Obispo Pascual Cabrera López es originario de Quetzaltenango, un departamento en Guatemala donde se hablan dos lenguas principalmente, el mam y quiché.
Sin embargo la suya era solo la primera. Se trata de una localidad indígena en el Municipio Concepción Chiquirichapa, en donde es común crecer entre tierras con siembra y trabajar desde muy temprana edad.
Su historia no es la excepción. Sin embargo, en su adolescencia, sin hablar español y con muchos sueños, decidió emigrar a Estados Unidos.
En el pequeño caserío donde nació Cabrera no había electricidad, ni servicios básicos. Creció en austeridad y con mucha necesidad, pues le tocó empezar a trabajar desde los seis años de edad.
La educación era todo un reto, pues bajo las condiciones locales, la prioridad era poner el pan sobre la mesa y sobrevivir.
Así que no fue sino hasta los 12 años cuando empezó a asistir a una escuela, luego de que hiciera un intento previo tres años antes, pero sin resultados, pues tuvo que retirarse porque se fracturó un brazo.
“Aprendí muy poco, lo más mínimo. Era tan difícil de aprender en poco tiempo”, dice el hoy hombre de 36 años sentado en las oficinas de El Tiempo Latino en Washington DC.
La dificultad de ese entonces era que no sabía hablar español siquiera, entonces la lectura y escritura eran completamente ajenas a él. Sin embargo, justo en la capital de EEUU, desde donde habla, muestra en sus manos su primer libro de poesía: “Poemas de un inmigrantes quetzalteco”, uno de sus sueños hecho realidad.
¿Cómo llegó ahí? Pues su historia de superación y arduo trabajo, sumado a su empeño en aprender a hablar, leer y escribir el idioma, lo hizo vencer las dificultades.
Pascual Cabrera López, de trabajar en el campo a poeta
Su llegada a EEUU fue traumática, pues recuerda que vio su vida pender de un hilo, cuando casi se lo llevan los rápidos del Río Bravo, el cual cruzó para más adelante ser trasladado desde El Paso a Houston, Texas en la parte trasera de una camioneta (pickup) junto a 18 personas, una arriba de otra, cubiertas. Una vez allí, emprendió su viaje rumbo al área de Maryland, donde tenía familiares.
El solo ser capaz de hablar su lengua materna era un obstáculo. Cabrera recuerda su primer trabajo de asistente en construcción, en el que le pedían una sierra y traía un martillo. No sabía diferenciar entre las herramientas, pues su español era muy limitado.
“Yo le dije al señor que no era mi culpa, sino que hablaba poco español. Le pedí que me atendieran con más amabilidad o que me enseñara las cosas. Entonces él me llevó donde estaban las herramientas y me explicó por nombre cómo se llamaba cada una”.

Al inicio, el sueldo era $7.50 la hora. Las tareas usualmente incluían botar la basura, luego de recoger escombros. Esta labor en medio día ya estaba completada. Su entusiasmo por aprender y surgir fueron evidentes.
Así que en un mes de prueba, empezó a fijarse cómo se cortaba la madera, se clavaba y a dominó el uso del metro. Ahí le subieron el sueldo a $8.50. “Empecé a trabajar más duro y llegué a estar con uno de sus trabajadores que sabía todos los planos de la casa. Yo soy muy preguntón y quiero aprender”, comenta.
Así que al año ya sabía muchas cosas que lo hicieron agarrar fuerza y decidir mudarse para Virginia en 2008, cuando empezó a trabajar en una compañía de jardinería, de la cual hoy día aún forma parte.
De la alfabetización a los poemas
En 2015, Pascual conoció a Mario Gamboa, director ejecutivo del Centro de Alfabetización en Español, (CENAES), quien lo incentivó a estudiar en Arlington, Virginia y de donde terminó graduándose un par de años después.
Ganó consecutivamente tres concursos de deletreo de la institución, pero desde la primera vez que le dieron la oportunidad de participar, pensó en la idea del libro.
En su segundo año de estudio en el centro, recuerda que uno profesor de origen colombiano, lo cuestionó sobre su propósito en la vida. “Quiero pedirte el 100%, si quieres aprender. Si no quieres aprender nada, no vengas y no me vengas a perder el tiempo. Yo te quiero dar el 100% y tú me das los 100%”, le dijo el profesor, quien seguidamente le preguntó: “¿Qué quieres?, ¿qué quieres llegar a ser?”, a lo que él respondió: “Quiero ser poeta”.
Después de su repuesta, el maestro le dijo que a quienes se dedicaban a ese oficio los tildaban de locos, y el él sin problemas dijo que estaba dispuesto, que sí, que eso es lo que quería ser, pues le apasionaba escribir versos.
En un show de talentos del Condado de Arlington empezó a declamar un poema a su madre, el cual tuvo errores al inicio, en su proceso de escritura, como era de esperarse, pero luego lo perfeccionó.
En 2020 dio inicio a sus escritos, que luego recopiló para buscar a alguien que se los revisara y ayudara a publicar, un editor. No fue fácil, le cerraron muchas puertas. “Se me cerraba todo, pensé que era imposible”, relata.
Pero un día conoció a una persona que le dijo que un amigo podía ayudarle, su nombre era Martín Balarezco García, quien efecto terminó siendo el editor de su libro que lanzó en abril de 2023, con prólogo del mismo Gamboa.
“La vida nos lleva por diferentes caminos, pasamos por buenos o malos momentos, y conocemos a personas extraordinarias… En el año 2003 empezamos con las clases de alfabetización en español en Washington, DC, y en 2010 creamos la organización CENAES.
En el año 2015 conocí a Pascual Cabrera López (…) Cuando lo conocí, con mucho respeto y humildad de me dijo que hablaba el mam y un poco de español y que su sueño era aprender a leer y escribir en español y escribir poesía. Me quede sorprendido (…) y le dije: con todo gusto te vamos a ayudar a cumplir tus sueños y eres bienvenido a nuestras clases”, reza parte del escrito de Mario, en el cual resalta que el quetzalteco recibió el premio Victoria de CENAES, por ser ejemplo de superación y esfuerzo.
En la obra de este novel poeta se reflejan vivencias en Guatemala, de forma sencilla y sin muchas palabras rebuscadas, expresa sus sentimientos. Sus poemas son su manera de manifestar el amor, el dolor e incluso la injusticia.
“El Consulado de Guatemala no me dejó presentar en público mi libro, porque hay ciertos poemas que hablan de mi país, de la desigualdad, el dolor que vive mi gente, de que día y día prometen algo y la esperanza pasa más lejos de lo que ellos dicen”, cuenta.
“Creo que todos venimos con la mentalidad de triunfar y estamos en un país, que gracias a Dios, nos da la oportunidad de desarrollar cualquier actividad o negocio. La limitación no existe, mientras no la pongamos.
Las oportunidades están ciertamente abiertas para cada persona que quiera triunfar. Mi consejo a todas las personas es que no se queden con la inquietud de aprender, de saber algo más de lo que ellos saben hacer. Yo estoy comenzando a aprender”, concluye autor.