En la madrugada del 8 de diciembre de 2023, agentes de policía hallaron a Jim Irsay, dueño multimillonario del equipo de fútbol americano Indianapolis Colts, inconsciente y frío en su cama.
TMZ Sports informó que las autoridades calificaron el incidente como una "sobredosis sospechosa".
A su llegada, los oficiales encontraron a Irsay, de 64 años, batallando para respirar.
Tras aplicarle Narcan -un medicamento para tratar sobredosis de opiáceos-, Irsay mostró una leve respuesta. Los paramédicos que arribaron al lugar prosiguieron con las labores de reanimación.
Colts piden privacidad para Jim Irsay
El equipo de los Colts comunicó a Fox News que "El Sr. Irsay sigue recuperándose de su enfermedad respiratoria".
Añadieron que no darán más declaraciones sobre su salud personal e instaron a respetar la privacidad de Irsay y su familia.
A principios de mes, los Colts anunciaron que Irsay estaba en tratamiento por una "enfermedad respiratoria grave". Se esperaba que Irsay no asistiera a un evento en Los Ángeles debido a su condición.
Batalla constante contra las adicciones
Irsay confesó en una entrevista con Real Sports en noviembre que había ingresado a rehabilitación "al menos 15 veces".
Además, compartió que tuvo una experiencia cercana a la muerte al mezclar varios medicamentos durante un intento de desintoxicación.
Las luchas de Irsay con la adicción han sido notorias durante su tiempo como dueño de los Colts.
En 2014, ingresó a rehabilitación tras ser arrestado y acusado de conducir bajo la influencia y de poseer cuatro recetas de sustancias controladas.
La policía encontró varios medicamentos recetados en su posesión durante el arresto, así como más de $29.000 en efectivo.
Entre la sobriedad y el fútbol
Irsay ha trabajado como ejecutivo de los Colts desde 1984, cuando su padre, Robert, era el propietario. Tras la muerte de su padre en 1997, Irsay se convirtió en el propietario mayoritario del equipo.
Su viaje hacia la sobriedad continúa junto a sus responsabilidades profesionales, recordándonos que las luchas personales persisten, incluso bajo el resplandor de la atención pública y el estruendo de los estadios abarrotados.