Es fácil caer en la tragedia y la queja. Nadie quiere sentirse regañado o amenazado por escenarios que parecen tan lejanos y catastróficos como películas de ciencia ficción. Entonces: ¿qué hacer?
El cambio climático representa, sin duda, la amenaza más acuciante que enfrenta la humanidad en la actualidad. Como profesionales de la comunicación, recae sobre nosotros la responsabilidad de informar sobre esta crisis de manera precisa, responsable y comprometida. Sin embargo, esta tarea no está exenta de retos. (Especialmente cuando nuestras plataformas o medios enfrentan tantas crisis de financiamiento y escasez de personal especializado).
El cambio climático
Uno de los primeros desafíos radica en evitar caer en tecnicismos y jerga científica que puedan alienar a una gran parte de la audiencia. No se trata de simplificar en exceso la información, sino de traducirla a un lenguaje claro y accesible para todos: humanizarla lo más posible.
Un ejemplo de esto es la forma en que se comunican los aumentos de temperatura. En lugar de simplemente mencionar que la temperatura global promedio ha aumentado en 1 grado Celsius desde la era preindustrial, podemos explicar las implicaciones concretas de este fenómeno. Por ejemplo, podemos mencionar que esto se traduce en olas de calor más intensas y frecuentes, sequías más prolongadas, aumento del nivel del mar y eventos climáticos extremos más destructivos.
Es imperativo mostrar cómo el cambio climático impacta en la vida diaria, en la economía y en el futuro de las personas. Porque si bien la acción por el clima debería estar motivada por el bien común, también es importante reconocer no pocos suelen actuar más por interés propio.
Así, por ejemplo, podemos mostrar cómo las sequías y las inundaciones están afectando los rendimientos de los cultivos, lo que lleva a un aumento de los precios de los alimentos y… por supuesto, a la inseguridad alimentaria. Se puede relacionar el calentamiento global con el café matutino, la carne o el queso o el vino. “Servir el tema en la mesa cotidiana” de las personas les ayuda a visualizar el impacto y entender que no son ajenos a las consecuencias.
Se puede relacionar con el deterioro de los vehiculos o de las carreteras por el calor, por la interferencia de las temperaturas en la eficiencia de los medicamentos para tratar enfermedades mentales o presión arterial y hasta por el encarecimiento en los seguros.
Y no se trata solo de ser alarmistas o quejosos. También es posible destacar cómo la transición a una agricultura sostenible ya genera nuevos empleos y oportunidades en muchos sitios donde el panorama económico estaba en recesión, se puede hablar de como los cambios abren oportunidades de nuevos cultivos en zonas donde antes no tenían las condiciones o de casos de éxito en el reuso de materiales descartables.
Rigor y verificación
Aunque parece obvio, el cambio climático es un tema tan complejo y lleno de miles de matices que ningún comunicador debería sentirse experto. No podemos dar nada por sentado, ni siquiera la ciencia o las políticas establecidas. Debemos ser críticos, verificar la información y buscar diferentes perspectivas.
Conozco muchos casos de comunicadores que, por buena voluntad y falta de tiempo, terminaron difundiendo informaciones inexactas o falsas que les fueron suministradas por organizaciones ambientalistas (que parecen serias) pero que manipulan datos y hasta científicos con tal de fortalecer sus agendas y conseguir financiamientos para sus iniciativas.
No todo lo que se “vende” como evidencia científica está respaldado realmente por estudios hechos con rigurosidad. Además, muchos de estos estudios son “editados” según la asesoría de actores políticos que suelen “matizar” los resultados para que sean más afines a su organización o agenda.
Es buena práctica recordar también que existe algo llamado el “maquillaje verde” y consiste en individuos, empresas o gobiernos que inflan o sacan de proporción sus esfuerzos por minimizar el impacto del cambio climático y exageran sobre los beneficios de sus propias acciones para quedar bien públicamente.
Un ejemplo de esto son las falsas promesas de algunas empresas de "compensar" su huella de carbono. Algunas empresas pueden plantar árboles o invertir en proyectos de energía renovable para compensar sus emisiones de gases de efecto invernadero. Sin embargo, estas medidas no siempre son efectivas e incluso pueden tener un impacto ambiental negativo si no se hacen con la asesoría ambiental necesaria.
Muchas de las principales compañías petroleras han invertido millones en campañas de relaciones públicas para promover una imagen de compromiso con la transición energética, mientras continúan invirtiendo en proyectos de combustibles fósiles.
Así como es necesario desenmascar a los falsos héroes (o al menos no seguirles el juego) también es necesario destapar a las ‘falsas’ víctimas o personas que se aprovechan de la crisis para obtener beneficios personales o promover agendas que les favorecen.
Ira y optimismo
Es fácil caer en la tragedia y la queja, pero eso solo aumenta la apatía en el tema. Se hace canzón: nadie quiere sentirse regañado o amenazado por escenarios que parecen tan lejanos y catastróficos como películas de ciencia ficción.
Por eso, Christiana Figueres, artífice del Acuerdo de París, es siempre muy vocal al decir que debemos permitirnos sentir la rabia y la indignación ante las injusticias climáticas. Sin embargo, no podemos permitir que el pesimismo nos paralice.
Desde el periodismo está bien también cultivar el optimismo y la esperanza como motores de acción. Mostrar el poder de las alianzas, la ciencia, la innovación y la movilización social para construir un futuro mejor.
Un ejemplo de esto es el movimiento Fridays for Future, iniciado por Greta Thunberg. Este movimiento ha inspirado a millones de jóvenes en todo el mundo a exigir acciones urgentes contra el cambio climático. La pasión y el compromiso de estos jóvenes es refrescante.
Inspirar acción
Cubrir el cambio climático a veces puede sentirse como correr una maratón contínua y hasta abrumadora llena tecnicismos y de muchos actores complejos para comunicárselo a una audiencia que “no quiere saber”.
Según una encuesta realizada por el Pew Research Center en 2020, solo el 59% de los estadounidenses considera que el cambio climático es una amenaza seria para su país, a pesar de la creciente evidencia científica (Pew Research Center, 2020).
Sin embargo, cubrir el cambio climático también es una oportunidad única para hacer una diferencia real en el mundo. Los comunicadores tenemos la responsabilidad de informar de manera precisa y responsable, de inspirar a la acción y de dar voz a aquellos que más afectados se ven por la crisis climática. Con evidencia y eligiendo cada palabra para que tenga eco en las audiencias necesarias es como podemos contribuir a un futuro más justo y un planeta más sano.
Alejandra Vargas Morera
Periodista científica costarricense radicada en California.
Este artículo forma parte de la campaña Tiempo de Acción, un proyecto del diario Tiempo Latino y MEL una agencia de comunicaciones integradas, propiedad de minorías y liderada por hispanos. La iniciativa busca contribuir y favorecer la conciencia y las acciones climáticas en favor de las comunidades hispanas en EEUU.