Oportunidad es el sustantivo que ha diseñado el mapa de ruta de Kelly Umaña. Le habría encantado que en su infancia las oportunidades se prodigaran lo suficiente para ella y su familia, así habría tenido tiempo para soñar.
Lo que sí tenía eran horas y días enteros en los hospitales y los consultorios de los dotores, llenando formularios, traduciendo diagnósticos y recetarios para su madre y su abuela, con apenas siete años. Cuando no era eso se hacía pasar al teléfono por un adulto. “Sí, soy la señora Armida Franco (su madre) y llamo para asegurarme de que no nos van a recortar los beneficios sociales”.
Con su lógica de adolescente imaginó que hacerse enfermera era una salida pragmática al trabajo de intermediaria entre los doctores, el sistema de salud y sus progenitores. “Llevo trabajando desde antes de los 9 años, a los 15 tuve mi trabajo formal como mesera. Me matriculé en enfermería porque si algo todos me reconocían es que era muy lista”, cuenta Umaña, gerente de operaciones e innovaciones de Maryland Latinos Unidos.

Descubrir que su experiencia de traductora de las historias clínicas de sus familiares era muy común entre los niños latinos de su generación le hizo pensar que o todos se hacían enfermeros o la solución estaba en otra parte. Fue una de sus maestras que le dijo: “el problema es el sistema que no facilita las oportunidades, tal vez te conviene estudiar salud pública”.
Kelly Umaña es nieta e hija de la generación de la guerra en El Salvador. Luis Umaña y Armida Franco dejaron su país cada uno por su lado. Se conocieron en DC, se casaron y de esa unión nació la niña hecha mujer, cuyo activismo y abogacía tienen sus huellas en casi todas las iniciativas, leyes y logros en salud pública a favor de los inmigrantes, en Maryland en los últimos siete años.
“Mi nombre es Kelly Umaña, nací y crecí en el condado de Montgomery. Soy latina y trabajo para ayudar a los inmigrantes a navegar en el sistema de salud. Estoy aquí para solicitar una asignación especial de $450 mil para adquirir un vehículo móvil de atención pediátrica para Casa Rubén, liderada por doctora Ligia Peralta, una pionera en atención de salud primaria infantil para las comunidades pobres”.
Este es uno de los tantos testimonios y compromisos en los que Umaña, con apenas 30 años cumplidos, se ha involucrado en aras de lograr acceso a la salud de calidad para la comunidad, derecho que ella sabe por experiencia personal les está negado.
Un bien latino al que se aferra es tener a su familia muy cerca, no más lejos de una cuadra o dos, por eso se alegró cuando supo que en Maryland University había el programa de salud pública. Allí empezó a entender por qué el sistema no funcionaba para su comunidad y por qué para ellos no había oportunidades e información.
“Me enamoré de la idea de crear programas para mejorar el acceso. Desde entonces ayudar a mi gente es lo más claro que he tenido”.

“La educación nadie te la quita”
A sus 19 años, soltera y con un recién nacido en brazos. Todas las quinielas apostaban en su contra: latina y pobre, lo siguiente era buscar un trabajo mal pagado para sobrevivir. En momentos como esos el valor de la familia fue más que evidente. Nunca la dejaron sola.
Completó su licenciatura, su maestría en salud pública y ahora mismo está terminando el doctorado en George Washington University, siempre recordando el consejo de su padre, “pueden quitarte todo, menos la educación”.
Aún recuerda cuando a sus nueve años él le preguntó: “¿Hija, sabes encender una computadora?”, ese fue el comienzo de otra responsabilidad: leer y traducir las normativas y manuales de construcción y preparar el pago de impuestos de la pequeña empresa que tenía su padre.
“Mis papás se divorciaron cuando yo era muy pequeña, pero siempre mantuvieron una buena relación y cercanía. Éramos pobres, dependíamos de los servicios sociales y de las estampillas de la comida”, cuenta Umaña. Allí está el origen de su activismo, más cuando se tiene el don de ser la “despierta de la familia” o como acostumbra a decirle su padre: “Debiste ser abogada, porque si te dicen una palabra tú tienes 100 por respuesta”.
Activismo con resultados
Su abogacía la ha llevado por los pasillos donde se consiguen fondos para el Alzheimer, la esquizofrenia, salud materna o el acceso al idioma.
Si las estadísticas de salud materna en DC han mejorado entre las latinas, un granito de arena de ese logro lo puso Umaña, al igual que para la ley de acceso a la atención de salud de las inmigrantes embarazadas e indocumentadas, en Maryland. “Mi trabajo es más atrás del escenario”, aclara.
¿Su aspiración en lo profesional?: “Que en Maryland Latinos Unidos lleguemos a tener departamentos de salud materna, salud ambiental, equidad, negocios y más. Lo bueno es contamos con la visión de Gabriela Lemus y eso es fenomenal”.
A esa tarea está entregada con el mismo esmero que pone como hincha de las competencias de fútbol y natación de sus hijos -Oliver y Penélope- y los arreglos florales, un pasatiempo que la saca de su rutina de elaborar iniciativas de salud pública, interceder por subvenciones, conferencias, mesas de debate y sacar adelante el programa de promotoras de salud.
“Ser latina es café con pan”
Cuando irrumpió la pandemia, Umaña estaba en CHEER, una organización orientada a reducir las desigualdades y facilitar el acceso a las oportunidades de las comunidades desfavorecidas. En ese momento comprobó lo inequitativo que era el sistema de salud y lo importante que era llevar información y servicios donde vive la gente.
Fue de casa en casa hablándoles de la importancia de dejarse vacunar y dónde y cómo conseguir las dosis. Golpeé la puerta de una señora de Jamaica, no me esperaba tanta alegría, se me abalanzó y me cubrió en sus brazos, me dio agua y bocadillos. Estaba tan agradecida, porque, según ella, yo acababa de devolverle la vida”, recuerda Umaña.

“Por esto hago este trabajo. No puedo cambiar el sistema, pero puedo avanzar un paso más para arreglarlo. Tenemos que cambiar la narrativa de que a los latinos no nos interesa utilizar los recursos. ¿Cómo vamos a hacer uso si no sabemos que existen?, lo vi de pequeña y lo sigo viendo hoy”, reflexiona Umaña, para quien ser latina es café con pan, alrededor de la mesa, junto con sus padres, tíos, hijos, sobrinos y su esposo. Todos hablando y riendo al mismo tiempo. Eso no me lo quita nadie”. Y que tampoco falten sus perros.