¿Te suena familiar eso de querer ponerle un escudo gigante a EEUU? Pues Donald Trump quiere hacerlo versión 2025, con lo que él llama el “Iron Dome americano” —aunque lo están vendiendo con el nombre más glamuroso de Golden Dome. Y sí, suena épico… hasta que te acuerdas que Estados Unidos no es una pequeña franja de tierra como Israel, sino un país gigante rodeado de océanos. Pero el plan va en serio: el Pentágono ya tiene tres propuestas listas para mostrarle al presidente, con precios que van desde “esto es caro” hasta “¿y si mejor lo dejamos en PowerPoint?”.
Inspirado en el Iron Dome de Israel, que ha sido efectivo contra amenazas a pequeña escala en un país diminuto y con enemigos a la vuelta de la esquina, el Golden Dome busca hacer lo mismo… pero en un país 100 veces más grande y con amenazas que pueden venir desde cualquier continente. ¿Ambicioso? Sí. ¿Realista? Bueno, ahí es donde entra el debate.
La comparación no solo es injusta, sino técnicamente insostenible. Como dijo Mark Montgomery, ex almirante de la Marina y actual analista en seguridad: “Va a tomar más de cinco años, no uno. Pero al menos es un comienzo”.
Un proyecto con etiquetas de precio que asustan
El Pentágono ha trabajado en tres opciones para presentar a Trump: una versión básica de $10 mil millones, una intermedia de menos de $100 mil millones, y una completa que superaría los varios cientos de miles de millones de dólares. Sí, leíste bien. A eso hay que sumarle que el plan, según el propio Departamento de Defensa, no podría completarse antes de cinco a siete años.
Aun así, el presidente quiere algo visible antes de terminar su posible nuevo mandato. ¿Una parte operativa para 2026? Los expertos lo ven como una ilusión. Pero el dinero podría empezar a fluir desde ya.
¿Qué tendría exactamente este “escudo dorado”?
El Golden Dome no sería un solo sistema, sino un Frankenstein de soluciones: baterías Patriot ya en inventario, sistemas THAAD que se usarían en posiciones clave dentro del país, destructores con el sistema Aegis patrullando las costas como centinelas flotantes, e incluso F-35 en misiones de patrullaje aéreo continuo.
A largo plazo, se contempla algo mucho más ambicioso: una red de interceptores espaciales capaces de destruir misiles en pleno ascenso —la famosa “fase de impulso”— y un nuevo sistema de satélites que permita comunicarse y coordinar estos elementos en tiempo real. Suena a ciencia ficción, pero ya están en charlas con la industria militar privada para intentar hacerlo realidad.
¿Qué se quiere evitar y por qué ahora? La amenaza es real y se llama hipersónicos y armas orbitales. China ya probó en 2021 un sistema de bombardeo fraccionado orbital que puede lanzar un proyectil desde el espacio sin aviso previo. Y con la guerra en Ucrania y tensiones con Irán o Corea del Norte, la idea de una defensa total no suena tan descabellada.
El problema es que por más que se quiera construir un muro invisible, este tipo de proyectos no se improvisan. Y la historia ya nos dio una lección: el “Star Wars” de Reagan prometía lo mismo, pero nunca pasó del PowerPoint.
Entonces, ¿es Golden Dome una revolución en defensa nacional o simplemente otro símbolo de campaña? De momento, es más lo segundo que lo primero.
Lo que está claro es que proteger un país entero del siglo XXI requiere algo más que dinero: necesita tiempo, visión estratégica y, por sobre todo, un consenso que hoy parece tan lejano como los misiles que se quiere detener. ¿Logrará Trump hacer de su cúpula dorada una realidad… o será otro castillo en el aire?