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William Yslas-Vélez: “prefiero que me llamen chicano”

William Yslas-Vélez es de origen chicano, ahora está jubilado, pero sigue abogando por más presencia de hispanos en programas de STEM. Foto: Cort. William Yslas-Vélez

Dicen los abuelos que hay que aprender a escuchar la voz de la experiencia. Esa es la sensación al prestar oídos a la historia de William Yslas Vélez, el primer doctor en matemáticas de raíces hispanas en University of Arizona y ahora jubilado.

En la partida de nacimiento lo inscribieron como Guillermo Armando Yslas-Vélez, pero en la escuela le cambiaron el nombre a William, algo que no descubrió sino hasta que obtuvo su título de doctor. “Ese no es mi nombre y todavía me molesta que me privaron de tan lindo nombre”, dice con cierta resignación.

Sus padres se desplazaron desde Sonora (México) a Tucson, donde nació. De él se puede decir que es un inmigrante de primera generación, pero nada más lejos de su verdad: “Mis ancestros no son inmigrantes, han vivido en esta región que por muchos siglos fue territorio mexicano. Antes del robo de Estados Unidos esta era nuestra tierra”.

Yslas-Vélez es de la generación de ‘la letra con sangre entra’, es decir fue de esos niños castigados en la escuela por hablar en español. El idioma de los vencidos se quedó enclaustrado en casa y para orgullo de su familia y su comunidad no lo olvidó, pero no lo lee ni lo escribe.

William Yslas-Vélez cree que todos los alumnos son capaces de aprender matemáticas si se los motiva y se persiste para que no abandonen esos esfuerzos. Foto: Cort. William Yslas-Vélez

En su juventud no apuntaba maneras que hacían pensar que un día iba a reventar las costuras de una sociedad donde los mexicanos y sus hijos solo servían para trabajar en el campo.

Yslas-Vélez era un chiquillo rebelde, sin ambiciones y fastidiado de no ser ni de aquí ni de allá. Antes de caer rendido al cálculo y las ecuaciones, por un tiempo hasta coqueteó con la idea de hacerse sacerdote.

“Nos decían que éramos mexicano-americanos, en realidad aquí nos llamaban frijoleros y cuando íbamos de vacaciones a México tampoco éramos bien aceptados porque no hablábamos bien el idioma y nos decían pochos. No me gusta identificarme como americano-mexicano, prefiero que me llamen chicano”.

Que hablen los números

La muerte de su padre fue un punto de inflexión. El chico tenía nueve años, su familia era muy pobre, pero su madre, Julia Yslas-Vélez, creía mucho en la educación. Ella terminó la secundaria en Tucson, algo muy poco común en esa época. “Mi herencia para ustedes será una buena educación”, les anunció y los matriculó a sus hijos en las mejores escuelas católicas de la ciudad.

“Mi madre tenía claro que nuestro destino era la universidad y para conseguirlo tenía tres trabajos. Mi hermano mayor es profesor de inglés, yo doctor en matemáticas y el menor es un famoso maestro de mariachi”, dice.

Ahora sus días avanzan entre la lectura y la carpintería, una afición que la conservó entre la cátedra y su defensa para que todos los estudiantes aprendan matemáticas y si les va mal hay que insistir hasta que le encuentren el gustito.

La familia de William Yslas-Vélez se trasladó de Sonora (México) a Tucson. Siempre han creído que ese es el territorio de sus ancestros. Foto: Cort. William Yslas-Vélez

Él mismo fue un mal alumno con los números y no tenía idea de que más adelante aprendería a dominar el cálculo, el álgebra y los decimales. “En las posiciones que he ocupado he sido el único chicano, pero me tenían respeto porque tenía éxito entre los estudiantes”. Con los años, sus esfuerzos se centraron en ayudar a entrar a los estudiantes en los programas de STEM.

University of Arizona se benefició de su enfoque cuando dirigió el programa de licenciatura en matemáticas y los números hablan: comenzó con 250 alumnos y terminó con más de 650.

Un matemático y un “manitas”

Si su cabeza es buena con el orden los factores; sus manos, aparte de la carpintería, le dan a la plomería, electricidad y albañilería, tanto que con su primer salario como doctor en matemáticas se compró un serrucho y un cepillo de madera. Con esas herramientas hizo los muebles del comedor, dos sofás y una mesita para tomar café.

“Siempre he trabajado con mis manos. Mi cuñado era albañil y me daba trabajo de vez en cuando, en el día era plomero y en la tarde estudiaba matemáticas”, son sus recuerdos de aquellos tiempos. “Me he esforzado siempre para convencer a muchos que hay que incluir más matemáticas en los programas de estudios en todas las carreras universitarias, porque abre muchas oportunidades laborales y salariales”.

William Yslas-Vélez ya no dicta cátedra de cálculo y decimales pero sigue trabajando como carpintero, plomero y albañil de su extensa familia. Foto: Cort. William Yslas-Vélez

Su idea no es que todos los alumnos lleguen a doctorarse en matemáticas, pero que sean obligatorias en todos los niveles. Otra verdad que le enseñaron sus años de catedrático es que ser buenos para el cálculo y los decimales no es cuestión de raza. Desde su particular visión, lo que pasa con los niños inmigrantes son vistos como alumnos de segunda clase, nadie les dice que tienen el poder de llegar lejos. Si tuviéramos maestros que los motiven y les hagan ver que si aprenden matemáticas sus vidas serían más exitosas.

Yslas-Vélez es uno de los fundadores de Advancing Chicanos/Hispanics and Native Americans in Science (SACNAS) para promover las carreras STEM en las minorías. “Hemos estado aquí por siglos y todavía son pocos los latinos que entra a Harvard, Princeton o el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).

La gran ironía, según él, es que “mientras en las olimpiadas nos representan los mejores deportistas, estamos importando profesionales extranjeros y no estamos educando a nuestra población. De eso nadie se queja, solo se lamentan de que los inmigrantes están haciendo los trabajos de bajos salarios que los americanos no quieren hacer”.

Casado, padre de dos hijos y con su orgullo de chicano como estandarte, en el prólogo de su tesis ya dejó claro: “Sí he llegado hasta aquí es porque soy Yslas-Vélez”.

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