Mañana comienza la Munich Security Conference y la administración Trump busca ganarse a todos con su propuesta para resolver el conflicto en Ucrania. El vicepresidente JD Vance planea reunirse con Zelenski y dejar claro el mensaje de Washington: Europa debe asumir más responsabilidades y EEUU no piensa seguir financiando la guerra without getting a piece of the pie.
Como era de esperarse, Trump no ve la ayuda como caridad, sino como inversión, sugiriendo incluso que EEUU debería acceder a los recursos naturales de Ucrania a cambio de apoyo. ¿Diplomacia transaccional? Yo no lo llamaría así.
Pekín, Rusia y el juego de poder. China observa, piensa y analiza si le conviene entrar en la conversación. Por un lado, Trump busca consolidar su influencia; y por el otro, Xi mantiene su respaldo a Putin, pero sin comprometerse del todo.
¿Apostará por una paz hecha a la medida de Rusia? ¿Aprovechará la guerra como distracción para avanzar en sus propias ambiciones en Taiwán? ¿El equilibrio es tan frágil que un solo movimiento en falso podría desencadenar un efecto mariposa a nivel global? Muchas preguntas para el poco tiempo que falta.
¿Una tregua o solo una pausa? Trump insiste en que su enfoque es el camino hacia la paz, aunque los detalles de cualquier acuerdo siguen siendo nebulosos. Ucrania exige garantías de seguridad y se niega a ceder territorios; Rusia, por su parte, solo aceptaría un pacto que le deje con las manos llenas.
En este ajedrez geopolítico, todos buscan sacar algo: Putin quiere conservar lo conquistado, Xi refuerza su influencia y Trump se proyecta como el gran negociador, pero… La historia nos ha enseñado que las paces impuestas rara vez duran. Y dudo que esta sea la excepción.