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Los eslabones más débiles de la economía global están en proceso de recuperación

Algunas de las naciones más afligidas y prominentes están llevando a cabo reformas radicales ahora.

Turquía, Argentina, Egipto, Nigeria y Kenia emergen de la sombra de la inestabilidad con reformas que siguen los principios del consenso de Washington. (Foto: Haiyun Jiang/The New York Times).

Algunas de las naciones más afligidas y prominentes están llevando a cabo reformas radicales ahora.

Potencias emergentes como India e Indonesia han sobrellevado la turbulencia de los últimos años en buena forma y son ampliamente reconocidas por su éxito. Ahora, muchas de las economías más problemáticas del mundo emergente también están reformando su camino hacia la recuperación y los mercados comienzan a recompensarlas por ello.

Incluyen más prominentemente a Turquía, Argentina, Egipto, Nigeria y Kenia, y tienen cierta influencia. Estos cinco países reformadores están entre las 40 economías emergentes más grandes, por lo que su mejora también está reforzando la recuperación económica global.

Afectados por alta inflación, deuda y déficits, sus reservas de divisas se estaban vaciando cuando las tasas de interés globales subieron bruscamente en 2022. A medida que los mayores costos de endeudamiento profundizaban el deterioro de su deuda, no les quedó más remedio que cambiar.

Sus líderes —que en Argentina, Kenia y Nigeria fueron elegidos recientemente con un mandato de reforma— no lo dicen en voz alta, pero sus planes vinieron directamente de las páginas del viejo y muy criticado consenso de Washington. La disciplina presupuestaria y la atención a las fuerzas del mercado son las únicas opciones de política que funcionan cuando una nación se queda sin dinero.

Las cinco naciones reformadoras aún son ampliamente subestimadas. Hace apenas un año, estaban registrando déficits por encima del 5 por ciento de su producto interno bruto. Sus tasas de inflación eran en promedio de dos dígitos altos y más del 200 por ciento en Argentina.

Los inversionistas exigían una prima enorme para mantener sus bonos soberanos, empujando los rendimientos a 15 puntos porcentuales por encima de los bonos de EEUU, o dejaban de comprarlos. Si los apodos de mercado emergente todavía estuvieran de moda, estas economías habrían sido etiquetadas como los "cinco frágiles" de esta década.

A medida que el capital huía, sus reservas de divisas alcanzaron nuevos mínimos, registrando caídas máximas de un tercio en promedio. Al principio, los gobiernos resistieron estas presiones, tratando de estabilizar las monedas a través de controles. Eso solo creó mercados negros, donde las cinco monedas se tranzaban en promedio un 45 por ciento por debajo de la tasa de cambio oficial.

Luego vino el cambio. Los países afligidos comenzaron a ceder ante las realidades del mercado, más recientemente en Egipto, bajo Abdel Fattah al-Sisi. Después de estar en el poder durante una década, anunció sus reformas más recientes el mes pasado.

Su régimen tomó medidas para reducir el déficit recortando el gasto en nuevos mega proyectos. Se movió para estabilizar la libra, elevando las tasas de interés para combatir la inflación y permitiendo que su valor flotara libremente, lo cual elimina el mercado negro.

Si esto suena a ortodoxia del consenso de Washington, lo es. Egipto está reformando en parte para cumplir con las condiciones de alivio de los campeones del consenso, incluidos el FMI y el Banco Mundial.

Lo mismo están haciendo Kenia y Argentina, las cuales, en base a varios parámetros, se habían hundido más profundamente que los otros tres: Buenos Aires tuvo que pagar la prima más alta sobre sus bonos y enfrentó el mayor descuento en el mercado negro por su moneda.

En respuesta, Argentina se convirtió en la reformadora más agresiva. El pasado noviembre, se eligió un nuevo presidente —Javier Milei, un populista que prometió tomar una "motosierra" frente a la disfunción de su país—. Ha devaluado el peso en más de la mitad, cortó los ministerios de dieciocho a nueve, redujo la nómina pública y eliminó jets privados y otros privilegios oficiales a la vez que ha vendido cientos de empresas estatales.

En enero, el presupuesto presentó un superávit en un país que ha registrado déficits en todos los años excepto 10 desde 1900.

Incluso los casos que no buscaron alivio internacional —Turquía y Nigeria— se vieron obligados a repensar. Turquía bajo Recep Tayyip Erdoğan, una vez el candidato menos probable a reformar, ha contratado a serios tecnócratas que elevaron las tasas de interés en más de 35 puntos porcentuales y están frenando el crecimiento excesivo del crédito.

Ahora el capital está empezando a regresar a los cinco reformadores. Para ellos, la inversión extranjera directa, la cual se ha debilitado a nivel mundial, es inusualmente resiliente.

Las primas de bonos han caído al menos un 40 por ciento desde sus picos. Las acciones argentinas subieron bruscamente en anticipación de la presidencia de Milei y han subido otro 60 por ciento en términos de dólares desde que asumió el cargo.

El descuento de la moneda en el mercado negro ha desaparecido en Nigeria, y casi desaparecido en Egipto. La vida financiera está empezando a hacerse más normal.

Eso no sella un futuro brillante. Las naciones a menudo reforman en crisis y luego vuelven a sus viejas costumbres cuando pasan las tormentas. Escapar de este ciclo requiere un liderazgo que reconozca la necesidad de evitar recaídas y se comprometa con la reforma continua.

Es demasiado pronto para decir que cualquiera de los países en recuperación va por ese camino. Pero están en proceso de recuperación por ahora y eso hace que la economía global se sienta menos frágil.

Ruchir Sharma, presidente de Rockefeller International - Financial Times

Puedes leer el artículo original aquí.

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