La imposición de tarifas del 25% a los autos importados por parte de la administración Trump podría provocar un cambio estructural en cómo se compra y se conserva un vehículo en Estados Unidos.
Según Adam Jonas, analista de Morgan Stanley, estas tarifas podrían aumentar el precio promedio de los autos en $6,000, afectando tanto a modelos importados como a aquellos ensamblados localmente pero con piezas extranjeras. La consecuencia directa: más estadounidenses optarán por conservar sus autos viejos, alargando su vida útil más allá de lo habitual.
La Habana como advertencia, no como postal. El paralelismo con Cuba no es anecdótico. La imagen romántica de los Chevrolet de los 50 en las calles de La Habana es el resultado de una economía bloqueada, no de una decisión cultural. Tras las sanciones estadounidenses al régimen castrista, los cubanos se vieron forzados a mantener su flota automotriz sin acceso a repuestos o vehículos nuevos.
Si consideramos que la mitad de los 16 millones de autos vendidos anualmente en EEUU son importados o dependen de cadenas de suministro globales, el efecto de las tarifas no se quedará en el precio: transformará el mercado entero.
Seguridad, tecnología y un futuro detenido. Más allá del impacto económico, un parque automotor envejecido significa menos acceso a nuevas tecnologías de seguridad, desde frenos automáticos hasta asistencia en carretera.
Cuanto más difícil sea adquirir un auto nuevo, más lento será el recambio de vehículos antiguos, y con ello, la modernización tecnológica que salva vidas. Jonas lo resume sin rodeos: “Los impactos son potencialmente tan negativos que cuesta ver cómo esto puede volverse una característica permanente del panorama automotriz estadounidense.” En el intento de proteger la industria, Trump podría estar empujando al país hacia una versión vintage de su propia movilidad.