras una larga búsqueda de las distintas fuerzas de seguridad, el capo ingresó voluntariamente en prisión a cambio de no ser extraditado.

Tras una negociación con el entonces presidente Gaviria, Escobar pidió ser recluido en la cárcel llamada La Catedral, ubicada en una zona rural de la ciudad de Envigado, también en Antioquia.

El argumento para que lo alojaran allí es que podría correr peligro de muerte si ingresaba a una prisión corriente. El gobierno, con tal de tenerlo controlado, aceptó.

Sin embargo, este capítulo se convirtió en uno de los más vergonzosos de la historia penitenciaria de Colombia. La Catedral no era una prisión de máxima seguridad. Era una cárcel construida a  medida por el propio Escobar, llena de lujos y con todas las comodidades propias de un hotel.

Fotografía de una camiseta con una imagen del narcotraficante colombiano Pablo Escobar, el 28 de noviembre de 2023, en Medellín (Colombia). EFE/ Luis Eduardo Noriega Arboleda

Allí, era custodiado por el propio Ejército y hasta se prohibió sobrevolar el espacio árero. Adentro, Escobar continuó con su imperio de muerte y corrupción. Dejó de traficar cocaína pero se encargó de extorsionar a otros capos de la mafia.

Sin embargo, su paranoia y sed de poder lo hicieron cometer un exceso que alertó a las autoridades: asesinó dentro de la cárcel a dos socios que supuestamente lo habían engañado. Enterado, el gobierno ordenó para julio de 1992 la intervención del penal. Pero como siempre ocurrió, Escobar se enteró antes y logró escapar antes de que llegaran los uniformados.

La fuga de Pablo Escobar y el comienzo del final

Una vez más, el líder narco se burló del gobierno y del país entero. Junto a su hermano Roberto y nueve secuaces rompieron una pared de yeso (construida especialmente con ese fin) y se fueron por en medio de las montañas.

El gobierno de Gaviria creó entonces el llamado Bloque de Búsqueda, una fuerza policial especial para dar con Escobar. Estaba conformada por la Policía Nacional, el Ejército y los cuerpos antidroga de Estados Unidos. Esta vez, la caza iba en serio.

En represalia, volvieron los crímenes y los atentados terroristas. Otra vez muertos, otra vez la la guerra. Pese a la dura arremetida de los terroristas, las autoridades asesinaron hasta marzo de 1993 a 100 sicarios y 10 jefes militares del Cartel. De a poco la organización se fue debilitando.

Llegó un punto en que Escobar perdió el control que supo tener. Muchos decidieron irse y salvar su pellejo. De a poco, el capo mafiosos fue perdiendo el poder, aunque se mantuvo oculto. En el mendio, nació la organización llamada los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar), que juró venganza contra el narco.

Detrás de este grupo estaban los hermanos Castaño, líderes paramilitares de ultraderecha, quienes se dedicarían a matar a los testaferros, contadores, abogados y familiares del capo, como también a destruir sus propiedades y minar sus finanzas. El cerco se hizo cada vez más chico. Su fin era inminente.

La muerte al lado de “Limón”

Hace 30 años, un día después de cumplir 44 años, tras rastrear sus llamadas telefónicas con lo mejor de la tecnología del momento, las autoridades finalmente lo ubicaron. En días previos, Escobar trató de poner a resguardo a su familia a través de negociaciones con el gobierno. No lo logró.

Para que cayera fue tan importante el rastreo electrónico de sus llamadas telefónicas y la operación de comando que lo dio de baja, como el no haberle permitido ubicar a salvo a su familia en el exterior. Ahí estuvo la clave. Eso lo obligó a cometer errores que permitieron ubicarlo.

La muerte de Pablo Escobar sigue siendo parte de la cultura popular colombiana (Foto EFE)

Al momento de ser descubierto en su escondite, lo cuidaba solamente un sicario: Álvaro Jesús Agudelo, alias “Limón”. El mafioso más poderoso de la historia, que supo tener cientos de guardaespaldas, en ese momento sólo era cuidado por un solo hombre. Y no era el más hábil. Cayó Roma, por qué no habría de caer Pablo Emilio Escobar Gaviria.

Al verse acorralado, Escobar intentó escapar por los tejados de las casas aledañas y recibió tres tiros. El primero procedió del fusil de un agente e impactó en la parte de atrás del hombro. Se presume que el capo caería sobre el techo de teja tras este impacto. Un segundo fue localizado en el muslo izquierdo y fiinalmente, el tercero y más polémico, fue el que alcanzó su cabeza a poca distancia. La autopsia reveló que fue este el que le costó la vida. Previamente “Limón” había sido abatido en un intento en vano por defender a su patrón.

Lavado de imagen tras la muerte de Pablo Escobar

La muerte de Escobar fue un antes y un después en la historia de Colombia. El crimen organizado nunca fue el mismo. Para bien y para mal, las cosas cambiaron. Sin embargo, en la cultura popular, la figura de Escobar sufrió una suerte de reivindicación inexplicable.

Su imagen fue usada en series, películas y novelas. Su cara se estampó en en camisetas y mantas. Se convirtió en murales y grafitis plasmados por artistas callejeros. Por un momento la narcocultura invadió a Colombia, como si el país no fuera más que banda criminales, droga y sicarios.

Escobar hoy sigue muy arraigado en la memora colectiva, aunque estará en manos de las nuevas generaciones contar siempre la verdad y recordar el legado de oscuridad y sangre que dejó una herida en la sociedad.

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