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Enemas de café por el recto, el arriesgado remedio alternativo de Carlos III

Consiste en introducir café preparado y enfriado por el recto con la esperanza de “desintoxicar” el cuerpo.

Foto: EFE//FABIO FRUSTACI.

Los escándalos y la realeza son viejos amigos, pero esta vez el protagonista no es un ajuste fiscal ni un romance clandestino, sino… enemas de café. Sí, leíste bien. El buen Carlos III, rey de Inglaterra, decidió dar la espalda a la quimioterapia tradicional y, en su lugar, introdujo café en su recto con la esperanza de vencer al cáncer. Suena a chiste, pero no da risa.

De la taza al trono: el extraño caso de los enemas de café

Un enema de café no es más que una variante de la técnica milenaria para vaciar el colon. Consiste en introducir café preparado y enfriado por el recto con la esperanza de “desintoxicar” el cuerpo. Carlos III siempre tuvo un gusto peculiar por lo alternativo; su historial incluye la defensa de homeopatía, aromaterapia y, ahora, enemas diarios como parte de la famosa terapia Gerson.

Esta práctica, popularizada en los años 20, se basa en una dieta de frutas, jugos orgánicos y el uso regular de enemas de café. La Voz de Galicia recordó que incluso en 2004, el entonces príncipe ya defendía estas prácticas ante oncólogos británicos, quienes, para variar, lo ignoraron con razonable indignación. Ahora como rey, Carlos decidió aplicárselas a sí mismo.

¿Funciona?

No. Esa es la respuesta corta. Los defensores de esta terapia afirman que el café mejora el flujo de bilis y “desintoxica” el hígado. Pero ScienceAlert señaló que no hay evidencia científica sólida que lo respalde. Más bien, numerosos estudios relataron efectos adversos, entre ellos:

  • Proctocolitis: inflamación dolorosa en el colon.
  • Quemaduras rectales.
  • Desequilibrio de electrolitos que puede causar arritmias cardíacas o fallo renal.
  • Pérdida de potasio, desencadenando debilidad muscular y problemas cardíacos graves.
  • Daño a la flora intestinal, provocando diarrea crónica y mayor susceptibilidad a infecciones.

En resumen, la promesa de desintoxicación se traduce, en la mayoría de los casos, en un desastre interno.

Los científicos, entre la risa y el disgusto

La obsesión de Carlos III por lo integral y lo natural no sorprende, pero su romance con los enemas de café dejó a muchos científicos entre incrédulos y molestos. La Royal Society, la institución científica más prestigiosa de Reino Unido, seguramente debe estar llevándose las manos a la cabeza con esta noticia. “A estas horas deben andar tolos con los enemas de café”, ironizó La Voz de Galicia sobre el desconcierto en los círculos académicos británicos.

Para médicos como Michael Baum, oncólogo británico, el caso de Carlos no es una simple extravagancia real, es un riesgo. “Promover terapias no probadas a pacientes con cáncer es irresponsable”, escribió en BMJ después de que, años atrás, el entonces príncipe defendiera públicamente estas prácticas.

El cuerpo humano ya cuenta con sistemas confiables para eliminar toxinas. Hígado y riñones funcionan mejor que un litro de espresso mal administrado. Los expertos coinciden en que estas prácticas no curan nada y solo suman riesgos.

Un (mal) ejemplo real

Más allá de lo cómico, lo preocupante es el impacto que historias como esta tienen en tiempos de desinformación y negacionismo. Como figura pública, Carlos tiene el poder de influir en millones. Sin embargo, su decisión refuerza la narrativa de que las terapias alternativas, a pesar de carecer de base científica, son válidas.

Incluso el Washington Post recordó cómo otras celebridades, como Gwyneth Paltrow, también se subieron al tren de los enemas de café, preocupando a médicos de todo el mundo. Porque, en resumen, el café está hecho para beberse, no para aventuras anales.

Una lección amarga

Más allá de lo anecdótico, Carlos III nos recuerda el peligro de las pseudociencias, esas que prometen milagros pero entregan desastres. En un mundo saturado de mitos médicos, figuras públicas como él tienen la responsabilidad de no convertir excentricidades en tendencias. Porque cuando el rey canjea la ciencia por café mal direccionado, el mensaje que envía es todo menos saludable. Y mientras tanto, médicos y expertos lidian con un público cada vez más desconfiado de lo que realmente funciona.

Al final, esta historia nos deja una verdad irrefutable (y un buen material para memes): el café tiene su lugar, y no es en el trono de nadie. La ciencia, por más seria que parezca, es la única reina capaz de gobernar con cordura nuestra salud. Porque, seamos sinceros, si algo debe conquistar tu cocina es un buen espresso, no las ideas extravagantes de un monarca en apuros.

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