Hace más de un mes, el Tribunal de Apelación de Nueva York anuló la condena por violación dictada en 2020 contra el famoso exproductor de cine Harvey Weinstein, al considerar que el juez de este juicio prejuzgó al acusado con fallos inadecuados, incluida una decisión de permitir que mujeres testificaran por acusaciones que no eran parte del caso.
Esta decisión anuló una condena clave dentro del movimiento #MeToo y representó un retroceso en los derechos de los acusados en los juicios penales. Para muchos, especialmente para sus víctimas, significó un paso atrás en la responsabilización de los autores de violencia sexual.
La decisión, en la que se pidió que se celebre un nuevo juicio, reabrió así otro capítulo lamentable sobre las denuncias y condenas por conductas sexuales inapropiadas por parte de figuras poderosas, algo que comenzó en 2017 precisamente con una avalancha de acusaciones contra el propio Weinstein.
La Justicia emitió así un mensaje desalentador hacia las víctimas porque con esto simplemente les dio la espalda. Los efectos de esta decisión no sólo se podrían observar dentro de EEUU, sino que podrían generar reacciones similares en otros países de la región. El terreno ganado en estos años podría perderse nuevamente.
Para entender un poco más las posibles consecuencias del nuevo capítulo del caso Harvey Weinstein, pero también cómo es la situación en todo el continente en materia de abuso sexual, acoso y violencia contra las mujeres, El Tiempo Latino dialogó con Mariela Labozzetta, fiscal de la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (UFEM) de Argentina y quien además fue representante del grupo de género de la Asociación Iberoamericana de Ministerios Públicos.
Un avance para las mujeres del continente
Si pudiera decir una frase que defina el panorama judicial en la lucha contra estos delitos -en América Latina al menos- la fiscal Labozzetta la califica con una: “hubo avances y retrocesos”.
“Hay claroscuros en materia de adquisición de derechos de las mujeres y de visibilización de la temática de la violencia. Tuvo una centralidad y un pico fuerte en Argentina a partir del 2015, con la explosión del movimiento de Ni una Menos, que en ese momento la consigna era terminar con los femicidios”, recordó.

Fue un momento visagra -dice- porque dejó de manifiesto en la agenda pública las distintas violencias contra la mujer. Pero no se trataba de algo nuevo. Eran delitos que exisitieron siempre, sólo que por primera vez se hablaba de ellos como crímenes contra las mujeres por el simple hecho de ser mujeres.
Aparecieron conceptos como femicidios o feminicidios, dependiendo en cuál país se escriba. Cambiaron las legislaciones en varios lugares y los códigos penales empezaron a tipificar los asesinatos de mujeres como un delito como tal. Un avance indudablemente.
“Se habló de feminicidio como algo asociado también a la impunidad. La del asesinato de mujeres de manera sistemática y la consecuente impunidad en la investigación. Se pensó un cambio en legislaciones penales de casi todo el continente, instaurando la figura de femicidio con penas agravadas. Se dijo ‘acá hay un fenómeno que hay que atender, que tiene que ser un asunto público, que tiene que ser una cuestión de Estado’”, dijo.
La fuerza del #MeToo contra Weinstein
Estados Unidos no fue ajeno al fenómeno y en menos de dos años surgió el movimiento #MeToo, iniciado para denunciar los abusos sexuales justamente de Weinstein. Fueron muchas las mujeres -algunas muy famosas- las que se animaron a denunciar a uno de los hombres más poderosos del país.
Es decir, entre el Ni Una Menos de Argentina y el #MeToo de EEUU comenzó a generse una suerte de revolución femenina, cuyo objetivo básico era terminar con los asesinatos de mujeres y la impunidad de los casos de abuso y acoso sexual. Era hora de golpear de lleno a la cultura patriarcal.
“Se produjo algo muy fuerte en las bases sociales. Esto generó mucho impacto institucional en todos los países. A lo que ya venía ocurriendo, ahora se empezó a ver generación de ministerios en los órdenes ejecutivos, ministerios específicos de igualdad de mujeres. Se empezaron a crear unidades especializadas en los ministerios públicos para investigar la violencia de género. Fue un cambio”, explicó la fiscal.
La violencia contra las mujeres -recordó- era una cuestión privada en los hogares. “Se decía ‘el marido que le pega a la mujer es un loco’, que es una cosa como patologizar y simplificar algo que en realidad excede los hogares y que se produce no sólo en el ámbito privado”, explicó.
La mayor parte de las mujeres muere o es abusada dentro de sus hogares; corren más riesgo en su propia casa que afuera. Pero, no sólo de muertes hablamos. Los abusos, violaciones y acosos se dan casi siempre en el ámbito privado.
Para las víctimas siempre es muy complejo contar y denunciar lo que les pasa. No únicamente por la vergüenza de relatarlo una y otra vez, sino porque del otro lado hay una justicia que le cuesta mucho creer que algo así pasa. Sin embargo, millones de mujeres salieron a las calles y se animaron a decir que “a ellas también les pasaba”.
Los retrocesos pese a casos como el de Weinstein
Pero no todo fueron avances. Labozzetta recordó que “el esquema patriarcal de organización del mundo reaccionó” y ahora se observa un retroceso en muchos aspectos.
“Muchas de las mujeres y de las voces públicas que salieron a proclamar derechos y a encabezar movimientos de reclamo de derechos de los feminismos, empezaron a ser atacadas. Hay asesinatos de defensores de derechos humanos. Tenemos varios casos como el de Marielle Franco en Brasil”, dijo.
En ese sentido, la fiscal destacó que hay mucha violencia en las redes sociales e incluso contra las mujeres que ocupan lugares de poder. Hay una ola creciente de ataques públicos que ha logrado también generar disciplinamiento a las mujeres.
“Generó un repliegue de muchas mujeres, de no exponerse a amenazas, a esos discursos de odio, pero incluso amenazas bien concretas. Por eso, hubo muchos avances y algunos retrocesos”, destacó.
El efecto inemdiato: desalentó nuevamente a muchas a no acercarse a denunciar lo que les sigue pasando.
El caso Harvey Weinstein y la impunidad
Como integrante del poder judicial, la fiscal Labozzetta destacó que hay una suerte de deuda por parte del sistema a la hora de darle respuesta a muchas de las víctimas de violencia machista, ya sea femicidios, acoso o abuso sexual.
“La impunidad es un mensaje de aval y de anuencia para que esto siga ocurriendo. Si nosotros tenemos un sistema de justicia que hoy todavía es deficitario en un montón de aspectos, es porque es expulsivo para muchas mujere”, señaló.
En ese sentido, dijo que muchos procesos inician con un descreimiento de la víctima, en el que lo primero que tiene que hacer una mujer que sufrió de violencia sexual es convencer a las autoridades de que no está mintiendo. Algo que no pasa con otros delitos.

