Donald Trump prometió eliminar impuestos sobre propinas, Social Security y horas extras, pero los republicanos no saben cómo pagarlo. Solo estas exenciones costarían más de $2 billones en 10 años, sin contar los $4 billones que ya cuesta extender los recortes de 2017.
En reuniones recientes, varios senadores admitieron que hacer esto realidad sería “incredibly challenging”. Porque aunque el presidente insista en cumplir sus promesas, sus seguidores en el Congreso enfrentan un dilema: o lo complacen él o complacen a la calculadora.
Promesas caras y matemáticas imposibles. Algunos republicanos consideran dividir el plan en fases, mientras otros advierten que eliminar impuestos sin compensación aumentaría el déficit de manera insostenible.
Legisladores como Cynthia Lummis proponen exenciones solo para ciertos grupos, y Greg Murphy teme que la medida se preste para trampas fiscales. Y ahí, entre dimes y diretes, está la presión de la Casa Blanca.
¿Realidad o truco de campaña? Ignorar las promesas fiscales de Trump no es una opción para los republicanos, pero cumplirlas también es un disparo en el pie. El senador Chuck Grassley reconoce que no podrán aprobar todo, aunque intentarán salvar alguna parte de lo que plantea.
La Casa Blanca exige un plan que no implique más deuda, como también podría exigir el tesoro al final del arco iris y el Santo Grial. A lo mejor, la solución está más cerca de lo que parece: “The president may have to get pragmatic, too”, escriben Burgess Everett y Eleanor Mueller en Semafor.