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La historia de José Alfaro: el latino que pasó de ser pandillero a luchar contra la violencia armada

48,204 personas murieron en 2022 por lesiones relacionadas con armas de fuego (suicidios, homicidios y muertes no intencionales)

José Alfaro
José Alfaro, un latino que pasó de pandillero a luchar contra la violencia armada en Community Justice. Foto: diseño ETL

Resiliencia y superación: estas son las palabras que definen a José Alfaro, un latino que pasó de pandillero a luchar contra la violencia armada en Community Justice, una de las organizaciones más importantes de Estados Unidos. Para él, el cambio comienza desde la base y la prevención es el primer paso para proteger a las comunidades minoritarias de las armas de fuego.

“Nuestras historias no han sido contadas”, nos relata Alfaro en El Tiempo Latino. Destaca que su historia es una de muchas las cuáles realmente merecen ser contadas, pero sobretodo, escuchadas. Su objetivo es hacer llegar el mensaje de que la violencia es un problema de salud pública que afecta especialmente a las minorías.

Aunque el problema de la violencia armada no es nuevo, la crisis se ha intensificado en los últimos años, siendo las personas de color las más invoucradas. “Nuestro enfoque es hablar de nuestras comunidades de colores en Estados Unidos y también intentar lanzar pólizas para ayudar. Nuestras comunidades han batallado esta pandemia de violencia armada por décadas”.

Los entornos violentos, el fácil acceso a las armas de fuego y la falta de oportunidades son las tres razones principales por las que los jóvenes de comunidades marginadas (latinas y negras) se involucran con las pandillas. En un país donde hay más armas que habitantes, combatir la violencia armada no es un simple activismo, hay que hacer más.

De pandillero a luchar contra la violencia armada en comunidades minoritarias

Alfaro creció Nueva York y sus padres son de El Salvador, quienes huyeron de una guerra civil. Nació en una ciudad llamada “Jamaica” en el condado de Queens. Durante el tiempo en el que creció, la década de los noventa –nos cuenta– habían organizaciones de calle que estaban batallando sobre las necesidades de sus comunidades.

Yo crecí viendo la realidad que es vivir en una comunidad sin los recursos que necesitamos para salir adelante y también viendo cómo las organizaciones batallaban para que las comunidades tuvieran estos derechos como la educación, acceso a las escuelas, comida saludable y a la salud física.

El activista nos relata cómo de adolescente participó en actividades como pandillero hasta que llegó a la univesidad, donde tuvo un switch de pensamiento. “Tuve el beneficio de contar con muchas a personas a mi lado que creían que podría hacer algo más con mi vida”. Le empezó a interesar la psicología, “quería trabajar con niños y adolescentes que experimentaron lo mismo que viví en mi niñez”.

Al dar un paso para salir de las pandillas, Alfaro se enfocó que los problemas que afectan a las comunidades como las de donde creció. Sacó una maestría en justicia social. “Quería aprender un poco más sobre las realidades de sistemas que oprimían a comunidades de color y pobres. Lo demás es historia”, nos relata.

Pese a que este año se convirtió en el director ejecutivo de Community Justice, una organización comprometida a combatir la violencia armada en comunidades negras y latinas, Alfaro también comenzó su viaje en Everytown for Gun Safety, una organización nacional que lucha contra la violencia con arma de fuego.

A lo largo de su carrera, Alfaro se ha involucrado en temas sociales como la educación, la salud y la inmigración, además de su constante lucha por salvar a las comunidades de color, latinas y negras, de las armas de fuego. Su objetivo es analizar cómo la violencia armada está impactando a las comunidades de color, pero también tener contacto con estas personas, identificar las diferencias y encontrar las soluciones.

José Alfaro aboga para que los gobiernos proporcionen recursos para las comunidades vulnerables a la violencia armada. Foto: José Alfaro

Un fenómeno que golpea duro a los latinos. Durante los últimos años, Alfaro ha estado viajando por el país conociendo historias sobre cómo la violencia armada está rompiendo a las comunidades minoritarias, especialmente cómo impacta a los más jóvenes. El activista señaló que los latinos se enfrentan a los desafíos que involucran a la violencia con armas de fuego como el homicidio, la violencia doméstica y policial, el sucidio y ahora los actos de odio relacionados a la violencia política.

