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La Clínica del Pueblo confía su futuro en Carlos Plazas

Este profesional de las finanzas de origen colombiano es el nuevo director ejecutivo de este centro de salud comunitario

Carlos Plazas desde el primero de noviembre es el nuevo director ejecutivo de La Clínica del Pueblo en el área metropolitana. | Cortesía: La Clínica del Pueblo.

El trabajo de su madre como asistente de administración en un hospital sometió a Carlos Plazas a una dieta diaria de doctores, enfermeras y pacientes a temprana edad. En la pequeña ciudad de Somagoso (Colombia) soñaba que algún día sería uno de esos señores de bata blanca a quienes todos les tenían cariño, agradecimiento y respeto.

En la adolescencia despertó de ese sueño al darse cuenta que la economía de su familia no podía costearle los estudios de medicina. Esa primera decepción solo queda para el recuerdo, porque el futuro le tenía reservado que, sin estetoscopio ni otoscopio, igual estaba destinado a trabajar en salud y servir a los pacientes desde otro nivel.

Plazas hace pocas semanas fue elegido nuevo director ejecutivo de la Clínica del Pueblo y desde el primero de noviembre está al frente de este centro de salud comunitario, creado hace 41 años como una respuesta a la emergencia sanitaria de los refugiados salvadoreños que llegaban a DC huyendo de la guerra.

Carlos Plazas llegó a Estados Unidos hace 30 años y ahora está al frente de 130 empleados que ofrecen salud primaria dentro y fuera del consultorio. | Cortesía: La Clínica del Pueblo.

En el DMV otra colombiana, María Gómez, se puso en los zapatos de los inmigrantes centroamericanos y junto a un grupo de defensores de la salud hace 36 años abrieron las puertas de Mary’s Center. Destino o casualidad, es un colombiano el que asume el mando de otro centro de salud comunitario del DMV,  la Clínica del Pueblo.

Tres décadas antes de asumir la dirección ejecutiva de la Clínica del Pueblo, Carlos Plazas fue un obrero en la cocina de un crucero que llevaba turistas de Miami al Caribe. Después se puso a mezclar mortero, pulir superficies y colocar materiales en la industria de la construcción. Más tarde, con un título en finanzas de Towson University, consiguió un empleo en Genesis Health Care y cuando llegó a Planned Parenthood ya tenía una especialidad laboral: manejar la economía de los sistemas de salud comunitaria en el área metropolitana de DC.

“Trabajar en salud comunitaria -dice Plazas- permitió darme cuenta que el sistema no está entendiendo las necesidades de la comunidad inmigrante y esta a su vez tampoco entiende cómo funciona ese engranaje”. Esa es su primera conclusión y a su haber tiene otra igual de preocupante: en un sistema en el que nadie se entiende, quienes más pierden son los pobres.

Por eso cuando llegó a la Clínica del Pueblo como director de operaciones y después como director financiero lo que más le impresionó fue ver que el personal vive y se desvive por los pacientes y su entorno. Ahora como director ejecutivo quiere involucrarse más en esos esfuerzos y poner en práctica lo que su madre María Luisa alguna vez le dijo: “Mijo, no se puede apuntar al sol para llegar a la luna” y él entendió que, aunque no pudo ser médico, a cambio, es posible alcanzar otras metas.

“Los pacientes y los trabajadores de La Cínica del Pueblo son mis héroes y las puertas siempre estarán abiertas para ellos”, es la promesa de Carlos Plazas. | Cortesía: La Clínica del Pueblo.

La idea de salud comunitaria es crear y estrechar la confianza con los pacientes y con la comunidad a la que se sirve, entender que sus necesidades - seguridad alimentaria, vivienda, empleo- se escapan de las cuatro paredes de un consultorio y que también tienen que ver con la salud. “Eso se practica aquí y me asombra ver a grandes compañías de salud queriendo hacer lo mismo pero no saben cómo y esta que es chiquita lo viene haciendo bien desde el principio”.

De obrero de crucero a director

Tenía 19 años cuando llegó a Estados Unidos y para él fue un despertar a una realidad que desde afuera tenía tintes de fantasía. Sin el idioma, interminables horas de trabajo y apenas medio día de descanso cada dos semanas, el romanticismo del crucero naufragó a los seis meses. Ahora que mira hacia atrás encuentra que eso “era lo más parecido a un sistema de esclavitud moderna que va en busca de trabajadores pobres y con muchas necesidades”.

Cuando se bajó del barco, una familia colombiana de Maryland le extendió la mano buscándole un empleo en la construcción y luego en una compañía de avisos. Para salir de la precariedad laboral se inscribió en Baltimore Community College con la intención de apresurar su eficiencia con el inglés. Para ese entonces ya había caído en cuenta que él y las matemáticas viajaban en la misma dirección; esa facilidad con los números le facilitó conseguir su maestría en administración de negocios en Towson University.

“El 90% de mi carrera ha sido en finanzas de la salud y encuentro que hay compatibilidad entre mi experiencia y el plan estratégico de los siguientes 10 años que tiene La Clínica del Pueblo”. Aunque no fue parte de la elaboración de ese documento, cuando lo leyó, dijo: “eso es exactamente lo que debe hacerse”.

Algunos de los objetivos de ese plan son: expandir los servicios de salud mental, atención primaria, educación y las consultas virtuales más allá de DC. “La confianza ganada es algo que lo hacemos bien y otros centros deberían aprender de nosotros porque sabemos que eso es nuestra fortaleza y queremos trabajar más en eso”, dice Plazas al tiempo que asegura que ahora mismo los 130 empleados de la clínica no se dan abasto.

Muchos son trabajadores con 20 y 30 años experiencia que podrían irse a cualquier otra clínica u hospital y han preferido seguir con el centro de salud. “Ellos y los pacientes son mis héroes y mis puertas siempre estarán abiertas”, es la promesa de quien un día decepcionó a su familia por irse sin terminar la secundaria y que tiene interiorizado que en este país de las contribuciones de los inmigrantes, especialmente de los latinos, se habla muy poco. “Somos nosotros quienes empujamos la economía y sin nosotros nada funcionaría bien y en eso tenemos que insistir hasta que nos escuchen”.

La salud empieza en casa

Carlos Plazas junto a un grupo de empleados de La Clínica del Pueblo en las instalaciones de Columbia Heights. | Cortesía: La Clínica del Pueblo.

Él es un profesional que a pie juntillas cree una comunidad es más fuerte y próspera mientras más saludable es y en su caso personal empieza con el deporte. A las cuatro y media de la mañana se levanta para ir al gimnasio, entre las siete y ocho llega a la oficina a despachar y buscar fórmulas que permitan continuar con el modelo de atención que no se limite a los 15 minutos de visita al doctor.

“Muchos de esos servicios extras no son compensados y eso es algo que el sistema de salud tiene que aprender y entender que modelos de atención como el nuestro reducen el costo total de la salud, porque damos apoyo más allá de la cita médica, pero hasta que esto se reconozca falta recorrer un camino muy largo”.

Al final del día vuelve a casa a reunirse con sus dos hijas adolescentes, porque salud también es compartir con la familia, cenar juntos o buscar un momento para encontrarse con los amigos. La música, otra de sus terapias mentales, siempre está de fondo; en casa o en la oficina los silencios se solapan con notas de jazz, ritmos latinos o en clave de rock. “La música sirve para bajar los niveles de estrés en el trabajo. Si alguien entra a mi despacho siempre escuchará alguna armonía”. Eso lo dice quien durante 15 años intentó una y otra vez con la guitarra, pero en esta faceta sus dos manos son izquierdas.

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