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Adolescence de Netflix destapa el devastador impacto de la misoginia en la era digital

Este poderoso thriller de solo 4 episodios en Netflix ahonda en los retos de criar adolescentes en una era dominada por redes sociales que no perdonan.

Un 76% de los profesores de secundaria y un 60% de primaria confiesan estar profundamente preocupados por la propagación de discursos misóginos entre sus alumnos. | Foto: EFE/Ben Blackall/Netflix.

La serie Adolescence dejó algo más que lágrimas y emociones encontradas. Nos ofreció un espejo crudo y directo de lo que enfrentan los adolescentes en internet hoy en día. En un mundo digital donde el machismo, la misoginia y la violencia escolar encuentran refugio, los jóvenes buscan afirmarse, a menudo en espacios tan complejos como peligrosos.

Este poderoso thriller de solo 4 episodios en Netflix ahonda en los retos de criar adolescentes en una era dominada por redes sociales que no perdonan. La serie expone con crudeza las tensiones familiares, no como simples conflictos, sino como una lucha constante contra la influencia de ideologías tóxicas y el implacable bombardeo de un entorno digital saturado de presiones y riesgos.

Sin embargo, las dudas persisten: ¿Cómo se arraigan aún más las ideas tóxicas en una generación conectada? ¿Por qué las figuras misóginas como Andrew Tate tienen tanto atractivo? ¿Y qué papel juegan las redes sociales en esta crisis de masculinidad y violencia?

El lenguaje encriptado de los adolescentes

¿Qué significa un emoji? A primera vista, nada demasiado sofisticado. Pero Adolescencia nos revela que un pequeño ícono puede esconder afiliaciones, tensiones y hasta armas ideológicas. En la serie, el detective Bascombe cree haber descifrado el mensaje crítico de Jamie, pero necesita la intervención de su hijo Tommy para entender su verdadero significado. Así están las cosas hoy. Los adultos están en un eterno juego de adivinanzas intentando descifrar el universo adolescente, pero los códigos son cada vez más complejos.

Celinés Castillo D’ Imperio, psicóloga y psicoanalista con más de 15 años de experiencia, observa que esta desconexión no es solo lingüística, sino emocional. "Muchos padres creen que pueden ayudar a sus hijos solo con control, pero lo que necesitan es acercarse a ese mundo. Si no conocemos su entorno digital, no podremos guiarlos". Esto implica no solo aprender a manejar el lenguaje de las redes, sino entender por qué figuras como Andrew Tate cautivan tanto a los jóvenes.

Fenómeno de los incels y radicalización en línea

Si hacemos un repaso por el historial de Jamie en la serie, el guión no deja cabos sueltos: emojis que lo delatan, influencias turbias como Andrew Tate y un cóctel de odio que se fermenta en las entrañas de internet. ¿Sorpresa? No tanta. Los "incels", hombres autodenominados “célibes involuntarios”, son un subproducto de nuestra cultura hiperconectada, y detrás de ese término hay frustración, odio hacia las mujeres y una buena dosis de victimismo masculino. Los influencers tóxicos se encargan de echar leña al fuego. Ahí está Tate, con su “¿De qué color es tu Bugatti?”, una frase que, más que una pregunta, parece un mantra para quienes ven el éxito como un juego de humillar al resto.

Datos respaldan esta preocupación. Un estudio publicado en febrero de 2025 reveló que el 80% de los chicos en Reino Unido entre 16 y 17 años ha visto contenido de Tate, mientras que el 38% de los profesores de secundaria ha notado comentarios misóginos en el aula. Estos números nos gritan algo que no podemos ignorar. Los algoritmos, lejos de ser neutrales, refuerzan este discurso, creando burbujas ideológicas donde los jóvenes quedan atrapados.

La misoginia ya no es la excepción, es la norma en determinados rincones de internet. Discursos de odio como el racismo y la supremacía blanca han encontrado terreno fértil en los últimos seis años, avanzando codo a codo con una crisis de masculinidad. Porque sí, los hombres están lidiando con su propia lucha contra el aislamiento y la violencia. Pero esa lucha, en muchos casos, se transforma en una fuente de misoginia, alimentada por retóricas de odio bien incubadas online. Es como un círculo vicioso que no se detiene.

¿Por qué les atraen estas figuras?

“El adolescente per se es intenso. Por eso buscan emociones fuertes, conexiones intensas, explicó Celinés. No es casualidad que las películas de terror tengan como público principal a adolescentes, ellos buscan sensaciones extremas, vivir en el límite. Las redes sociales han convertido en estrellas a personajes que explotan ese mismo ímpetu, aunque a veces con discursos peligrosamente extremos.