“Aprendimos varias cosas. Primero, hay muchas historias parecidas que nosotros experimentamos como personas latinas que es el acceso a la información, recursos de salud mental y el estigma que existe alrededor de la salud mental. También, conocimos cómo hay comunidades tan oprimidas que los jóvenes no tienen acceso a la educación y al empleo, aspectos que necesitan para que los adolescentes puedan tener vidas más saludables y prosperar”.

Relató que en las comunidades donde no hay recursos, el escenario le da un fuego a la violencia para que crezca. “Si queremos terminar con esta pandemia, tenemos que tener los recursos en comunidades que lo necesitan para que puedan prosperar”

“A veces las comunidades no tienen otra opción”

Al hablar sobre cómo pudo salir de la violencia y convertirse en un activista en contra de ella, Alfaro señaló que muchas veces en “nuestras comunidades estas son las únicas opciones para los jóvenes”. El entorno –específicamente– afecta directamente a los jóvenes que no ven otra salida para tener un “ambiente social” que unirse a estas pandillas.

Alimentar a las comunidades de actividades para los jóvenes, es primordial. En su conversación con El Tiempo Latino, Alfaro resaltó que muchas ciudades no tienen los recursos suficientes para sacar a estos jóvenes de las calles.

“Muchas veces hay padres ue tienen dos o tres trabajos, o vienen de comunidades donde hay muchos traumas y violencia, y eso impacta el desarrollo de un niño. Sabemos que hay municipios, condados, ciudades y estados que no tienen los recursos para que los jóvenes puedan estar ocupados como el acceso al computrabajo, programas juveniles como el arte y el deporte. Entonces, ellos van a buscar otras formas de expresarse, y no serán saludables”.

Añadió que en las comunidades latinas “muchas veces hay traumas por generaciones y estos traumas en los que hay mucho estigma sobre salud mental, impacta en cómo se pueda expresar una persona”.

Una de las cosas que le sirvió más a Alfaro cuando estuvo involucrado en las pandillas fue tomar el control y priorizar su salud mental. “Mis padres son personas muy humildes y de campo, pero sabían que ellos no tenían las respuestas ni las soluciones para ayudarme, entonces ellos buscaron la ayuda con las personas profesionales en salud mental”.

Soy una persona que toma muy bien mi salud mental. Sé que mi cambio fue en parte debido a ese acceso a la salud mental. Eso desarrolló mi viaje de sanar.

Casi 75,000 latinos en Estados Unidos murieron por armas de fuego entre 2001 y 2021. Foto: diseño ETL

La realidad de la violencia armada en las comunidades

No es un secreto que la violencia armada impacta se convirtió en un problema de salud pública en Estados Unidos, incluso director de Salud Pública Vivek Murthy advirtió sobre un escenario dramático en junio. ¿Las razones? Un incremento considerable de las muertes por armas de fuego en el país.

De acuerdo a datos más recientes publicados por la oficina de Murthy, 48,204 personas murieron en 2022 por lesiones relacionadas con armas de fuego (suicidios, homicidios y muertes no intencionales). En comparación a 2019, supone un aumento de más de 8,000 muertes y más de 16,000 que en 2010.

El panorama es peor para los niños. Las armas de fuego se convirtieron en la principal causa de muerte en los niños y adolescentes en Estados Unidos. Los niños de color registran las tasas más altas.

  • 86% de las muertes vinculadas a armas de fuego entre los niños negros fueron homicidios.
  • 76% de las muertes relacionadas con armas de fuego fueron entre niños y adolescentes hispanos.
  • 63% de los niños blancos experimentaron una tasa más alta de suicidio con armas de fuego. Seguido por un 55% de los jóvenes asiáticos/nativos de Hawaii/isleños del Pacífico y un 48% de los niños indígenas o nativos de Alaska.

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