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Retrasos y desdén, crónicas de un sistema de salud que ignora a las mujeres

Gaslighting médico en salud femenina retrasa diagnósticos y afecta vidas.

Las mujeres esperan un 29% más de tiempo que los hombres solo para ser evaluadas por un posible infarto. | Foto: Foto de cottonbro studio.

Seamos francas, la vibra no ha dejado de estar rara desde que Trump empezó a hablar de derechos reproductivos. Es más, se torció con la caída de Roe vs Wade y, siendo honestas, la vibra está rara desde mucho antes, porque la salud de las mujeres siempre ha sido un terreno de poca inversión y mucho control. Nos han vendido que este es "el mejor momento para ser mujer", todo mientras el sistema médico sigue despachando nuestros síntomas como “estrés” o “cosas hormonales”. ¿Dolor crónico? "Es emocional". ¿Buscas un diagnóstico? Prepárate para largas esperas y desdén.

Estamos atrapadas en un juego que ni siquiera elegimos, con reglas que no se aplican por igual. Nos han reducido a ciclos hormonales y úteros funcionales, mientras nuestras verdaderas necesidades se quedan olvidadas. Desde medicamentos que nunca se han probado en nosotras hasta leyes que parecen sacadas de manuales de control, está claro que hemos sido relegadas al banquillo demasiado tiempo. No es paranoia, es gaslighting institucional, y mientras sigamos normalizando estas desigualdades, el panorama será no solo desalentador, sino francamente peligroso.

No estás loca, el sistema médico te hace gaslighting

Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en mujeres. Sin embargo, no fue hasta 1999 que se reconoció que experimentamos síntomas diferentes a los hombres. Antes de eso, era básicamente como jugar a la ruleta rusa con diagnósticos equivocados.

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¿Y qué pasa hoy? Si llegas a emergencias con dolor en el pecho, prepárate para esperar. Las mujeres esperan un 29% más de tiempo que los hombres solo para ser evaluadas por un posible infarto.

Oriana González, reportera de NOTUS con una destacada trayectoria cubriendo temas de salud reproductiva, ha observado este fenómeno de primera mano:  "He visto casos y estudios donde mujeres llegan con dolor de cabeza y les preguntan '¿Dormiste bien?' O '¿No será estrés?' El gaslighting médico pasa todo el tiempo".

Y tiene razón, el gaslighting también nos persigue en el sistema médico. De los creadores de "seguro estás de mal humor porque tienes la regla", llega esta joya: las mujeres de mediana edad con síntomas de enfermedades cardíacas tienen el doble de probabilidades de ser diagnosticadas con una enfermedad mental en lugar de un problema cardíaco, en comparación con los hombres. Y esto no es solo un error médico, es un ejemplo claro de cómo el sistema descarta constantemente nuestro dolor.

Por si fuera poco, hasta 1986, las mujeres ni siquiera podían participar en ensayos clínicos. Los medicamentos y tratamientos diseñados desde un modelo masculino que fallan en comprender nuestras necesidades biológicas específicas. Esto explica por qué somos más propensas a experimentar efectos secundarios adversos.

Diagnósticos tardíos, y el premio a la paciencia infinita

Si tienes dolor crónico, prepárate para que te llamen "emocional" o "histérica". En un caso reportado por The Washington Post, una mujer con dolor pélvico fue enviada a un psiquiatra, solo para descubrir años después que tenía tumores fibroides que causaban su dolor. Y pare de contar. ¿Tú tienes una historia de este estilo? Estoy segura de que sí.

Esto no es un caso aislado. Según Endometriosis UK, las mujeres que padecen esta condición tardan entre 7 y 10 años en obtener un diagnóstico. Años de escuchar excusas, mientras los síntomas empeoran. Y esto no se limita a la endometriosis. Enfermedades autoinmunes, dolores musculares crónicos y otras afecciones que afectan principalmente a mujeres son despachadas como “cosas mentales”. No es exageración, el gaslighting al que nos enfrentamos retrasa diagnósticos y pone en riesgo nuestra salud.

Salud femenina, ¿solo cuando es rentable?

Hablemos de prioridades. De toda la inversión en investigación biofarmacéutica global, apenas un deprimente 4% se destina a afecciones que afectan principalmente a mujeres. Endometriosis, cánceres ginecológicos y lupus, están básicamente mendigando atención médica.

Mientras tanto, nuestra seguridad en algo tan sencillo como conducir también queda en segundo plano. Los maniquíes usados en pruebas de choque están diseñados basándose en cuerpos masculinos. Esto nos deja con un 47% más de probabilidades de sufrir lesiones graves en caso de accidente. Ah, y no olvidemos el famoso “Pink Tax”. Pagamos más por productos básicos como insumos menstruales, en un sistema que además hace poco para cubrir estas necesidades.