“Si alguien va a denunciar que le robaron el auto, a ningún policía se le ocurre decir ‘me parece que está mintiendo porque se está vengando de alguien’”, ejemplificó.
El tortuoso camino de una víctima
Labozzetta explicó la odisea que representa para una víctima animarse a denunciar, seguir el proceso y no decaer en el intento, a partir de los obstáculos judiciales y sociales (incluso políticos) que se le pueden presentar.
“Por ejemplo, una mujer denuncia violencia sexual. Lo primero que pasa es que no le creen y le preguntan cuál es la la intención detrás de esa denuncia. Entonces arranca con una duda respecto de si acudir al sistema de justicia, porque hay una certeza generalizada de que de que no le van a creer y de que va a ser una tortura atravesar un proceso penal en lugar de ser una instancia reparatoria”, destacó.
En algún momento -asegura- esa persona quiere que termine el camino para poder ponerle un cierre a una etapa que probablemente haya sido muy traumática y dolorosa.
“Hay gente que quiere declarar 20 veces porque es reparador y quiere que la escuchen. Y hay otras personas que declaran una vez y no quieren saber nunca más nada”, aseveró.
Sobra aclarar que casi siempre son sometidas a análisis médicos y psicológicos, a entrevistas, a declaraciones reiterativas frente muchas personas o a enfrentar a su victimario, hasta que finalmente un tribunal defina si su acusación tiene sustento o no. Muchas veces, no les creen y la impunidad se impone.
El revés judicial para las víctimas de Weinstein
El caso Weinstein dejó de manifiesto otro peligro y es cuando después de atravesar un largo proceso para buscar justicia, el poder judicial por cualquier tecnicismo, le da la espalda a la denunciante. Es decir, a pesar de pruebas y testimonios, de alguna manera termina beneficando a quien cometió el abuso. O peor, el asesinato.
Lo que pasó con el exproductor de Hollywood fue que el tribunal ordenó un nuevo juicio, lo que podría hacer que sus acusadoras se vieran obligadas a revivir sus traumas en el estrado.
Weinstein viene cumpliendo una sentencia de 23 años en una prisión de Nueva York tras su condena por cargos de acto sexual delictivo por practicar sexo oral por la fuerza a una asistente de producción de cine y televisión en 2006 y violación en tercer grado por un ataque a una aspirante a actriz en 2013.
Seguirá encarcelado porque fue declarado culpable en Los Ángeles en 2022 por otra violación y sentenciado a 16 años de prisión. Fue absuelto en Los Ángeles de los cargos que involucraban a una de las mujeres que testificó en Nueva York.

Según la agencia AP, el Tribunal de Apelaciones de Nueva York “concluyó que el juicio erróneamente admitió testimonio de presuntos actos sexuales que no han sido acusados en contra de personas que no son los demandantes de los crímenes subyacentes”.
La mayoría de la corte indicó que se trató “de un abuso de discreción judicial permitir alegaciones sin probar de nada más que el mal comportamiento que destruye el carácter del acusado y no arrojan luz sobre su credibilidad a los cargos penales presentados en su contra”.
Si bien el exproductor está encarcelado en las instalaciones de la prisión de Mohawk, en Nueva York, a unos 160 kilómetros al noreste de Albany, mantiene su postura de no culpabilidad.
El argumento: alega que todas las actividades sexuales en las que se vio involucrado fueron consensuadas.
Cuando la Justicia da la espalda
Como el caso Weinstein, hay millones de mujeres que nunca logran reparar los que les pasó. Y parte de ese problema es por deficiencia del sistema judicial. No sólo se revictimiza a la mujer sino que no se le da una respuesta atroz.
Parte del problema es que al ser delitos del ámbito privado, los únicos testigos son las víctimas. Y para un gran número de jueces, sin una perspectiva de género, no alcanza con eso para emitir condenas ejemplares o para al menos sostener fallos.
“Nunca vas a tener otro testigo. Podrían llegar a tener testigos si justo la violación es callejera. Pero eso ocurre con una en un millón. Entonces el sistema judicial no le puede decir a una víctima ‘como no tengo otro testigo, nunca voy a probarlo’. Porque entonces lo único que estás ofreciendo como sistema judicial es impunidad en estos casos. Y el mensaje es un mensaje de convalidación de la violencia sexual”, sentenció.
De hecho, dijo que este delito tiene un bajo índice de posibilidad de obtener un resultado, lo que conlleva que las mujeres no quieran ir al sistema judicial. “Si no revertimos la respuesta que se está dando en general en el mundo a este, a este fenómeno, segurá siendo un problema”, concluyó.