Google está replanteando su identidad. Mientras el modelo clásico de búsqueda web pierde relevancia frente a redes sociales, videos cortos y asistentes con AI, la empresa apuesta por una nueva etapa: Gemini, el chatbot que reemplaza a Bard y que ahora ocupa una posición privilegiada en Android y dentro de la app de Google en iOS.
La versión avanzada cuesta $20 al mes, una señal clara de que el futuro de la búsqueda ya no será gratuito, ni estará necesariamente atado a links azules como este.
De motor de búsqueda a asistente personal. Sundar Pichai insiste en que esto no significa el fin del buscador tradicional, pero el giro es evidente: Google ya no quiere ser solo un catálogo de la web, sino un asistente que entienda, prediga y responda directamente.
Gemini, a diferencia de sus competidores, fue entrenado para procesar múltiples formatos—texto, imágenes, audio y código—y promete respuestas personalizadas, no listas interminables de enlaces. En este nuevo modelo, lo que importa no es tanto “dónde” está la información, sino “cómo” te la entrega.
Lo que Google fue y lo que quiere ser. La transición es existencial. Google construyó su imperio sobre la indexación abierta del conocimiento en la web, pero la inteligencia artificial genera un modelo cerrado, opaco y cada vez más personalizado, que pone en duda la sostenibilidad de ese ecosistema.
¿Qué pasa con los sitios web que antes recibían tráfico? ¿Con la web abierta como espacio común? Google quiere liderar la próxima etapa, pero al hacerlo, corre el riesgo de desmantelar el sistema que lo hizo indispensable.