Las declaraciones del vicepresidente JD Vance en la Munich Security Conference no solo irritaron a los aliados europeos, sino que también ayudaron a redirigir el foco de Washington hacia Irán y Ucrania.
En este reacomodo, Arabia Saudita emerge como el eslabón perdido de la estrategia de Trump en la región. Mientras el gobierno estadounidense busca equilibrar su apoyo a Israel con la estabilidad regional, Riad se posiciona como el socio indispensable en cuestiones de energía, seguridad y diplomacia.
Riad mueve las fichas. Durante el primer mandato de Trump, Qatar, Emiratos Árabes y Arabia Saudita tenían un acceso más equilibrado a la Casa Blanca. Ahora, el reino saudita se ha convertido en el verdadero contrapeso de Israel en la ecuación estadounidense.
Desde la coordinación con la OPEP+ hasta su papel en los Acuerdos de Abraham, el que tenga ojos que vea: la influencia de Riad es innegable. Y aunque persisten tensiones sobre proyectos como la Riviera de Gaza, Washington dejó claro que Arabia Saudita sigue siendo su socio consentido en la región.
Trump y su jugada con Irán. El interrogante que queda es si la administración Trump abrirá un canal de comunicación con Teherán. Algunos republicanos, como la senadora Joni Ernst, sugieren que el presidente no dudará en hablar si lo considera necesario. Sin embargo, lo que sí parece inminente es una respuesta más agresiva a los ataques de los hutíes en el Mar Rojo.
Aunque Washington traza su nueva estrategia, la realidad es que las decisiones importantes se están tomando en Riad. Arabia Saudita no solo está en la mesa de negociaciones, sino que está repartiendo las cartas.