“Lo que pasa, es que no tienen las herramientas para distinguir si les gusta el tono en el que se dice algo o si están de acuerdo con el mensaje real”, continuó Celinés. Allí las redes hacen su magia… para bien o para mal. Los adolescentes encuentran, entre likes y seguidores, personajes que expresan emociones con una intensidad desbordante. Muchos hasta patológicos. Y en esa intensidad, el joven ve un reflejo, una voz que siente como él. Esa empatía los atrapa.

“Piensan, ‘al fin alguien mayor que siente como yo’, y entonces adoptan esos discursos como propios. Pero ahí radica el problema, porque no siempre pueden discernir si lo que los seduce es la forma, la fuerza con la que lo dicen, o si en realidad apoyan la idea. Y muchas veces, el mensaje es un completo desastre”

Violencia en las aulas: el impacto de las redes

Las redes no solo moldean ideas, también las llevan a las aulas. En Adolescencia, la investigación del detective en la escuela de Jamie es una bomba de tiempo: los profesores están al borde del colapso y sin herramientas para controlar el caos.

Los números son un grito de alarma. Según datos compartidos por The Guardian, un 76% de los profesores de secundaria y un 60% de primaria confiesan estar profundamente preocupados por la propagación de discursos misóginos entre sus alumnos. Los chicos, influenciados, influenciados por figuras como Andrew Tate, no solo repiten frases provocadoras como “Make me a sandwich” o el infame “What colour is your Bugatti?”, sino que también adoptan comportamientos despectivos hacia sus compañeras, justificándose bajo un supuesto “derecho” de superioridad.

Pero los educadores no solo lidian con frases encendidas. También ven un aumento en actitudes controladoras y agresivas. Algunos chicos imponen reglas sobre las chicas, como confiscar teléfonos o interrumpirlas en clase. Incluso gesticulan al estilo Tate, dejando claro quién es su referente. Esto ha forzado a las escuelas a lanzar talleres y campañas urgentes para contrarrestar esta tendencia, apuntando directamente a desmontar la “masculinidad tóxica”.

Ejemplos como un niño de 10 años gritando “Your body, my choice” a una compañera, o un universitario sosteniendo un cartel con la frase “Women Are Property” desvelan hasta dónde ha calado este discurso. No son episodios aislados. Según un reporte de PBS News, las menciones de frases como estas aumentaron un descomunal 4600% en la plataforma X (antes Twitter) tras las elecciones recientes, resaltando cómo situaciones sociopolíticas pueden amplificar estas problemáticas.

Bullying y redes sociales: un refugio sin salida

El acoso ya no termina al cruzar la puerta de casa. Hoy sigue el eco de las notificaciones, persiguiendo a los adolescentes en cada rincón de sus vidas. Celinés D’Imperio señala que “las redes no solo moldean lo que consumen, sino también hasta dónde las heridas emocionales pueden extenderse”.

El bullying digital vibra en los bolsillos, invade dormitorios y transforma los espacios privados en campos de batalla. Antes, el acoso terminaba al cruzar la puerta de casa, ahora, los siguen notificaciones que no dan tregua. Este entorno perpetuo no solo intensifica el daño psicológico, sino que también dificulta la sanación.

La intensidad emocional que caracteriza a los adolescentes se amplifica en las redes, que se convierten en un terreno fértil para tensiones y conflictos constantes. Esta omnipresencia convierte el acoso en un problema mucho más persistente y difícil de ignorar. Como enfatiza Celinés, las redes no solo influyen en el contenido que consumen, sino también en el impacto emocional que estas experiencias dejan en los jóvenes.

Machismo y su peso en los adolescentes latinos

El machismo no es una novedad, pero su impacto sigue dejando marcas imborrables en la adolescencia latina. Según el Zacharias Sexual Abuse Center, organización que ayuda a los sobrevivientes de asalto sexual y abuso, este modelo cultural eleva la virilidad como poder, suprimiendo emociones y normalizando dinámicas desiguales. Los varones aprenden que el control y la agresión son sinónimos de fuerza, mientras las mujeres son relegadas a posiciones de sumisión y obediencia.

Esto afecta cada rincón de sus vidas. VeryWellMind detalla que al imponer roles rígidos, no solo normaliza la violencia doméstica y de género, sino que también vincula la masculinidad a conductas autodestructivas como el abuso de alcohol. Esto lo hacen como válvula de escape para la presión de cumplir con estereotipos masculinos, dejando secuelas emocionales en jóvenes de ambos géneros.

En América Latina, donde 14 de los 25 países con mayores tasas de femicidio residen, el daño se extiende también a la comunidad LGTBQIA+, perpetuamente vulnerada por esta cultura de dominación.

