Harlequins no solo perdió un partido en 2009, perdió su reputación. Una cápsula de sangre falsa, un guiño descarado y un intento malogrado de hacer trampa pusieron al club en el ojo de la tormenta. "Bloodgate" no fue solo un escándalo, fue la caída libre de uno de los equipos más históricos de Inglaterra.
La mordida que hundió a Harlequins
Era abril, durante los cuartos de final de la Heineken Cup, cuando Harlequins enfrentó a Leinster en un duelo crucial. Harlequins, 6-5 abajo en el marcador, intentaba cualquier cosa por cambiar el resultado. Fue entonces cuando su director de rugby, Dean Richards, ideó una estrategia que involucraba a Tom Williams, un joven wing de 25 años. Williams masticó una cápsula de sangre falsa, proporcionada por el fisioterapeuta Steph Brennan, y salió de la cancha con un supuesto “corte” que permitía el regreso de su estrella, Nick Evans, quien ya había sido sustituido.
Entre el público, Leinster olió algo raro. “Sabíamos que había trampa. Todo era demasiado obvio”, confesó Ronan O'Donnell, miembro de su staff, años después. Las cámaras captaron a Williams saliendo con esa teatral sangre de utilería brotando de su boca, digna de una película de zombies mal hecha. Todo muy sutil, ¿verdad?
Tom Williams heads off seemingly bleeding during Harlequins Heineken Cup quarter final v Leinster, April 12th 2009. It emerged Williams on orders faked a blood injury to allow a tactical substitution. This became known as the Bloodgate scandal https://t.co/LF8yGpS10V pic.twitter.com/6mMEJd8GDQ
— Historic Sports Pictures (@HistoricSports2) April 12, 2023
El lío tras bambalinas
Leinster estaba furioso. Mientras celebraban su ajustada victoria por 6-5, sus directivos exigieron ver el supuesto corte de Williams. El caos estalló en el vestuario de Harlequins. Wendy Chapman, su doctora, enfrentó una presión brutal. Mientras el mundo entero tocaba la puerta pidiendo explicaciones, terminó cortando de verdad la boca de Williams con un bisturí. Sí, así de desesperados estaban. BBC Sport más tarde reveló que este momento quebró profesional y personalmente a Chapman, quien nunca pudo escapar de ese recuerdo.
¿El detalle más brutal? Todo quedó al descubierto solo tres meses después, gracias a unas imágenes no emitidas que comprobaron cómo Steph Brennan, fisioterapeuta de Harlequins, entregaba la cápsula a Williams. Incluso se ve a este último esconderla en su calcetín antes de la cagada (literal).
You're misunderstanding what is being said. "Hashtag Rugby Values" is a myth that disenfranchises people. Rugby isn't better than football and shouldn't be looking down on other sports. What about Bloodgate? As an examplepic.twitter.com/ciIjvDdR0I
— Gregg 🏴 (@GreggC_CC) March 30, 2023
Castigos y lágrimas
No creas que la cosa quedó en un simple "ups". Williams mordió no solo la cápsula, sino también una suspensión de un año, que luego logró reducir a cuatro meses al confesarlo todo. Dean Richards pagó caro su genialidad torpe con una sanción de tres años, mientras que Brennan quedó fuera por dos. Harlequins sufrió una multa de €250,000, una cifra que, si nos preguntas, solo fue el brindis por una tremenda pérdida de dignidad. Ah, y Wendy Chapman enfrentó investigaciones médicas y vio cómo su mundo personal colapsaba hasta el divorcio. The Guardian calificó este castigo como un tsunami emocional para todos los involucrados.
La redención, ¿un maquillaje suficiente?
La mancha de Bloodgate no desapareció tan fácil, pero Harlequins logró levantar cabeza a nivel deportivo. Tres años después, en 2012, celebraron su primer título de la Premiership con Williams anotando un try en la final. Claro, el sabor de la victoria se sintió distinto. En entrevistas recientes con BBC Sport, Williams reconoció que esta etapa le dejó heridas invisibles. “Sigo luchando con ansiedad y depresión. Todo viene de ese episodio”, confesó.
🏉 It's Harlequins v Leinster this weekend.
— BBC 5 Live Sport (@5liveSport) April 4, 2025
🤔 Sound familiar?
Tom Williams, the man at the centre of the Bloodgate controversy, details the moment he and Quins' club Doctor started a cover-up that would have huge consequences on the sport of Rugby Union. pic.twitter.com/bsntrJTghO
Un legado teñido
Bloodgate no solo expuso la trampa, sino el lado oscuro de un deporte que se jacta de su nobleza. Desde entonces, la farsa de las lesiones fingidas quedó sepultada... al menos, oficialmente. Pero la etiqueta de tramposos es difícil de despegar. Como Ugo Monye, entonces compañero de Williams, declaró en The Guardian: “Nos convertimos en el chiste. Y lo peor, el truco ni siquiera lo hicimos bien”.
Harlequins pudo reconstruir su imagen con victorias, pero la historia nunca olvida. Aunque el deporte está lleno de segundas oportunidades, la lección aquí queda clara. La ambición sin límites puede costar caro, incluso más que una copa.