Nominada por el presidente Barack Obama el 26 de mayo de 2009, Sonia Sotomayor se convirtió en la primera jueza latina de la Corte Suprema en la historia de los Estados Unidos, asumiendo este rol el 8 de agosto de 2009.
Fue una de las seis jueces que defendió un componente crítico de la Ley de Cuidado de Salud a Bajo Precio de 2010, conocido como Obamacare, en King v. Burwell. Esta jueza puertorriqueña ha sido invitada a dar más de 180 discursos en la Universidad de Nueva York, la Universidad de Yale y la Universidad de Puerto Rico sobre temas étnicos o de género.
Sotomayor obtuvo un B.A. en 1976, de la Universidad de Princeton, se graduó summa cum laude y recibió el más alto honor académico de la universidad. En 1979, logró una licenciatura en Derecho de la Escuela de Derecho de Yale, donde se desempeñó como editora del Yale Law Journal.
Su mandato en la Corte Suprema se caracterizó por su enfoque en la protección de los derechos de los imputados, así como por su llamado a la transformación del sistema de justicia penal. Ha expresado fuertes desacuerdos en temas relacionados con la raza y el género.
Adicionalmente, se reporta que Sotomayor utilizó personal de la Corte Suprema para actividades de promoción de sus libros, lo que le produjo ganancias superiores a los $3.7 millones.
De jueza a escritora
En 2013 publicó su libro “My Beloved World” donde cuenta todos los obstáculos que tuvo que superar durante su carrera profesional y que la ayudaron a forjarse como persona.
El libro revive la sensación de Sotomayor cuando entró a la Universidad de Princeton “por una puerta especial”, la de una beca destinada a equilibrar el número de estudiantes pertenecientes a minorías.
“Me sentía como un extraterrestre aterrizando en un universo diferente”, dijo en una entrevista que publicó The New York Times.
Escribió en sus memorias que en sus años en Princeton, y más tarde en Yale, estuvo rodeada de “buitres preparados para lanzarse” sobre ella “cuando cayera”.
Pero ella siempre defendió el programa, que abrió puertas a hispanos y negros a un tipo de educación con el que no se atrevían a soñar.
“No tenía por qué disculparme porque esa beca de miras abiertas que tenían Princeton y Yale me hubiera abierto puertas. Ése era su objetivo: crear las condiciones por las que los estudiantes en situación de desventaja pudieran llegar al punto de partida de una carrera que muchos desconocían que estuviera organizada”, relató.