En las escuelas, el panorama se repite. Un artículo publicado en SRHS Offleash, periódico estudiantil del San Rafael High School en California, describe cómo en relaciones románticas los chicos tienden a adoptar un rol dominante, empujando a las chicas a ceder a sus deseos incluso en contra de su voluntad. Aquí, el machismo no solo da forma a actitudes controladoras, sino que perpetúa un silencio colectivo que normaliza esos comportamientos. Sin embargo, iniciativas educativas y conversaciones familiares pueden abrir el camino hacia generaciones más libres y equitativas. Como dice el artículo de ZCenter: “Desaprender es la clave”.

Entre la censura y el diálogo: ¿Cómo abordar el problema?

Claro, bloquear a influencers extremos parece ser una solución rápida. ¿Pero sirve? No tanto. La escritora británica Chloe Combi reunió a un grupo de adolescentes para proyectar Adolescencia y las reacciones fueron incisivas. Rhys, de 13 años, dejó una crítica punzante: "Nos regañan en la escuela si siquiera mencionamos a Andrew Tate. Eso solo refuerza su mensaje de que los chicos no tienen derechos". Mientras que Hayley, de 15, observó: "Convertirlo en tabú solo lo convierte en un mártir para algunos".

En la serie, destaca el personaje de Tommy, interpretado por Lewis Pemberton, un joven que resiste silenciosamente el ambiente hostil que lo rodea. Tommy se convierte en un modelo de valentía al alertar a su padre sobre el contenido peligroso al que sus compañeros están expuestos. Para Combi, Tommy simboliza a muchos jóvenes reales que rechazan estas ideologías, pero cuya resistencia pasa desapercibida sin el apoyo adecuado.

Celinés subraya que la censura, lejos de resolver, amplía la brecha generacional. “Cuanta más censura hay, menos se conversa en casa y más buscan los hijos información en lugares equivocados”, advierte. Este vacío de comunicación deja a los adolescentes expuestos a influencers y comunidades que validan discursos dañinos.

This blind spot también afecta a las escuelas, con profesores incapaces de manejar frases como "Your body, my choice”, repetidas sin contexto. En casa, el problema persiste cuando los padres no exploran el mundo digital ni construyen puentes de comunicación. Como señala Celinés, “no podemos guiar donde desconocemos”.

Combi insiste en que el diálogo es la respuesta. Abrir espacios donde los jóvenes puedan cuestionar y entender, sin prejuicios, qué los atrae de estas figuras es vital para romper el ciclo. Como recuerda Combi en The Independent, hay muchos “Tommy”, jóvenes que rechazan estas ideologías, pero necesitan apoyo en su resistencia silenciosa.

Entender a los adolescentes en un mundo digital

“Si los padres no se aproximan a las redes sociales, no podrán ayudar a sus hijos a navegar por ellas”, reflexiona Celinés. Conocer el entorno digital no solo les permite entender lo que ven sus hijos, sino también guiarlos para evitar que sean influenciados por comunidades en línea que refuerzan ideologías dañinas. Controlar no es suficiente, acercarse y dialogar es esencial.

Organizaciones como Men at Work y Beyond Equality están liderando iniciativas para crear espacios educativos que promuevan el diálogo sobre masculinidad y redes sociales. Un hallazgo clave, respaldado por el informe The manosphere, rewired (Equimundo, 2024), destaca que la conexión con actividades reales, como deportes o clubes de interés, protege a los jóvenes de caer en discursos radicales.

Chris, un adolescente de 15 años citado por The Independent, lo resume perfectamente: "No sabía qué era un incel hasta que vi la serie, pero tengo cricket y fútbol, no tengo tiempo para eso". Este contraste es evidente en jóvenes que pasan largas horas en línea, expuestos a discursos que promueven misoginia y estereotipos de género.

El laboratorio PERIL y el Southern Poverty Law Center proponen herramientas como "Not Just a Joke", una guía que enseña a abordar comentarios misóginos con curiosidad y sin juzgar. Se trata de evitar que los jóvenes se refugien en ecosistemas digitales tóxicos. Mientras tanto, programas escolares de organizaciones como Bold Voices están abriendo caminos para educar en igualdad de género y combatir ideologías dañinas.

El verdadero desafío radica en facilitar conexiones que ayuden a los adolescentes a encontrar espacios positivos y significativos en sus comunidades. Deportes, clubes de arte o actividades extracurriculares pueden ser alternativas clave para crear lazos saludables lejos de las pantallas. En las manos de padres, docentes y comunidades está el poder de transformar esta narrativa.

Con herramientas adecuadas, educación y disposición al diálogo, podemos construir un entorno donde los adolescentes sientan apoyo, pertenencia y propósito, alejándose de las influencias destructivas que prevalecen en el mundo digital. Como sociedad, debemos preguntarnos con honestidad: ¿realmente estamos escuchando a los jóvenes? Y, más importante aún, ¿estamos preparados para entenderlos?



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