El poder estadounidense sigue siendo crucial para la estabilidad internacional.
Esta semana se cumplirá el segundo aniversario de la invasión a gran escala de Rusia a Ucrania el 24 de febrero de 2022. Aunque Rusia ha fracasado rotundamente en lograr sus objetivos de guerra en Ucrania, la situación de seguridad internacional parece cada vez más peligrosa. Con el apoyo estadounidense a Ucrania tambaleándose —debido a la intransigencia de los republicanos en el Congreso—, hay temores legítimos de que la marea de la guerra pueda pronto inclinarse en dirección a Rusia. Junto a la mayor guerra terrestre en Europa desde 1945, los asistentes a la Conferencia de Seguridad de Múnich en los próximos días tendrán mucho sobre lo cual reflexionar.
En los últimos meses, el conflicto ha aumentado en el Medio Oriente. Los combates más feroces están teniendo lugar en Gaza. Pero EEUU y sus aliados también han contraatacado a las fuerzas hutíes que atacaban la navegación en el Mar Rojo. Y ha habido combates en la frontera Israel-Líbano y enfrentamientos en Siria e Irak —subrayando el riesgo de una guerra regional más amplia en el Medio Oriente. Mientras tanto, 7,8 millones de personas han sido desplazadas por los combates en Sudán —con la ONU advirtiendo sobre una posible hambruna.
Las preocupaciones de seguridad también están aumentando en el este de Asia —con renovadas especulaciones sobre las posibles intenciones bélicas de Kim Jong Un, el líder de Corea del Norte. Una relativa buena noticia es que las tensiones entre China y EEUU han disminuido un poco desde el encuentro entre Xi Jinping y Joe Biden en San Francisco en noviembre. No obstante, la rivalidad estratégica subyacente entre EEUU y China sigue siendo intensa —con temores legítimos de que ambos países sigan en curso de colisión. China también continúa hostigando a los países vecinos con los que tiene disputas territoriales —incluyendo Filipinas y Japón.
Mientras buscan justificar un mayor gasto militar, los políticos occidentales están emitiendo advertencias cada vez más oscuras. Grant Shapps, el secretario de defensa del Reino Unido, recientemente dijo que Gran Bretaña necesita estar "preparada" para la guerra y que el país está pasando de un mundo "posguerra a preguerra". El ministro de defensa de Dinamarca ha advertido que Rusia podría atacar a un país de la OTAN en tan solo tres años. Funcionarios de defensa suecos recientemente dijeron a los suecos que se preparen mentalmente para la guerra —lo cual es extraordinario para un país que no ha estado involucrado en un conflicto mayor por más de dos siglos.
Mientras los políticos occidentales tienen razón en preparar a sus públicos para tiempos más peligrosos en el futuro, hasta ahora han mostrado pocos signos de que son capaces de tomar las acciones necesarias para estabilizar el sistema, aumentando la disuasión y así reduciendo el riesgo de conflicto. Rusia ha movido su economía a un pie de guerra y China ha avanzado con su acumulación militar durante varias décadas, pero las democracias del mundo apenas están comenzando a lidiar con las debilidades de sus bases militares-industriales. También están teniendo dificultades para encontrar los nuevos reclutas militares que necesitan.
El desorden político occidental está contribuyendo al deterioro del clima de seguridad global. Mientras que la Casa Blanca de Biden ha sido firme en su apoyo a Ucrania y la OTAN —y ha hecho un buen trabajo al reunir a aliados democráticos en Asia—, la actual administración ahora puede estar viviendo a préstamo. Donald Trump es actualmente el favorito de los corredores de apuestas para volver a la Casa Blanca el próximo enero. Por lo tanto, su reciente sugerencia de que EEUU no debería defender automáticamente a sus aliados de la OTAN fue radicalmente desestabilizadora.
El resultado es que los aliados de Estados Unidos están desconcertados y temerosos, mientras que sus adversarios en Moscú, Beijing y Teherán están a la búsqueda de nuevas oportunidades. La incertidumbre sobre las futuras intenciones de Rusia y China ya es suficientemente peligrosa. Pero una América impredecible —y la perspectiva de Trump en el poder— ha añadido una nueva capa de confusión a un mundo ya peligroso.
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