Catalina Rodríguez Lima enfiló hacia el norte en el año 2000. No se acostumbró a Nueva York como muchos originarios de Cuenca, una ciudad de exuberante arquitectura colonial, en Ecuador. Su destino fue Baltimore, donde la esperaban un tío y una tía.
Trajo en su maleta una visa de turista, un título en hotelería y turismo, un inglés para defenderse y sus 19 años recién cumplidos. Vino con la idea de mejorar el idioma y probar suerte.
Durante dos años, entre idas y venidas de Ecuador a Baltimore se decidió aplicar para una visa de estudiante. Para Towson University, su nueva casa de estudios, se guardó la mejor ración de su vocación de voluntaria, ayudando en las tareas escolares de los niños latinos y en todo lo que tenía que ver con actividades cívicas de la ciudad.
Ese grado de compromiso juvenil le ayudó a conseguir una pasantía en la alcaldía. Con esa oportunidad, sin saberlo, estaba inaugurando su futuro laboral que la ha llevado a convertirse en lo que Rodríguez Lima resume: “Soy directora de la Oficina de Asuntos de Inmigrantes de Baltimore. Soy mamá de una niña de un año y medio, soy esposa, soy una inmigrante, soy servidora pública y muy trabajadora. Esa soy yo”.
Le faltó decir que ella incubó la idea de crear esa oficina, que es la fundadora, la primera directora, que ha sobrevivido a cuatro alcaldes y que en el camino esa agencia nacida entre 2013 y 2014 ha ido ganado peso e importancia.

“Mi trabajo no es ser señorita personalidad o simpatía. Mi trabajo es demostrar con hechos, porque al final del día me iré y lo que cuenta son los logros en favor de la gente”, dice Catalina Rodríguez Lima sin un atisbo de extravío en el tono de su voz.
Esa fuerza de convicción debió ver la presidenta del Concejo de Baltimore, Stephanie C. Rawlings-Blake en 2007, quien le ofreció patrocinarle la visa de trabajo. Años más tarde, cuando ganó la Alcaldía, la llevó a trabajar a su oficina para ser el enlace con los hispanos.
“Sabía -recuerda Rodríguez Lima- que los inmigrantes enfrentaban muchas barreras y que había que darles solución. Propuse crear una oficina, empezamos con tres funcionarios. Después vino una nueva alcaldesa y dos más y aquí seguimos”.
Con un presupuesto de $800 mil y alrededor de una docena de empleados, los inmigrantes tienen a esta oficina como la aliada que los conecta con la institución administrativa más grande de Baltimore. “Este es un trabajo invisible y de batallar con muchas agencias para que en sus planes incluyan a los inmigrantes, porque somos parte de la ciudad”, dice. Esto lo consigue con cierta diplomacia y cuidando de no quemar los puentes.
Lo que cuenta es ayudar
En Baltimore, según el último censo, el 8% de la población (292 mil 100) es inmigrante, de ellos unos 45 mil 927 son hispanos y Rodríguez Lima no necesita ponerse en los zapatos de ellos para entender su realidad, ella los lleva puestos.
Se licenció en estudios internacionales, con créditos más relacionados con Latinoamérica y una subespecialidad en literatura en español, porque, recuerda, “quería asegurarme de seguir escribiendo en mi idioma”. Todo esto fue posible con una beca. El sueño de una maestría sobre asuntos globales y seguridad humana tuvo que esperar hasta 2019, por falta de la ciudadanía y el alto costo.

Se siente bendecida de que creyeron en ella y eso lo retribuye a su vocación de servicio. “No se trata de ser perfecta, lo que cuenta es servir. En eso me he sabido mantener entera, sobre todo cuando es tiempo de cambio del gobierno local. Ayudar es mi estrella del norte, a veces no es fácil, pero es lo que me sostiene en pie y me da gasolina para seguir”, puntualiza.
Esa entrega a la comunidad hace pocos días la hizo merecedora de un reconocimiento de Pro Bono Counseling a sus esfuerzos en apoyo a las familias impactadas por el colapso del puente de Baltimore.
Un fondo para tiempos de crisis
Paradójicamente dos crisis, la pandemia y el desplome del puente de Baltimore, han puesto en primera línea el trabajo de Rodríguez Lima y de la oficina que dirige. Durante la emergencia sanitaria su departamento ideó la creación del Baltimore Immigrant Community Found para ayudar a cubrir necesidades urgentes y fortalecer la logística de las organizaciones sin fines de lucro que ayudan a los inmigrantes.
“La pandemia -apostilla- visibilizó nuestras fortalezas. Activamos el plan y como una maquinita empezamos a operar”. El fondo en ese entonces recaudó $3 millones.
El otro momento clave ha sido la caída del puente, otra vez se accionó el fondo y hasta el 10 de mayo se recibieron donaciones llegadas de todo el país por un monto de $807 mil 417. Esos recursos están siendo destinados a las familias latinas que perdieron a sus seres queridos en esa tragedia.
“Estamos pagando las necesidades inmediatas. Por ejemplo, cubrimos los gastos de los funerales, el costo de renta y los servicios, el seguro del auto y las remesas que mandaban sus familias. Esto lo haremos hasta los fondos se acaben”, dijo Rodríguez Lima. Las donaciones para esta emergencia se recolectarán hasta el 31 de mayo.
La oficina liderada por Rodríguez Lima no es agencia de entrega de servicios. Su tarea es conseguir que otras dependencias que dan atención directa extiendan sus servicios a los inmigrantes, que la información esté en varios idiomas o que sepan conectarse con los medios de comunicación de cada etnia.
“Mi rol es conocer a la comunidad, construir relaciones dentro y fuera de la ciudad, velar que las agencias ofrezcan acceso al lenguaje y abogar porque el componente inmigratorio se incluya en el diseño de las políticas de desarrollo y cuando no nos invitan al debate nosotros nos metemos”.
En ese proceso ha ido ganando experiencia, perfeccionando su inglés y convenciéndose de que si hay oportunidades como las que le dieron a ella “el límite es el cielo”.
Su gran logro
Las nacionalidades latinas mayoritarias en Baltimore son de El Salvador, México, Honduras y Guatemala, aunque Rodríguez Lima está notando más presencia de ecuatorianos, peruanos, venezolanos y nicaragüenses. El segundo grupo en porcentajes es el de asiático, seguidos de los africanos.
No por ser latina hay preferencias para la comunidad a la que se pertenece. “La oficina nació para todos los inmigrantes, no importa de qué lugar del planeta vengan”, aclara.
Sin querer hacer balances, ella sabe que la creación de esta oficina es su gran logro y entonces medita en voz alta. “Ahora parece que fue fácil, pero no pasó de la noche a la mañana. Para sobrevivir involucramos a unas 130 organizaciones y por temor a que se desmoronara decidí quedarme. No obstante, mi sueño es que algún día los inmigrantes estén tan integrados que ya no nos necesiten, pero por ahora esa no es la realidad”.