Salud femenina: mucho más que úteros y hormonas

Hagamos un pequeño experimento. Busca “Salud de la mujer” en Google. Si tu pantalla está llena de artículos sobre embarazo, anticonceptivos y consultas ginecológicas, felicidades, acabas de presenciar cómo se reduce toda nuestra existencia biológica a un solo órgano. Parece que el concepto de salud de la mujer termina donde empieza el útero.

Como bien apunta González, "Es fácil pensar en asuntos como el aborto para 'salud de la mujer' porque le afecta más a las mujeres". Pero, ¿y el resto? ¿Qué pasa con las enfermedades que no caben en una consulta ginecológica?

La realidad es una mucho menos rosada. Las mujeres enfrentamos tasas más altas de obesidad, Alzheimer y enfermedades autoinmunes, por no mencionar que las discapacidades también prefieren nuestro género. Son problemas que afectan cada aspecto de nuestras vidas, sin embargo, apenas logran colarse en el discurso público sobre lo que realmente significa “salud de la mujer”. Esto no es casualidad, esto tiene prioridades, y nosotras no estamos en la parte alta de la lista.

El 70% de las mujeres en edad reproductiva realiza al menos una visita médica anual relacionada con salud sexual o reproductiva, según el Guttmacher Institute. Hablamos de anticoncepción, exámenes ginecológicos, detección de ETS… Pero, ¿y los hombres? Excelente pregunta. Las estadísticas sobre su participación en estos servicios son casi inexistentes. Salvo por datos vagos sobre vasectomías o pruebas de ETS, el terreno es un auténtico páramo de información.

Lo peor de todo es que ambos datos son de 2013. Sí, llevamos más de una década dependiendo de cifras que merecen estar en un museo. ¿Dónde están los números recientes? ¿Qué nos está diciendo esta falta de actualización?

Esto no solo apunta a una disparidad, sino también a una desatención sistémica. Mientras no se evalúen estas prioridades, estaremos navegando con información incompleta, intentando abordar un problema que ni siquiera hemos medido adecuadamente.

¿Hasta cuándo el "útero-verso"?

La frase “Mi cuerpo, mi elección” ha sido una bandera poderosa, especialmente en la lucha por los derechos reproductivos. Pero va mucho más allá de decidir sobre un embarazo. Mi cuerpo también debería significar mis diagnósticos, mis tratamientos, mi acceso a la salud mental. Porque la autonomía no se limita a un solo tema.

Las mujeres no solo debemos luchar por la autonomía sobre nuestro cuerpo, sino también somos las principales responsables de las decisiones de salud en nuestras casas. El 80% de las decisiones médicas familiares recaen en nosotras, y recogemos el 70% de las recetas.

Básicamente, somos las "Directoras Médicas del Hogar". Suena bonito, ¿no? Pero, spoiler alert: este título no viene con un aumento de sueldo ni con un sistema de salud que facilite las cosas. Más bien, incrementa nuestra carga emocional y cognitiva, porque enfrentarse a un sistema que no está diseñado para nosotras es agotador.

La salud de la mujer deja más preguntas que respuestas

  • ¿Por qué la salud de la mujer sigue tratándose casi exclusivamente como un asunto de salud reproductiva?
  • ¿Cómo podemos seguir dependiendo de datos de 2013 para evaluar servicios médicos básicos?
  • ¿Por qué las enfermedades crónicas, discapacidades y dolores de millones de mujeres son invisibilizados?
  • ¿Cuántas más tendrán que esperar años para un diagnóstico que atienda su dolor real?
  • ¿Qué estamos haciendo para abordar las desigualdades que generan las leyes restrictivas sobre el aborto?
  • ¿Cómo enfrentamos los impactos sistémicos de una medicina que históricamente ignoró a las mujeres en investigaciones y ensayos clínicos?
  • ¿Por qué seguimos aceptando un sistema que considera ciertas vidas más dignas de atención que otras?

Parece que cuidar de todo esto no vende titulares ni conquista votos. No hay glamurosos debates de "pro vida" peleando por más investigación en lupus o diagnósticos rápidos de fibromialgia. Tal vez porque eso no cabe en una pancarta.

Pero reducir nuestra salud a la parte reproductiva no es solo injusto, también es peligroso. Mientras se destinan recursos enteros a regular qué hacemos o dejamos de hacer con nuestros cuerpos reproductivos, otras áreas críticas quedan en abandono. ¿Cuántas mujeres tienen que pelear para que alguien tome en serio su dolor crónico? ¿Cuántas esperan años para un diagnóstico que, en silencio, las consume cada día?

La salud femenina no necesita más folclore alrededor de lo "reproductivo". Necesita un cambio profundo, uno que vea a las mujeres como seres completos: cabezas que piensan, corazones que laten, y sí, úteros que pueden o no usarse. Hasta que dejemos de traducir "salud de la mujer" como sinónimo de "capacidad de reproducirnos", no estaremos abordando nada. ¿Lo vamos a resolver o seguimos obsesionados con ovular para la posteridad?

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