¿Qué está pasando con la economía? Esa es la pregunta que todos nos hacemos. Un día los aranceles suben, otro día bajan; un día hay guerra comercial y al otro día somos aliados. Lo que es claro es que esta incertidumbre tiene un costo: los consumidores lo notamos cada vez que vamos al supermercado y los precios siguen subiendo.
La estrategia detrás de los aranceles parece tener una intención clara. Según Charlie McElligott, estratega de mercado de Nomura, la Casa Blanca está buscando una "desaceleración controlada" para debilitar el dólar, presionar a la Reserva Federal a reducir las tasas y, en esencia, reconfigurar la economía a su medida. La pregunta es: ¿esto realmente funciona o solo está creando caos?
El nuevo proteccionismo
Desde la administración han implementado políticas económicas agresivas que están cambiando las reglas del juego para empresas, consumidores e inversores. Las tarifas impuestas a bienes importados han aumentado los costos para pequeñas empresas y hogares estadounidenses.
La Tax Foundation estima que el arancel del 10% sobre las importaciones chinas eleva en $172 la carga fiscal por hogar estadounidense. Si miramos los aranceles del 25% a productos de Canadá y México, el impacto es aún mayor: podría reducir el PIB en $1,700 millones y disminuir el poder adquisitivo de los hogares en $1,000.
Desde la Casa Blanca justifican esta política como una "reprivatización" de la economía, buscando reducir la dependencia de importaciones y fomentar la producción nacional.
Scott Bessent, secretario del Tesoro, argumenta que el acceso a bienes baratos no es esencial para el "American Dream" y que estas medidas apuntan a una "prosperidad sostenible". Pero en la realidad, los consumidores siguen esperando ver los beneficios de esta estrategia.
Un efecto dominó inevitable
La incertidumbre en la política arancelaria también está afectando a Wall Street. La volatilidad de las decisiones gubernamentales genera desconfianza entre inversores y empresas.
Adam Crisafulli, analista y fundador de Vital Knowledge, lo resume así: "Hay evidencia de que la economía está en proceso de enfriamiento. Las acciones estadounidenses están soportando la peor parte de lo que estamos viendo en la economía".
Por otro lado, la relación con socios comerciales también está sufriendo. Empresas que dependen de la exportación o que tienen cadenas de suministro globales enfrentan incertidumbre en sus costos y contratos. Y mientras esto ocurre, los consumidores seguimos sintiendo el golpe en nuestros bolsillos.
Cambiar las reglas (cueste lo que cueste)
Si algo ha quedado claro es que la estabilidad económica ya no parece ser la prioridad. Ahora, el objetivo parece ser transformar el sistema económico bajo nuevas reglas. La Casa Blanca ha adoptado una estrategia de presión directa sobre la Reserva Federal y otras agencias financieras para consolidar un modelo de intervención gubernamental en el comercio y la economía.
El propio presidente ha reconocido que su estrategia podría causar "a little disturbance", pero lo que vemos ya no es solo una leve turbulencia: estamos ante un cambio de paradigma con costos muy reales. El aumento de precios, la incertidumbre del mercado y la debilidad en el comercio internacional son solo algunos de los efectos inmediatos.
La gran pregunta es: ¿es sostenible este modelo en el tiempo? Los expertos no están convencidos. Lo que sí es seguro es que si la economía sigue tambaleándose, los consumidores no tardarán en buscar su propia solución, cambiando las reglas del juego de una manera que la administración no habría previsto.